El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, este jueves en Ferraz.

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, este jueves en Ferraz. Efe

Columnas LA CAMPANA

Pedro Jekyll nos cuenta su tremenda decepción con Sánchez Hyde

Pedro no nos guarda rencor. Por eso nos aseguró que, a pesar de la decepción que le han causado Cerdán y Ábalos, él continúa porque "tiene que seguir haciendo cosas buenas por España".

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El problema es nuestra tendencia a tomar atajos mentales, herencia envenenada de la evolución.

Para nuestros ancestros era mucho más razonable, cuando veían moverse un arbusto, suponer que en ellos se agazapaba un depredador y salir corriendo, que analizar todos los posibles escenarios a su alcance.

Desde luego un estudio más exhaustivo habría obligado, por ejemplo, a estudiar la dirección e intensidad del viento para descartarlo como causa posible del movimiento de las hojas, y sin duda hubo especímenes más meticulosos que lo hicieron.

Pero esos, como tenían cierta propensión a ser devorados, no son nuestros ancestros, y por tanto no hemos heredado esa admirable cualidad. Nosotros cargamos con esa tendencia a analizar y enjuiciar rápidamente, y es posible que nos haga ser terriblemente injustos.

Cuando este jueves un informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil mostró serios indicios de una profunda corrupción enraizada en el PSOE y en el Gobierno, inmediatamente alzamos los ojos a Sánchez, y con ello nos precipitamos.

Santos Cerdán este jueves en el Congreso.

Santos Cerdán este jueves en el Congreso. Europa Press

Es el mismo error que, sin duda, cometimos todos al ver Los Intocables: entender que Capone era el responsable del contrabando de alcohol, los asesinatos y la liquidación de dos de los compañeros de Eliot Ness. Incluso asumimos con enorme ligereza (ahora lo recordamos con vergüenza) que Capone era el responsable de la contabilidad de su organización, como si fuera lógico pensar que él se dedicaba a tales minucias.

El absurdo atajo mental que tomamos fue, en cierto modo, comprensible: pensar que en organizaciones férreamente subordinadas a un líder (como el gang de Capone o el PSOE de Sánchez) todas las actuaciones de sus miembros son, en última instancia, imputables a éste.

O, dicho de otro modo, que a ninguno de sus miembros se le pasaría por la cabeza actuar en contra del líder supremo.

Y por eso los espectadores no dimos ocasión a Capone de que diera una rueda de prensa, en la que muy bien podríamos haber visto que estaba absolutamente devastado por las ligerezas de su contable.

¿Quién lo iba a pensar?, podría haber dicho. Con lo serio que parecía.

Y luego está que, con frecuencia, en vez de lógica usamos una pseudológica dirigida a reforzar nuestros propios prejuicios. Ahora tenemos que reconocer que los indicios nos llevaron a formular apresuradamente una hipótesis que, afortunadamente, ha demostrado ser equivocada.

Cuando contemplábamos a peones del sanchismo descalificar como "pseudomedios", "tabloides" y propagadores de bulos a aquellos que publicaban noticias sobre corrupción (parecidas a las que el jueves revelaba el informe de la UCO), pensábamos que querían ocultar una realidad siniestra.

Cuando prometían medidas legislativas para combatir la desinformación, nuestras sospechas se reforzaban. Y cuando profesionales de la talla de Silvia Intxaurrondo firmaban manifiestos contra los libelos y pasquines no nos dábamos cuenta de que su preocupación por el periodismo era sincera.

Ni siquiera nos dimos cuenta de que, cuando un ministro de Sánchez llamaba jocosamente "The Ojete" a uno de los pseudomedios, lo hacía para rebajar la tensión.

Y también, hay que decirlo, fuimos muy injustos hace escasamente una semana, cuando creímos que Leire Díez intentaba echar basura sobre la Guardia Civil. Precisamente sobre la UCO, esos Intocables cuyo informe se publicó el jueves.

Está claro que Leire no era más que una militante de base que además ya ha sido dada de baja. ¿No demuestra esto que Sánchez actúa inmediatamente ante cualquier indicio? Y si (como malévolamente han insinuado algunos) ha ocupado puestos de dirección generosamente remunerados en empresas públicas lo único que demuestra es que el ascensor social funciona.

Y, por cierto, nuestra injusticia ha alcanzado proporciones monstruosas al comentar esa benéfica reforma legislativa conocida como "Ley Bolaños", que simplemente quiere agilizar los procesos encargando a la Fiscalía la instrucción penal.

Es cierto que el fiscal general de Sánchez (que es el que pasará a controlar a Los Intocables de la UCO) va a ser procesado por el Tribunal Supremo: en un alarde de lawfare ha interpretado que podría haber consentido en revelar secretos de un ciudadano para atacar a un rival político de Capone. Pero eso no nos permite pensar que intenta controlar investigaciones que podrían afectarlo.

Pero el jueves, un presidente destrozado (y el maquillaje contribuía a realzarlo) despejó las dudas y nos transmitió la verdad: la víctima ha sido él. Él ha sufrido una cruel decepción, y merece compasión.

Ahora ¿quién va a pedir perdón a Pedro? Hemos sido muy injustos, pero él no nos guarda rencor. Por eso nos tranquilizó y nos aseguró que, a pesar de la decepción que le han causado Cerdán, Koldo y Ábalos, Leire Díez, su mujer y su propio hermano, el fiscal general e incluso Cándido Conde-Pumpido, él continúa porque "tiene que seguir haciendo cosas buenas por España".

Bendito sea, y que la vergüenza caiga sobre nuestras cabezas.

Y ya les anticipo que, si un día un nuevo informe llegara a apuntar directamente sobre nuestro presidente, nada cambiaria: Pedro Jekyll, aún más maquillado que ayer, nos contaría su tremenda decepción con Sánchez Hyde.