Margarita Márquez, comisaria de la exposición, junto a dos fotos de María de Maeztu.

Margarita Márquez, comisaria de la exposición, junto a dos fotos de María de Maeztu. Sara Fernández

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Margarita Márquez, historiadora: "A María de Maeztu las dos Españas le helaron el corazón"

La comisaria de la exposición sobre la Residencia de Señoritas en la Fundación Ortega-Marañón reivindica a esas mujeres "con valores y valor para abrirnos el camino".

15 febrero, 2023 02:15

Comisariada por la historiadora Margarita Márquez, Motor de igualdad: Residencia de Señoritas (1915-1936) es una de las tres exposiciones que inauguran el nuevo edificio de la FOM (Fundación Ortega-Marañón) y su nueva etapa. Lo excepcional es que la Residencia se ubicó en este mismo lugar y algunos de sus edificios permanecen.

[La Fundación Ortega-Marañón reivindica la figura de María de Maeztu y Whitney]

Muchas de las fuentes —cartas, recibos, nóminas, fotografías, programas de conferencias…— provienen del archivo de la Residencia. Escondido durante la Guerra Civil, fue descubierto en una reforma de la sede de la Fundación Ortega en 1983. Con su presidenta, Soledad Ortega Spottorno, trabajó Márquez como investigadora.

Desde su infancia, Soledad fue una asidua de la Residencia. Como vivía en Madrid, no se alojó en ella. Pero asistía a las actividades, a las conferencias, a los tés, a las clases extraordinarias… También hablaba mucho de María de Maeztu, recuerda Márquez.

María de Maeztu es el espíritu de la Residencia de Señoritas, institución que dirigió durante sus 21 años de existencia. Esta mujer inteligente, voluntariosa, entregada, que tanto hizo por la educación de las mujeres en España, merece un lugar memorable en nuestra historia. La exposición reivindica su figura y la de tantas mujeres que nos abrieron el camino.

¿Cuál es la génesis de la Residencia de Señoritas?

En 1910, para fomentar los estudios universitarios a los no residentes en Madrid, la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), presidida por Ramón y Cajal, crea una Residencia de Estudiantes al estilo de las británicas y, cinco años más tarde, la Residencia de Señoritas.

Nombran directora a María de Maeztu, probablemente la persona mejor preparada para el cargo. Además, había sido tres veces pensionada para cursar estudios en Bélgica, Inglaterra y Alemania. Era una mujer resuelta y muy trabajadora. Enseguida, nombró patronos de la Residencia a padres que tenían hijas en edad de estudiar.

¿Con cuántas estudiantes empezó?

Con tres. Ese curso académico, 15-16, terminó con 33. En el curso 17-18 hubo tanta demanda que María convenció a la JAE para alquilar los espacios del International Institute for Girls, donde ella era profesora. A las bostonianas no les llegaba el dinero de EE.UU. a causa de la 1ª Guerra Mundial.

Y viendo que las chicas no cabían en estos espacios, se encargó a Carlos Arniches hacer un edificio específico para la Residencia. Era una época de vanguardia. El edificio, la máquina de lavar, la radio, el tranvía… Una parte de España cambiaba drásticamente.

¿Cuáles son los orígenes familiares de María?

Los Maeztu tenían grandes bienes en Cuba. Durante la Guerra de Cuba, el padre marcha a la isla para desbloquear sus negocios. Allí murió dejando a su compañera —no estaban casados—, Juana Whitney, con cuatro hijos y sin dinero.

De ahí que Ramiro de Maeztu, el mayor, no terminara su carrera universitaria. Para mantenerse, Juana, hija de un embajador inglés, puso en Bilbao una escuela de señoritas y otra para niños. En ello participó María, que alternaría desde muy joven el trabajo con el estudio de Magisterio.

Pero continuó estudiando. Además, era políglota.

Al suprimirse las trabas legales de acceso a la Universidad para la mujer, en 1910 se matriculó en Filosofía y Letras. Sus dos grandes maestros, Unamuno y Ortega, marcaron su filosofía y su pedagogía.

