El martes quedó claro en el Senado que Sánchez no va a renunciar a pactar con Bildu y el miércoles se demostró en el Congreso que es verdad que el presidente es bastante "más cruel" con el partido de Feijóo que con el de Otegi.

Eso no significa que el PP se comportara de forma impecable ni en uno ni en otro debate. A Feijóo le sobró presentar a Sánchez como la "gran esperanza de violadores, pederastas, sediciosos, corruptos, okupas y de los que iban con pasamontañas y pistolas". Es obvio que todos esos colectivos tienen líderes más afines a los que votar.

Además, decenas de diputados del PP cayeron como pardillos en la trampa de Sánchez al corear con falaces y borreguiles "síes" sus preguntas retóricas sobre si "Zapatero traicionó a los muertos" y "Rubalcaba era cómplice de ETA", para enmudecer, claro, cuando los emplazó a corroborar también "la convicción moral de Rajoy de que ETA estaba detrás del 11-M".

Apaños terebrantes en País Vasco y Navarra.

Apaños terebrantes en País Vasco y Navarra. Javier Muñoz

Pero, por muy tremendos que sean estos asuntos, su banalización en la esgrima parlamentaria, los amortiza cual sonido de fondo en el oído del ciudadano harto de exageraciones.

Según el certero recuento de Carlos Alsina, fue Sánchez quien pronunció la mayor parte de las veces la palabra ETA, mientras Feijóo se ceñía a hablar de Bildu. Es verdad que todavía no había entrado en acción Ayuso, dispuesta a equilibrar la balanza de la simplificación a base de mandobles.

Al final los dos bandos incurren en flagrantes contradicciones. No puede ser verdad a la vez que el PP fuera un obstáculo para el final de ETA y que el PP negociara con ETA tanto o más que el PSOE. Y tampoco es compatible que el PP se enorgullezca de su decisiva contribución a la derrota de ETA y que una de sus principales figuras proclame que "ETA está viva y en el poder".

Una frase propia de esos programas de radio que los días pares nos sumergen en el "terror rojo" de 1936 y los impares en el "terror rojo" de 2023. Nadie puede negar su eficacia como titular. Pero incluso en plena campaña electoral habría que pedir un poco más de sindéresis.

La verdad de los hechos es que después de que Aznar hubiera intentado en vano desactivar a ETA mediante un diálogo con afán negociador, el asesinato de Miguel Ángel Blanco marcó un antes y un después. La contundencia de la guerra sin cuartel en todos los frentes legales, impulsada por ese gobierno del PP, dejó a la banda sin otro horizonte que la gestión de su rendición. Y eso permitió a Zapatero y Rubalcaba combinar la zanahoria y el palo, con audacia y con astucia, primero de espaldas a Rajoy y finalmente con su conocimiento y conformidad.

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Pero que ETA no esté "viva" y mucho menos "en el poder" es compatible con que exista un partido repulsivo que, además de mantener las reivindicaciones separatistas de la banda, trata de perpetuar su relato venenoso. Entre otros motivos porque reúne a gran parte de quienes en el pasado practicaron y apoyaron el terrorismo.

Seamos claros. El derecho penal distingue a un asesino, de un colaborador necesario y a ambos de un apologeta del terrorismo. Describe los delitos y tasa las penas. A la vez, el derecho electoral fija las normas de quién puede concurrir a las elecciones y quien no.

Mover esas piezas con pretensiones retroactivas, planteando incluso la ilegalización de Bildu, generaría una peligrosa dinámica involucionista. Una liberal, como tantas veces ha demostrado ser Ayuso, no puede soslayar que mientras los antiguos etarras no vuelvan a las andadas y sigan canalizando sus pretensiones por la vía institucional deben poder beneficiarse del principio de "libertad para las ideas que detestamos".

"Lo tremendo no es que un asesino sin deudas con la justicia pueda presentarse a las elecciones, sino que sea incluido en listas con timbre de ejemplaridad"

Pero, atención, esta frase del famoso voto disidente del juez Holmes que cambió la interpretación de la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana –"Freedom for the thoughts that we hate"- debe leerse completa. Hasta la última letra.

Porque hay ideas y actitudes que no es que no sean "decentes", como dice Sánchez, sino que son directamente detestables. Es decir, odiosas en la medida en que incitan al odio.

Y pocas prioridades pueden anteceder, en una política que busque el bien común, a la marginación y encapsulamiento de lo detestable. Ese es el ámbito en el que hay que combatir a Bildu y en el que hay que presionar a Sánchez para que rompa toda relación con Otegi y se aleje de su pestífera compañía.

Lo tremendo no es que un asesino que ha pagado su deuda legal con la justicia pueda presentarse a las elecciones, sino que haya una dirección política que le incluya en sus listas con timbre de ejemplaridad. O, peor aun, como guiño de complicidad retrospectiva con una porción del electorado corroído por su misma podredumbre moral.

Pero hemos aprendido a convivir con lo tremendo y lo podrido. A tolerar que el lobo se disfrace, siempre que no abandone la piel de cordero. A aceptar que lo que nos repugna existe y no carece de derechos. Incluso a tratar de entender cómo se engendran los monstruos.

[Zapatero califica de "gigantesca mentira" y "una falta de respeto" decir que ETA está viva]

La única condición es que no nos confundan. Que siempre quede trazada una frontera moral imaginaria -y a ser posible una distancia física- entre nosotros y ellos. Por eso hice de la denuncia de los GAL una fe de vida, una cuestión ineludible. Por eso nunca permití que nadie que tuviera las manos manchadas de sangre, fuera cual fuera su coartada, escribiera en ninguno de mis tres periódicos.

