Donald Trump recibe en la Casa Blanca al primer ministro húngaro, Viktor Orbán. Reuters
Trump impulsa la reelección de Orbán en 2026 al permitir que Hungría sea el único país de la UE que pueda comprar gas ruso
El presidente de EEUU extiende a su aliado húngaro una exención de un año para darle oxígeno de cara a unas elecciones en las que, por primera vez en quince años, no parte como favorito.
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Viktor Orbán presenció el pasado domingo el partido de la Premier League que enfrentó al Manchester City contra el Liverpool desde el palco del Etihad, invitado por el presidente de la entidad mancuniana, el magnate emiratí Khaldoon Al Mubarak. El primer ministro húngaro no pudo celebrar la victoria de su compatriota, Dominik Szoboszlai, titular indiscutible en los reds y gran estrella del combinado magiar. No pareció importarle demasiado, sin embargo. Venía de celebrar su triunfo particular un par de días antes en Washington.
Aunque Orbán celebró como celebra quien se sabe perdedor. El primer ministro húngaro sigue por detrás en las encuestas de Péter Magyar, un antiguo militante del Fidesz reconvertido en su más feroz opositor a la cabeza de Respeto y Libertad (Tisza, por su acrónimo en húngaro). No termina de coger el impulso necesario Orbán para revalidar un quinto mandato consecutivo (que sería su sexto en total) en las elecciones de abril de 2026.
En los sondeos más desfavorables para el líder del Fidesz, Magyar lidera con una ventaja de más de ocho puntos. La cosa parecía perdida. Hasta que su "querido amigo" Donald Trump entró en escena para sacarle de apuros. Durante su visita oficial del pasado viernes a la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos le lanzó un bote salvavidas en forma de exención para seguir comprando gas y petróleo ruso.
Hungría no tendrá que tener en cuenta las sanciones que Washington impuso a finales de octubre a las dos principales petroleras rusas, Lukoil y Rosneft, motivadas por el fracaso de los preparativos de la cumbre que Trump y Putin pretendían celebrar, precisamente, en Budapest.
La petrolera húngara Mol no tendrá que detener de inmediato las importaciones de crudo que llegan a través del gasoducto de Druzhba porque Orbán consiguió el principal cometido de su visita. La exención.
El líder del Fidesz aterrizó en Washington con la necesidad de "salvar al país de las facturas de servicios triplicadas y de la gasolina a mil forintos", y argumentó frente a Trump que las compras de energía rusa por parte de Hungría sólo representan el 0,2% de las exportaciones de Moscú.
Es decir, que la importación húngara no tiene, en la práctica, la suficiente relevancia como para meter en cintura a un Vladímir Putin reacio a negociar la resolución de la guerra de Ucrania en los términos que exige la Casa Blanca. Y se salió con la suya.
Orbán presencia el Manchester City contra el Liverpool desde el palco del Etihad. Reuters
Pero Washington y Budapest tienen versiones distintas sobre la duración del salvoconducto. El ministro de Exteriores de Orbán, Péter Szijjártó, sostiene que no existen limitaciones temporales de ningún tipo, mientras que el secretario de Estado, Marco Rubio, aclara que la exención será válida hasta octubre de 2026.
El propio Rubio reconoció, en cualquier caso, que sería "extremadamente traumático" para la economía húngara interrumpir el suministro "de inmediato". La cuestión de fondo es que el acuerdo es sólo verbal. No hay documentos firmados.
"La palabra de quien está por encima es la que cuenta", reconoció Orbán en la entrevista de cada viernes en el programa Buenos días, Hungría de la radio pública Kossuth, donde apuntó que la exención seguirá en vigor mientras Trump permanezca en la Casa Blanca y él sea primer ministro. "Este es un acuerdo personal entre dos líderes. Los burócratas escriben lo que escriben, pero eso no tiene importancia", insistió.
Así, se cubre las espaldas hasta después de las elecciones de abril. "El interés de Orbán es asociar estos acuerdos a su persona", resume, por si quedaban dudas, el analista Mátyás Bódi.
"¿Qué ofreció Orbán a cambio?", se preguntan los húngaros. Él les responde que nada. "No pagamos ni un céntimo, porque al presidente de los Estados Unidos le gustan los húngaros", remarcó este viernes en los micrófonos de Kossuth.
En realidad, Orbán prometió a Trump que, en los próximos cinco años, compraría más gas natural licuado de Estados Unidos (unos 2.000 millones de metros cúbicos) bajo el pretexto de diversificar sus fuentes de energía.
De todos modos, Hungría deberá garantizar tarde o temprano que su suministro energético no bebe de fuentes rusas. Porque la prórroga es sólo eso. Una prórroga. Incluso el propio Zsolt Hernádi, presidente y director general de Mol, parece tenerlo asumido, según informa la prensa húngara independiente.
Ni Estados Unidos ni la Unión Europea están por la labor de permitir que ningún aliado occidental obtenga petróleo ruso. En Bruselas tienen el objetivo de desconectarse por completo de su gas a partir de 2028. Por eso, el conductor del programa Buenos días, Hungría le preguntó para qué servía la exención de Trump si la Comisión había adoptado esta medida.
Orbán respondió la pregunta con un gran anuncio: presentará una denuncia ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea por la prohibición de importar gas ruso.
"Por supuesto que vamos a demandar, no nos resignamos; con varios medios voy a luchar en el frente de Bruselas por las tarifas húngaras", afirmó este viernes. "No aceptamos esta solución obviamente ilegal, contraria a los valores europeos, elegida por Bruselas para bloquear a un gobierno nacional que no está de acuerdo con ella".
Este marco le sirve a Orbán para presentarse como el único líder europeo capaz de dialogar con Putin. En la radio pública, el primer ministro húngaro repitió una vez más que los preparativos de la cumbre en Budapest siguen en pie. Luego divagó durante varios minutos, según la crónica del diario Telex, sobre los diez años que ha tenido que invertir en mejorar las relaciones con Rusia para sortear los obstáculos de la historia. Una década esperando este momento.