Un hombre camina entre los escombros de un centro comercial bombardeado en Kiev.

Un hombre camina entre los escombros de un centro comercial bombardeado en Kiev. Reuters

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Por qué Putin se olvida de Kiev como gran objetivo: retirada calculada o incapacidad militar

Rusia ha dejado de ser un país más, un posible aliado comercial, una excéntrica autocracia, y se ha convertido de nuevo en el enemigo.

26 marzo, 2022 03:49

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Kiev nunca fue el objetivo y Oceanía nunca ha estado en guerra con Eurasia. El pasado jueves advertíamos de la innecesariedad de flirtear con un conflicto nuclear cuando Putin ya podía dar la guerra por ganada rebajando los objetivos iniciales y conformándose con lo logrado por sus tropas en el sudeste de Ucrania. Menos de veinticuatro horas después, Rusia ha anunciado el final de la "primera fase" de la operación militar después de afianzar su posición en Crimea, crear un corredor hasta Donetsk y Lugansk y reforzar así sus posiciones en el Donbás. Le ha costado un mes, y miles de bajas, pero puede vendérselo a su opinión pública y se lo van a comprar sin rechistar.

De esta manera, y a la espera de en qué pueda consistir exactamente la segunda fase de la "operación militar especial" -entendemos que ampliar ese corredor, castigar aún más a las tropas del Batallón del Azov, terminar de tomar Mariúpol y acabar con la resistencia aún activa en Donetsk-, el mundo respira aliviado después de una semana de verdadera tensión. ¿Ha tenido que ver en la decisión de Putin la demostración de fuerza de la OTAN en Bruselas? Probablemente. En el momento en el que Joe Biden insistió en que no iba a permitir ninguna agresión a ningún territorio de la Alianza y no iba a tolerar el uso de armas químicas, Putin solo tenía dos caminos: la huida hacia adelante en forma de ataque nuclear o conservar lo poco que ha conseguido en lugar de arriesgarse a perderlo todo.

Fuera de Rusia, todos sabemos que la operación ha sido un desastre. Si nadie apostaba por que Ucrania consiguiera conservar su independencia un mes después del inicio de las hostilidades, menos aún se contemplaba que mantuviera cuatro quintos de su territorio. Lo que ha conseguido Putin y al precio que lo ha conseguido deja en ridículo a la fuerza militar rusa, aunque es indudable que, si uno de los objetivos colaterales era asustar a Occidente y lanzar una especie de "aquí estamos de nuevo", lo ha cumplido. Veremos en qué acaba la cosa en términos comerciales y qué pasa con las sanciones si se acaba alcanzando un alto el fuego.

Una sensatez forzada por la necesidad

Ahora bien, ¿es cierto que el objetivo de Rusia era simplemente "desnazificar" el Donbás y evitar el "genocidio" de la población rusófona de Donetsk y Lugansk? Está claro que no. Putin siempre podrá alegar que él nunca dijo lo contrario y que fue suficiente ambiguo en sus objetivos como para no tener que rendir cuentas por lo que no prometió. Rusia colocó ciento cincuenta mil tropas no solo junto a la frontera este de Ucrania -el citado Donbás- sino a pocos kilómetros de Járkov. Después, dejó decenas de miles de soldados en Bielorrusia para facilitar un ataque sobre Kiev. A las veinticuatro horas, ya habían ocupado uno de los aeropuertos militares cercanos a la capital.

Los primeros bombardeos sobre Odesa datan de ese primer día, aunque no continuaron hasta fechas más recientes. Ocasionalmente, se ha atacado Leópolis y otras zonas del oeste, aunque es cierto que sin presencia de tanques ni de infantería. Todas las evidencias apuntan a que la idea era un ataque en todo el país con la intención de controlarlo por completo. Igual que nunca se mencionó la palabra "invasión", tampoco se mencionó la palabra "Donbás" sino "Ucrania". Era una operación liberadora de Ucrania, no de dos de sus regiones que, de todos modos, ya estaban bajo el control parcial de los separatistas rusos.

Soldados rusos capturados cerca de Kiev

Rusia ha perdido muchas vidas en lo que va de guerra y ha perdido muchísimo material armamentístico. No tiene sentido decir ahora que lo ha hecho a propósito. La idea era tomar Kiev, deponer a Zelenski y colocar un gobierno títere con el que negociar una paz favorable a los intereses del Kremlin. Si eso no se va a dar, no es por estrategia, es por incapacidad. Rusia no tiene manera de entrar en Kiev y ha acabado dándolo por imposible. De hecho, es muy probable que las recientes contraofensivas del ejército ucraniano en la zona que rodea a la capital tengan más que ver con una retirada parcial de las tropas rusas.

Para ganar la guerra tal y como estaba planteada en un inicio, Putin tenía que cruzar demasiadas líneas rojas. Las operaciones convencionales no estaban sirviendo para avanzar en el 80% del país. Puesto ante la tesitura de parar, reorganizar sus fuerzas y asegurar los territorios ocupados o lanzarse a una escalada contra occidente sin red alguna, ha elegido lo primero. Es lo más sensato. Reconocer tus carencias y plantarte. Tiempo habrá para retomar esta operación y completarla en los términos pensados originalmente. No siempre va a encontrarse Rusia a una Europa tan unida ni a un presidente estadounidense tan terco. Basta imaginarse lo que podría haber pasado de haber estado Donald Trump al frente de la Casa Blanca.