Por eso entiendo y comparto el dolor terebrante que sienten no sólo las víctimas sino gran parte de los ciudadanos con memoria cada vez que nuestro presidente, el jefe del Gobierno de España, el alto cargo que legítimamente nos representa a todos, hace carantoñas políticas a alguien como Otegi.

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Es falso que, como le dijo Sánchez a su portavoz Mertxe Aizpurua, Bildu se haya "equivocado" al incluir a 44 terroristas en las listas. Y mucho más falso aún que, como alegó su propio candidato a la Diputación de Vizcaya, la decisión se tomara de manera "inconsciente".

Quien dice la verdad es Ramiro González, diputado general de Álava por el PNV, cuando explica que la dirección de Bildu "lo controla todo" y que el anuncio de la retirada de los siete asesinos ha sido puro "tacticismo". Midieron hasta dónde podía soportar la sociedad española en general y el propio Sánchez en particular el blanqueamiento de ese pasado sanguinario y tras avanzar 44 metros, retrocedieron siete.

"El líder del partido al que Sánchez dijo el miércoles 'espero contar con su apoyo' es el mismo que justificó el asesinato de José Luis López de Lacalle"

Mucho más significativo que el expurgue de las listas de Bildu sería el de su cúpula. Lo terebrante para mí, es decir, lo que (según la RAE) me produce una "sensación semejante a la de un taladro perforando la parte dolorida", es constatar que el líder del partido al que Sánchez dijo el miércoles "espero contar con su apoyo en junio", es el mismo individuo que justificó el asesinato de José Luis López de Lacalle ante el reloj de la iglesia de Andoain a la que iba a ser conducido su cadáver.

Imagino lo que sentirán sus familiares, sus compañeros y amigos. En eso consiste la revictimización.

Otras memorias democráticas se remontan más atrás y recuerdan que Adolfo Araiz, dirigente clave de Bildu en Navarra fue el autor de la ponencia Oldartzen que abogaba por "socializar el sufrimiento" y dio pie al asesinato de Gregorio Ordóñez. Incluso hay quien recuerda la labor de la propia Aizpurúa cuando formaba parte del colectivo que bajo el pseudónimo "Maite Soroa" señalaba objetivos para ETA desde el diario Egin.

"A diferencia del dolor sordo que se percibe como una molestia persistente y vaga, el dolor terebrante es agudo y concentrado", dice una destacada consultora médica. Como el de un cólico nefrítico, añadiría yo.

La provocadora dramaturga Angélica Liddell expresó a través del flamenco ese "dolor sobre el dolor" en una producción que precisamente tituló Terebrante. Y no es de extrañar que su siguiente obra, dedicada a la tauromaquia de Belmonte, se llamara El olor a sangre no se me quita de los ojos.

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Es inevitable que la indignación extrema ante esta percusión infame sobre la parte más tumefacta de nuestros recuerdos provoque la confusión de los sentidos. Pero un hombre de Estado debe ser capaz de controlar esos impulsos desordenados y reaccionar proponiendo lo más conveniente.

Por eso el mayor acierto de Feijóo en esta semana convulsa ha sido deslizar ante la prensa, en un corrillo informal en el Senado, la idea de que está dispuesto a negociar el apoyo del PP a los candidatos del PSN y el PSE para que no dependan de Bildu ni en Navarra ni en el País Vasco.

No sería un apoyo incondicional como el que, por cierto, propició la investidura de Patxi López como lehendakari, algo de lo que parecen haberse olvidado los socialistas. Pero seguro que a Sánchez y a Chivite les saldría mucho más barato que el que reciben de Bildu.

A menos, claro, que la hoja de ruta pase por terminar apoyando o simplemente permitiendo la investidura del propio Otegi como lehendakari, si Bildu consigue sobrepasar al PNV la próxima primavera. Ese concierto sí que sería el do ut des que nos terminaría "helando la sangre", según la profecía de la madre de Pagaza.

"Feijóo tiene que pasar de las denuncias a la oferta de soluciones para conseguir que los últimos votos de Ciudadanos y parte de los de Vox se pasen al PP"

El único consuelo es que barones socialistas como Lambán, Page o Vara formarían parte de ese plural de los hondamente agraviados. Nada sería tan útil para bloquear ese escenario como tender puentes hacia ellos. Imaginemos incluso la nada inverosímil hipótesis de que en Castilla-La Mancha, Extremadura o Aragón el PP renunciara a convertir al ganador en derrotado, con tal de no tener que gobernar en coalición con Vox.

Todo esto bulle sin duda hoy en la cabeza de Feijóo al afrontar la semana más decisiva de su carrera política. La primera fase de la campaña, codificada internamente como la del "Desgaste" del PSOE, ha cumplido con creces sus expectativas. El equipo de Bendodo tenía como plato fuerte el estropicio causado por el sí es sí y se ha encontrado con el regalo de la vuelta de tuerca de Bildu.

Queda la segunda fase, dedicada a ofrecer la "Recuperación" en todos los órdenes a la sociedad española. Es el momento en el que Feijóo tiene que pasar de las denuncias a la oferta de soluciones para conseguir que los últimos cientos de miles de votos de Ciudadanos y una parte de los de Vox se pasen al PP.

Lo eficaz en este contexto sería explicitar que el PP sigue teniendo la mano tendida al PSOE para liberarnos a todos de sus compañías indeseables y sus apaños terebrantes. Una caricia certeramente administrada por Feijóo puede ser más letal para Sánchez que una docena de puñaladas atolondradas. Porque será aquel de los dos grandes partidos constitucionales que demuestre que puede gobernar y hacer gobernable España con menor dependencia de los radicales quien conquistará la Moncloa.