Oriente Próximo

Cuatro meses de la masacre del 7 de octubre: una espiral de odio y muerte que se extiende imparable por todo Oriente Medio

El ataque de Hamás dejó más de 1.200 muertos y cientos de rehenes. Desde entonces, más de 20.000 civiles palestinos han muerto por la contraofensiva israelí y la tensión se ha extendido por toda la región. 

7 febrero, 2024 03:26
Guillermo Ortiz Lina Smith Cristina Jover José Ramón Pérez

El 28 de septiembre de 2023, el prestigioso United States Institute of Peace se hace la siguiente pregunta: "¿Está en el horizonte un acuerdo de normalización entre Israel y Arabia Saudí?". El titular resume así los meses de negociaciones alentadas por Estados Unidos, en su empeño por pacificar la zona y alejar aún más a sus aliados suníes de sus grandes enemigos chiíes, es decir, de la República Islámica de Irán.

Aunque los obstáculos son muchos, la sola voluntad de diálogo por parte de Arabia Saudí, el país en el que se fundó el islam y al que todo musulmán debe acudir al menos una vez en su vida, supone un avance gigantesco para la diplomacia estadounidense. Un gesto que recuerda a la decisión de Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos de reconocer a Israel en 2020 como parte de los llamados "Acuerdos de Abraham" que tanta polémica desataron en el mundo árabe.

Estos aires de "normalización" tranquilizan a Occidente, pero irritan sobremanera a los que bajo ningún concepto quieren ver como normal la existencia de Israel en la región de Palestina. Ya en 2018, Mousa Abu Marzouk, uno de los líderes políticos de Hamás en Gaza, había criticado a los países del Golfo Pérsico por participar en "una ola de normalización de los lazos con la ocupación israelí". Marzouk recordaba en su discurso que la Iniciativa de Paz de 2002, aprobada por la Liga Árabe al completo a petición precisamente de Arabia Saudí, exigía la creación de un Estado palestino y la firma de un acuerdo de paz.

Reconocen a Israel como país

No reconocen, actitud negociadora

Hostiles a Israel

Tal vez por eso, mientras Estados Unidos y Arabia Saudí avanzaban en las negociaciones, en Gaza e Irán se gestaba el mayor ataque a Israel de su historia. La mayor matanza de judíos desde el Holocausto nazi. A lo largo de los meses de agosto y septiembre, el régimen de los ayatolás formaba en su propio territorio a soldados de Hamás y la Yihad Islámica. Mientras, en la propia Gaza, uno de los líderes militares de Hamás, Yahya Sinwar, preparaba cada detalle de un ataque devastador que lograra poner fin a cualquier sueño de "normalización".

En un alarde de osadía, el 12 de septiembre, Hamás llegó a publicar un vídeo en el que sus tropas recreaban un ataque a gran escala casa por casa, aniquilando cuanto judío se les pusiese por delante. El Mosad pensó que estaban fardando, sin más. No le dieron mayor importancia.

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El Festival Supernova

Llega así el 7 de octubre de 2023 y amanece en el Festival Supernova. Miles de aficionados a la música psytrance, la mayoría entre los veinte y los treinta años, aún bailan al son del DJ y esbozan una sonrisa ajena al mundo. Empieza un nuevo día y acaba una nueva fiesta. Esta es la primera edición en Israel de este macrofestival que lleva veinte años triunfando en Brasil bajo el nombre de Universo Paralello. Se presenta a sí mismo como un festival por la paz, la libertad y la ausencia de fronteras, por eso se ha elegido como sede el kibutz de Re'Im, de apenas cuatrocientos habitantes y a escasos seis kilómetros del muro que separa Gaza de Israel.

Las fechas elegidas coinciden también con el final de una festividad judía, la del Sukkot, que recuerda los cuarenta años de éxodo en el desierto del pueblo de Moisés, pero no hay nada específicamente judío en la celebración.

Entre los asistentes hay jóvenes de todo el mundo, "neohippies", como se hacen llamar, que trascienden las religiones y pretenden trascender los conflictos. Su optimismo choca con la imagen de los primeros parapentes en el horizonte, justo mientras el sol se despierta, a eso de las seis y media de la mañana. Los chicos y las chicas bailan, semidesnudos, mientras los terroristas de Hamás se vislumbran en lontananza.