Pensionada por la JAE, estudiará con los maestros de Ortega en Alemania. Ya hablaba perfectamente inglés y francés. Y español, lógicamente.

La Residencia era el proyecto vital de María de Maeztu. ¿Cuál fue el modelo?

Ella bebió de varios modelos y realizó uno propio. Se nota la inspiración de la Institución Libre de Enseñanza en los laboratorios, la importancia de la educación física… Pero ella concibió una educación íntegra.

Las mujeres que llegaban a la Residencia apenas habían salido de sus casas. Les enseñaba a tomar el té, a bailar, a comportarse. María dio mucha importancia a los idiomas —francés e inglés— y estableció un programa de intercambio y becas con diferentes colleges americanos.

Gracias a ello, muchas entraron en EE.UU. como profesoras de pleno derecho y, durante la Guerra Civil, Pedro Salinas encontraría allí su primer trabajo. También María recogió de estas universidades el concepto de sororidad, es decir, la fraternidad entre mujeres.

¿Y el fomento de la lectura?

La biblioteca era probablemente el gran santuario de la Residencia. Se leía para estudiar, para el ocio y para la actualidad: había periódicos, revistas nacionales e internacionales. Y si no se leía, se avisaba a la directora y a los padres.

Lo mismo con la asistencia a las conferencias y al té. En la exposición tenemos entradas para ir a ver a Einstein o a Howard Carter —lo mejor de lo mejor que pasaba por Madrid— y las chicas tenían la oportunidad y la obligación de escucharlos.

Marie Curie dio la conferencia en la Residencia de Estudiantes, pero se hospedó en la de Señoritas. Con ella y con su hija Irene, también premio Nobel, las residentes tomaron el té.

¿Qué tipo de alumna venía? ¿De qué clase social?

De todo. Si hablamos de intelectualidad, media alta y muy alta. Hay muchas hijas de tenderos, fabricantes… De clase alta, alguna. También norteamericanas, coincidiendo con el auge del hispanismo en EE.UU. Tenían de referencia a María y el vecino Institute for Girls.

Recuerdo una carta de un conservero del norte en la que le decía a María que, si por un revés de la vida empobrecía, quería para sus hijas otro tipo de destino profesional que no fuese el de las que él contrataba para limpiar espinas.

Me ha sorprendido que la bibliotecaria cobrara más que la directora.

María era una mujer muy honesta. Tenía su sueldo de maestra nacional y no quería cobrar más del Estado. De hecho, no cobraba por dirigir la sección de primaria del Instituto Escuela, de la que saldría una gran cantera de españoles.

Era muy trabajadora. Había un cartel en el que se comunicaba que recibía todos los días a las alumnas de la Residencia, excepto los sábados de 3 a 5.

¿Las clases eran en la Residencia o en la Universidad?

Las dos cosas. Al principio muchas residentes no tenían permiso de sus padres para ir a clase y se examinaban por libre. María puso clases de refuerzo para preparar a estas chicas.

Por ejemplo, María Zambrano daba clase en la Residencia de Señoritas, no en la Universidad. Enseñaba Filosofía de la Estética. También daban clase Américo Castro, María Goyri y Menéndez Pidal… Ellos dos eran los padres de Jimena, una de las fundadoras del Colegio Estudio.

En las fotos casi todas las residentes llevan un corte de pelo parecido.

Sí, es el de la mujer liberada. Una liberación de finales de los años 20, para estudiar, trabajar y, sobre todo, conseguir la libertad remunerada. Es lo que pedía Virginia Woolf: “Una habitación propia y un sueldo”. Suele olvidarse la última parte.

Algunas imágenes y documentos expuestos.

Algunas imágenes y documentos expuestos. Sara Fernández

También en fotografías, las residentes transmiten entusiasmo, ilusión por aprender. Eran conscientes de que estaban abriendo un camino.

Y que estaban siendo miradas con lupa, pero estaban bien respaldadas. Si ves cualquier listado de los asistentes al té, siempre a las 17:30h, están todos. Alberti, Ortega, Pérez de Ayala, Marañón, Bergamín… García Lorca, a su vuelta de América, hizo la primera lectura de Poeta en Nueva York aquí, en una fiesta de la literatura y del arte.

