Lo de Yolanda en Lo de Évole. Las 23:06 y no aún no habían hablado de nada. Cuarenta minutos de aburrimiento me llevan por la pendiente del hastío hacía la desesperación.

Hago un esfuerzo grande por no elaborar un perfil psicológico del personaje. Aunque me cuesta porque delante no tengo otra cosa que una gran psicología, gestos, sonrisas y carácter. Y detrás, la nada.

La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, en la entrevista con Jordi Évole de ayer en La Sexta.

La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, en la entrevista con Jordi Évole de ayer en La Sexta. Twitter / @LoDeEvole

En una hora solo se había metido con Pablo Iglesias. Ha sido durísima con él: gruñón, incapaz de consensos, "archipresente"… Dice que Iglesias está enfadado todo el rato, está hecho un cascarrabias. No le entiende. Ella ha visto gente que ha ido a la cárcel y que no pierde la sonrisa. 

Y yo al borde del colapso nervioso porque llevamos una hora y sólo me ha quedado claro que hay que sonreír.

No han hablado de nada. Sólo del estilo, de eso que antes llamaban "talante", y que ahora es una gran sonrisa. No puede parar de reír, ella es así. Que sí, que hay que sonreír, y Pablo e Irene gruñen mucho. Que ellos no son ella, y ella no es ni Sánchez ni Iglesias, ¿porque ellos son machistas y dan golpes en la mesa? Claro, que lo que suma es una sonrisa, nos lo ha dejado claro. 

La que mejor ha estado ha sido Maruja Torres. Han puesto un corte sin publicar de una entrevista anterior.  Dijo: "Quisiera quebrarle la sonrisa para que hablásemos de una cosa sin empatía. Me gustaría que dejase de sonreír un rato". 

Después de eso sólo nos quedaba suplicar a Évole. "Jordi, por favor, aprieta como tú sabes, que yo te he visto. ¡Quiébrale la sonrisa!". Que las bridas que tiran de la comisura de los labios se le suelten y el potro salvaje galope.

Me imagino que todos estábamos esperando que dijese algo, que todos estábamos deseando que dejase de sonreír un poco para ver si tenía algo que decirnos.

Porque tanto control de sí misma, tanta contención, en una persona que en una hora y media sólo ha hablado de poder, resulta temible. Ya lo hemos visto más veces. La sonrisa es para las campañas electorales, pero luego el gobierno se ejerce con el ceño fruncido y el mal genio desbocado.

Una sonrisa a quien me sonríe, porque "yo soy muy dura negociando". Siempre pasa lo mismo, los que sonríen tanto es porque tiene miedo de su propio mal carácter. La sonrisa impostada no es más que un gran cabreo contenido. Y yo, para eso, prefiero la ira indisimulada de Pablo Iglesias y la mandíbula desencajada de Irene Montero.

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"¿Si Pablo Iglesias no es capaz de ponerse de acuerdo con los suyos -pregunta-, cómo va a hacerlo con los que tiene que gobernar?". Y yo le preguntaría a ella que si habla así de los suyos, ¿qué no hará con los otros, con nosotros?

Quiere sumar con una sonrisa en la boca y el piolet en la mano. Esto es el comunismo. Coger la cuestión social, pasársela por las barricadas y convertirla en cuchillos largos. Hay que sonreír porque las fábricas son tristes y España demasiado seria como para hablar de ello. Con cosas serías no se ganan elecciones, parece habernos querido decir.

Creo que ya entiendo a Maruja Torres. También me han entrado unas ganas enormes de "quebrarle la sonrisa" sólo para ver que con ella no se puede hablar de nada.