Durante un rato más, la fiesta sigue como si nada. Incluso cuando suenan los primeros cohetes lanzados desde la Franja, hay una cierta sensación de peligro controlado, como se puede ver en el magnífico documental #Nova, de Yes Studios. La borrachera aún no se ha convertido en resaca, pero está a punto. A eso de las ocho de la mañana, la amenaza ya es clara y la propia organización corta la música y pide a los asistentes que busquen refugio.

Pero ¿dónde? Junto a los parapentes, los terroristas de Hamás y la Yihad Islámica han roto el perímetro del recinto y han entrado con motos. No solo eso, sino que controlan las dos salidas por carretera. Los jóvenes corren por el campo esquivando las balas, se refugian en los lavabos en un silencio trágico rezando para que no pase por ahí ningún asesino. Cogen los coches y se lanzan hacia una libertad que no llega.

Durante aproximadamente cuatro horas, los terroristas son dueños y señores del festival: asesinan a 364 civiles de distintas nacionalidades y secuestran a otros 40, que transportan en sus motos o en sus camionetas, como ganado. Las violaciones en grupo están al orden del día. Para cuando llega el ejército, la mayoría ha huido ya de vuelta a Gaza.

Casa a casa, refugio a refugio

Ahora bien, el ataque no se ciñe a un solo lugar, sino a toda la frontera con Israel, incluso a sus ciudades interiores. También a las seis y media, como un despertador maldito, empieza el lanzamiento de 2.200 cohetes dirigidos a Jerusalén y a Tel Aviv y repelidos en su mayoría por la Cúpula de Hierro, el sistema antiaéreo que protege a los ciudadanos israelíes de los recurrentes ataques desde Gaza y el sur del Líbano. Al mismo tiempo, centenares de terroristas entran con sus motos en los kibutz de Kfar Aza, Re'im, Sderot, Nir Oz, Gevim o Kizum, entre otros.

Los kibutz son comunidades, en su origen agrícolas, y compuestos mayoritariamente por progresistas contrarios al gobierno de Netanyahu. Tienen sus propios medios de defensa, pero estos no llegan a tiempo y cuando lo hacen están en una clara desventaja numérica. Las familias recurren a lo que han aprendido de generación en generación: esconderse en refugios. Abuelos, padres y niños hacinados en pequeños habitáculos, a menudo bajo el suelo, en los que pretenden burlar a los terroristas.

Solo que los terroristas se saben la jugada. Van casa por casa, habitación por habitación, refugio por refugio. Disparan y disparan, queman casas enteras, queman dormitorios, queman vivos a los fugitivos, pasan por las armas a centenares de judíos durante más de 24 horas de horror -el Ejército no podrá hacerse con el control total de la zona hasta entrado el día 8- hasta dejar unos 850 muertos y otros 200 rehenes que son transportados a Gaza en previsión de que la cosa se complique.

En total, Hamás ha matado, con sus propias manos prácticamente, mirando a los ojos de sus víctimas, a más de 1.200 inocentes. Eso, en tan solo 30 horas.

"Israel está en guerra"

La masacre aún está en marcha cuando Mohammed Deif, jefe militar de Hamás, publica un vídeo en redes sociales reivindicando el ataque. Se trataría, según sus palabras, de una venganza por el continuo maltrato a los musulmanes en las cercanías de la mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén, tomada, según él, por extremistas judíos.

La "liberación" de Al Aqsa se convierte en la excusa para los 1.200 muertos y los 240 secuestrados. De hecho, la operación recibe ese nombre: "Tormenta de Al Aqsa". A las pocas horas, responde Netanyahu en primera persona: "Israel está en guerra", dice, y añade "una guerra que vamos a ganar y por la que pagarán un precio sin precedentes". En ese momento está claro que la "normalización" ha pasado a mejor vida y que Irán, voluntariamente o no, ha triunfado.