La guerra no ha acabado

¿Significa esto que la guerra ha acabado? En absoluto. Significa que Rusia es consciente de sus limitaciones y las acepta -una señal de cordura que nos tranquiliza a todos- y significa que Ucrania ha conseguido, al menos a corto plazo, garantizar su independencia como estado. Puede que ahora le parezca poco, pero hace un mes lo habría firmado sin duda alguna. Ahora bien, las hostilidades continuarán. El alto mando del ejército ruso no ha anunciado un alto el fuego ni una tregua ni nada parecido. Simplemente, da por concluida la primera fase de la liberación del Donbás. Eso también es suficientemente ambiguo, si se piensa.

Es de entender que lo que viene estos días es el relevo de buena parte de las tropas que empezaron la guerra en el sudeste de Ucrania, el establecimiento de cadenas de suministro por toda la zona del Mar de Azov desde la propia frontera rusa, la creación de estaciones militares fijas para dominar el territorio ocupado y combatir a los insurgentes y la toma definitiva de la ciudad de Mariúpol, que aún sigue parcialmente bajo control ucraniano sin que nadie se explique cómo ha resistido tres semanas así.

Queda también la cuestión de Járkov. En lo que se da a entender por el nacionalismo ruso como la "Novarosiya", la "Nueva Rusia", Járkov es una pieza clave. Es, también, una de las ciudades con las que Putin ha sido más cruel y la segunda en población de toda Ucrania. Seguramente, el ejército seguirá bombardeando en busca de una rendición, como es muy probable que mantenga cierta presión sobre Kiev. A Rusia no le interesa que Ucrania se recomponga ahora que va a recibir armamento de la OTAN y de la Unión Europea. Hay que seguir desgastando en todos los frentes y aprovechar la ventaja de la fuerza bruta.

Una calle de Mariúpol destrozada.

Una calle de Mariúpol destrozada. Reuters

Sí es posible que, una vez tomada Mariúpol y, desde luego, si Rusia consiguiera el control de Járkov, Putin accediera a una reunión con Zelenski para negociar un acuerdo de paz. Rusia ya tiene suficiente ventaja sobre el tablero como para al menos exigir el reconocimiento de Crimea y la autonomía del Donbás, lo que en la práctica supone dejarlo en manos rusas, como sucede con Transnitria en la frontera con Moldavia. No sabemos cuáles son sus intenciones respecto al corredor del Mar de Azov. ¿Pretende Rusia quedarse con todo lo que ha destrozado? ¿Quedará como tierra yerma o habrá una reconstrucción?

¿Hasta dónde puede ceder Ucrania?

Por otra parte, hay que esperar a ver qué decide Zelenski. ¿Piensa Ucrania que tiene alguna posibilidad de ganar la guerra? No ya de conservar su independencia y casi todo su territorio, lo que, para todos los expertos, ya es una victoria colosal, sino ganar sin ambigüedades, es decir, echar al ejército ruso de su territorio y devolverlo a las fronteras del 24 de febrero. Si lo piensa, movida por el entusiasmo y la adrenalina, se equivoca. En rigor, es imposible ganarle una guerra a una potencia nuclear. Es posible empatársela. Es posible aguantar hasta que se cansen y se pongan a otra cosa, pero ganar está fuera de su alcance.

Dicho esto, no sé si el gobierno del país está dispuesto a renunciar sin más a Crimea y al Donbás. Ya ha renunciado públicamente -con enorme pesar, eso sí- a seguir pidiendo la entrada en la OTAN, pero dejar que la frontera con Rusia se sitúe oficialmente tan cerca de Kiev no parece aceptable. Todo apunta a que Ucrania también va a seguir luchando y resistiendo y que solo aceptará un acuerdo que garantice que no habrá más operaciones de este tipo -si es que eso se puede garantizar con Putin de por medio- y, desde luego, le permita alguna clase de acceso al Mar del Azov, importantísimo para sus exportaciones.

No va a ser nada fácil poner de acuerdo a dos países que creen que han ganado la misma guerra y que, en parte, llevan razón. Ucrania ha puesto los muertos, los refugiados y el sacrificio. ¿Todo esto para una paz mal negociada? Nadie se lo perdonaría a Zelenski. Ahora bien, igual que Putin parece haber aceptado cuáles son sus posibilidades, Ucrania, tarde o temprano, debería entender cuáles son las suyas. Si se queda como está ahora mismo, habrá triunfado. Sin matices. Nadie podrá poner una pega a su heroísmo. Seguirá la amenaza durante años, pero habrá salvado la primera bola de partido.

En cuanto a Occidente, este mes debe servir para perder la inocencia. Son muchas generaciones las que se han criado en la paz absoluta y al menos dos ya las que han vivido al margen de la Guerra Fría. Pues, bien, aquí está de nuevo, solo que la frontera de uno de los bloques ya no está en Berlín Oriental sino en Donetsk. Es una enorme ventaja. Rusia ha dejado de ser un país más, un posible aliado comercial, una excéntrica autocracia, y se ha convertido de nuevo en el enemigo. Cómo debe materializarse la defensa ante esa amenaza está por verse, pero ya nada volverá a ser como antes. El próximo ataque nos tiene que pillar aún más preparados.