Ana Rosa Quintana durante la programación especial en el rescate de Julen.

Ana Rosa Quintana durante la programación especial en el rescate de Julen.

EL PASEÍLLO

Fue raro

27 enero, 2019 01:36

El rescate de Julen se convirtió el viernes por la tarde en el thriller más seguido de la historia de nuestro país. Suspense y una megaconstrucción crearon un producto televisivo imbatible. En Telecinco comenzó un especial a la vez que los mineros preparaban la cuarta explosión subterránea. Los tertulianos hablaban de microvoladuras como si comentaran nublados en un ascensor.

A esas alturas, ya dio igual que alguien llamara “petardos” al explosivo que roía el monte. Culminaban trece días de información sebosa acompañada de teorías paralelas difundidas por Whatsapp que, insaciables, consumíamos buscando el subidón de la última hora a pesar de ser sucedáneos cortados por anónimos. Mientras España estaba cegada por la obsesiva luz blanca de las pantallas, ocho tipos luchaban por turnos contra la tierra misma sumergidos en una oscuridad negrísima.

La cuenta atrás tuvo el ritmo de la naturaleza, algo original en la época de la inmediatez: por un euro más, Julen no iba a salir a la hora que mejor nos venía. Había prisa en todo lo que vi, como si se le hiciera un favor a la familia por retransmitir su mala suerte. Pasarán muchas décadas hasta que en otra pareja se vuelva a concentrar esa combinación maldita que mata fulminante primero y espesa después. Los centímetros se descontaban por horas, se hablaba de la montaña como si respirase, los reporteros sentían la llamada del momento en cada conexión y andurreábamos ansiosos recorriendo la epopeya detenida que se desarrollaba en nuestra cara.

Ana Rosa dijo algo inesperado, cuando hablaron de los martillos neumáticos que taladraban las profundidades. “Al final”, añadía, “tanta tecnología... y es la mano del hombre lo que va a solucionar esto", reprochándole a la broca de dos metros no llevar encima un poco de técnica. En YouTube los streamings acumulaban a miles de personas asomadas a las obras, observando a una distancia sideral la quietud de las máquinas, el resplandor anaranjado que va a enmarcar aquella madrugada para siempre.

Julen apareció de noche, atrapado y sin vida. La madre le gritó al vacío. Bajaba una furgoneta también negra por la montaña desmantelada. Fue raro. La primera novedad tangible en varios días sobre el caso en realidad no lo era.

lacalle

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