El resto de las reacciones van en la línea esperada: el presidente estadounidense, Joe Biden, llama esa misma tarde a Netanyahu, rompiendo un silencio de meses en lo que había sido una larga amistad rota por el intento del primer ministro israelí de someter al poder judicial en su beneficio. Le asegura el apoyo de su país en cualquier operación de autodefensa y ya adelanta algo que será clave en las semanas siguientes: "Después del 11-S, cometimos muchos errores… y esos errores deberían servirle a Israel para aprender lo que no hay que hacer".

Sergei Lavrov, el ministro de Exteriores ruso, condena el acto, pero se muestra sorprendentemente frío en el apoyo a un país que se había mantenido neutral, pese a todas las presiones, durante la guerra de Ucrania. Hamás y Hezbolá llaman a una guerra santa en defensa de Jerusalén y, por supuesto, Irán apoya el ataque y califica a Israel de "tumor" que hay que extirpar del suelo palestino. Incluso Recep Tayyip Erdogan, presidente turco y miembro de la OTAN, se muestra especialmente violento con Israel y defiende el derecho de autodefensa palestino. Está claro que el conflicto no se va a quedar en esa frontera.

La amenaza de los dos frentes

Israel inicia la operación "Espadas de Hierro" el mismo 7 de octubre, con un bombardeo masivo sobre la Franja de Gaza. Irán pone en alerta a todas sus milicias de la zona, pero, sobre todo, a Hezbolá. El prestigio de Hezbolá en el mundo árabe viene de que han sido los únicos en plantar cara con cierto éxito al Ejército israelí. Hasta su enfrentamiento en 2006, Israel había arrasado a prácticamente todos sus enemigos. Hezbolá, dentro de sus capacidades, resistió y dicha resistencia le permitió mantenerse en la frontera sur entre Líbano e Israel además de costarle el puesto al primer ministro hebreo Olmert. 

Desde entonces, los conflictos entre ambos bandos han sido constantes, y aunque no lo dice explícitamente, Tel Aviv teme que Hezbolá lance un ataque sobre Cisjordania y se abra un doble frente. Lo teme, básicamente, porque es lo que ha dicho su líder Hasan Nasrala: "En cuanto Israel ponga un pie en la Franja de Gaza, haremos nuestros los territorios de Cisjordania". ¿Está preparado Israel para una guerra de esa magnitud? ¿Hay que descartar que las demás milicias proiraníes del llamado Eje de la Resistencia ataquen desde sus posiciones de Siria e Irak?

Sin embargo, el 8 de noviembre, Nasrala da un discurso televisado en el que afirma: "Muchos esperaban que hoy anunciáramos la declaración de guerra contra Israel… pero lo cierto es que llevamos en guerra con Israel desde el mismo 8 de octubre". Mucho ruido y pocas nueces. En esencia, lo que viene a decir Hezbolá es que no cuenten con ellos, que no quieren un conflicto armado a gran escala.

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Hamás ha equivocado el momento y se encuentra ahora sola en la defensa de su dominio de Gaza, un dominio que dura desde 2006, cuando ganaron las elecciones e inmediatamente expulsaron por las bravas a los representantes de Fatah y la Autoridad Nacional Palestina.

Divide y vencerás

El discurso de Nasrala llega diez días después de que Israel haya entrado en la Franja con sus tanques y sus bulldozers, tomando en cuestión de pocas horas casi toda la carretera N-10 y estableciendo un perímetro de seguridad de este a oeste que permite a sus tropas dividir los ataques: primero, hacia el norte y luego, hacia el sur. El objetivo militar es aislar poco a poco a Hamás con esta división terrestre, pero Hamás sigue activa en los túneles bajo tierra que Israel no consigue controlar.

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Los objetivos políticos son dos: acabar con Hamás por completo y liberar a todos los rehenes secuestrados el 7 de octubre. Pronto se verá que no es tan fácil. La cifra de muertos no deja de subir entre los civiles palestinos, con todas las reservas que uno pueda tener cuando la fuente es el Ministerio de Sanidad de Hamás y quien certifica los datos es la UNRWA, caída en desgracia por su colaboración con los terroristas. Sin embargo, todos los muertos, todos los bombardeos, todos los hospitales y escuelas arrasados, no consiguen que Israel avance en lo que de verdad importa: Mohammed Deif sigue vivo y desafiante. Lo mismo que Yahya Sinwar y su hermano Muhammad.

