Ninguna de las declaraciones, advertencias y amenazas de Occidente han servido de nada. La duda no es ya si Vladímir Putin dará la orden de invadir Ucrania, puesto que la invasión ya está en marcha, si no si la operación militar rusa se limitará a las regiones de Donetsk y Luhansk o si el objetivo de Moscú es el control total del país, incluida su capital Kiev, y la imposición de un régimen títere prorruso.

Occidente ha reaccionado con rapidez, al menos en el terreno de las declaraciones. Joe Biden, el presidente americano, ha prometido "apoyo internacional" a Ucrania. Ursula von der Leyen ha anunciado sanciones económicas que "dañarán la capacidad del Kremlin para pagar la guerra". Josep Borrell ha prometido un "aislamiento sin precedentes" de Rusia. Tanto la ONU como España como el resto de gobiernos occidentales han exigido el cese inmediato de la agresión rusa contra un país soberano.

Pero la rapidez de las declaraciones de Occidente nunca ha sido el problema. Tampoco su capacidad para imponer sanciones económicas, que se daban por descontadas. El problema es que está naciendo un nuevo eje político, militar y económico en Eurasia, el de Rusia y China, y que las amenazas de sanciones en el contexto del sistema financiero internacional controlado por Occidente ya no resultan tan amenazantes como en 1989.

Ley marcial en Ucrania

La información procedente de un escenario bélico debe ser consumida con prudencia, y más si uno de los actores involucrados en el conflicto es un conocido productor de noticias falsas como Rusia. Pero parece confirmado que se han producido explosiones por todo el país, incluidas las cercanías de la capital, que corresponderían al aniquilamiento de las defensas antiaéreas ucranianas, paso previo a la invasión. 

El ataque ruso, cuyo hipócrita objetivo, según Putin, es "la desmilitarización y la desnazificación" de Ucrania y el fin del conflicto de ocho años entre independentistas prorrusos y milicias ucranianas en el este del país, ha obligado al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky a decretar la ley marcial en todo el país. 

Algunos vídeos muestran vehículos rusos cruzando la frontera con Ucrania desde Crimea. Putin ha advertido a las potencias occidentales: cualquier interferencia en las operaciones rusas "tendrá consecuencias jamás vistas". De momento, Occidente, con Biden a la cabeza, sólo ha amenazado con sanciones económicas y no parece previsible, al menos a corto plazo, que se involucre militarmente en el conflicto más allá de la ayuda puntual que pueda prestar a las fuerzas de defensa ucranianas suministrándole armas. 

Guerra caliente

El objetivo de las sanciones económicas, que serán graduales en el tiempo y que se endurecerían si la invasión fuera más allá de las regiones prorrusas del este de Ucrania, son tanto sectores clave de la economía rusa, y especialmente los energéticos, como los nombres de la Navalny 35, una lista de los nombres de los principales oligarcas rusos recopilada por el disidente Alekséi Navalny

Es una buena noticia que Alemania, quizá el país europeo que más reticencias ha mostrado frente a las sanciones contra Moscú por su dependencia del gas ruso, haya paralizado la autorización del gasoducto Nord Stream 2, aunque sólo haya sido para disponer de una "moneda de cambio" que ofrecerle a Putin si este se aviene a no invadir totalmente Ucrania. 

Occidente tiene ahora dos objetivos. El primero, a corto plazo, detener la guerra. El segundo, a medio y largo plazo, cortocircuitar el eje Rusia-China y detener, o al menos ralentizar, el declive de la influencia del sistema de valores occidentales en el resto del mundo. Putin ha puesto hoy fin a la segunda guerra fría. La guerra entre Occidente y las dos grandes potencias euroasiáticas es ya caliente, con Taiwán en el horizonte. Y la próxima guerra, quizá en el mar de la China, no se detendrá con sanciones económicas.