Israel acabará conquistando Gaza City sin un elevado número de bajas. A continuación, se lanzará a por Jan Yunis, en el sur. Todo será inútil. Después de matar a cerca de 30.000 palestinos, no hay manera de encontrar a los rehenes. Los únicos que han vuelto a casa han sido los que se intercambiaron por presos durante el alto el fuego de cinco días de finales de noviembre. Desde entonces, nada. Cuando, casi por casualidad, las IDF encontraron a tres de los secuestrados, los mataron a sangre fría. El incidente se lamentó, pero apenas llegó a investigarse.

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Del Mar Rojo al Golfo Pérsico

En estos cuatro meses, Israel ha conseguido controlar las calles de la Franja de Gaza en su práctica totalidad. No así los túneles. Se calcula que el 80% se mantienen intactos. Sobre tierra, le queda solamente terminar la conquista del Hospital Al Nasser, en Jan Yunis, y adentrarse en Deir-Al-Balah. El ministro de Defensa, Yoav Gallant manifestó esta misma semana su intención de perseguir a los terroristas hasta la ciudad de Rafah, justo en la frontera con Egipto, pero dicha operación podría tener unas consecuencias diplomáticas terribles…

Y es que, pese al empeño de Estados Unidos y en especial de su secretario de Estado, Antony Blinken, quien ha visitado la región hasta cinco veces en estos cuatro meses, Israel ha cometido todos los errores que cometió la administración Bush tras el 11-S: un exceso de fuerza injustificado, poco controlado y sin un objetivo claro. Además, como era de esperar, su desproporción ha justificado a Irán para movilizar a sus distintas milicias y activar el conflicto por todo Oriente Medio, llevando la situación al límite.

Desde el mes de octubre, hemos visto, además de los habituales enfrentamientos de Hamás y Hezbolá con Israel, ataques sobre bases proiraníes en Irak y Siria, misiles sobre Beirut e incluso un ataque del casi desaparecido Estado Islámico en el sur de Irán con motivo del cuarto aniversario de la muerte del general Solemaini. Desde la guerra con Irak, nadie había atacado a Irán en su propio territorio.

Por su parte, los ayatolás han respondido por vía interpuesta: el Eje de la Resistencia atacó recientemente con drones las bases de Estados Unidos en Jordania, provocando la muerte de tres soldados y una promesa de venganza de Biden que aún sigue pendiente. Ambos países dicen querer evitar el enfrentamiento directo, pero cada vez dicho enfrentamiento parece más cerca.

En la entrada del mar Rojo por el Golfo de Adén, los hutíes llevan meses disparando contra buques mercantes y acorazados de todo tipo de países. Las represalias de la coalición liderada por Estados Unidos y Gran Bretaña han atemperado un poco los ánimos, pero el conflicto sigue vivo y a punto de estallar en cualquier momento.

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El final que no llega

El problema es que, además, el final de la guerra no se ve cerca. Qatar, cuyas relaciones con Estados Unidos son inmejorables… y que a su vez no solo hospeda a importantes líderes de Hamás sino que financia a los terroristas con sus petrodólares, sigue volcado en un plan de paz que agrade a las dos partes. Lo mismo se puede decir de Egipto, que se ve venir una riada humana imposible de controlar, y de Estados Unidos, consciente del enorme peligro de una guerra regional cuando a la vez intenta contener a Rusia en Ucrania y a China en Taiwán… por no mencionar los potenciales arrebatos nucleares de Kim Jong-Un.

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Ahora bien, ambas partes siguen mareando la perdiz. Cuando unos aceptan un acuerdo, los otros se niegan y viceversa. Hamás quiere que Israel abandone su territorio y se empiece a negociar un estado palestino, supuestamente bajo su control. Israel no quiere ni hablar de eso y solo acepta un alto el fuego con intercambio de rehenes. Se calcula que en estos meses ha muerto el 20% de los que no fueron liberados en noviembre. El tiempo se agota para una solución estable. Desgraciadamente, no se atisban nada más que parches más o menos temporales.