¿Qué normas había en la Residencia?

Muchas. Se pueden resumir en sentido común y responsabilidad. Me gusta mucho una frase de Gandhi que, como sabrás, bebía de las sufragistas inglesas. Decía que cada derecho llevaba inherente un deber. Estas chicas lo sabían. A mayor formación, mayor responsabilidad. Había muchas normas también, porque se jugaban el cierre.

Era una apuesta. De hecho, cada vez que estas chicas salían más tarde de las 20:30h, tenían que hacerlo con permiso de la directora, de los padres, y con un motivo. Si se producía un escándalo, malas notas, si se colaba un chico, podían cerrar la Residencia. Eran mucho más estrictos que con la Residencia de Estudiantes.

Me ha llamado la atención la correspondencia entre los padres y María. Siguen con mucho interés la educación de sus hijas.

Si escribía la madre es que había pasado algo malo, o era viuda o no existía padre. Estudiar y traerlas a Madrid de provincias era un esfuerzo económico. El dinero se destinaba antes a los hijos.

Las hijas tenían otras salidas, casi siempre a través del matrimonio. Los padres, por si acaso el matrimonio salía mal, querían darles algunas alas. Y esas alas eran el conocimiento.

No era tanto el dinero, porque hasta los años 80 del siglo XX, la mujer no fue dueña de su potestad notarial. No podía ir al notario sin su padre, su marido o su hermano. Estas mujeres luchaban, y es lo que reivindico a la entrada, contra la minoría permanente de las mujeres.

¿En qué se traducía el feminismo de María de Maeztu?

Era un feminismo sufragista, de una mujer que había nacido en la penúltima década del siglo XIX. Quería igualdad de derechos y oportunidades, igualdad de acceso a los estudios y al trabajo, voto y libertad económica para que la mujer generase sus propios recursos.

Todo ganado por el propio esfuerzo. No entraba en la esfera privada. Nadie lo hacía aquellos años. Esto ha generado choques con las nuevas olas de feminismo.

¿Podría nombrar mujeres que pasaron por la Residencia como alumnas, profesoras o conferenciantes?

Es más fácil decir quiénes no estaban porque María supo atraer a todas. Artistas, músicos, médicos, científicas, escritoras: Delly Tejero, Maruja Mallo, María Blanchard, Ángeles Santos, Sofía Novoa, Elisa Soriano, Carmen Martín Sancho, Felisa Martín Bravo, Dorotea Barnés, Carmen de Burgos, Pardo Bazán, Concha Espina, Carmen Conde, María Goiri, Zenobia Camprubí…

Victoria Kent fue residente de la primera hornada. Clara Campoamor no, pero sí conferenciante y una de las grandes asiduas a esta casa. Ese relato de la idoneidad o no del voto de la mujer también se discutía en esta Residencia.

Probablemente, aquí se lamentó del horror que tuvo que pasar el día que consiguió el voto para 7 millones de españolas. La odió todo el mundo, las izquierdas y las derechas. Lo narró en el libro Mi pecado mortal.

En 1928 se celebró el 12º congreso de la Asociación Internacional de Mujeres Universitarias en España.

La Asociación Internacional contó con María desde un principio. La conocieron durante su gira en 1919 por distintos colleges de EE.UU. Allí fue nombraba Doctor Honoris Causa. Las asistentes dieron conferencias por todas partes, pero se alojaban aquí, tomaban el té con las residentes y debatían muchas cuestiones.

El pacifismo fue de la mano de estas feministas de la primera época. También se organizaron viajes. En aquella época las mujeres viajaban muy poco. Me gusta imaginarme cómo debió ser, a ojos de los autóctonos, ese tour por Andalucía: cuarenta y tantas mujeres de distintos países visitando la Alhambra. Y, en 1930, las Residentes fueron a Marruecos.

¿Cuáles eran los principales obstáculos que encontraban en la vida profesional? ¿Cuántas mujeres trabajaban después de estudiar?

No tengo las cifras exactas. Aventuro que menos del 50% trabajaban. Depende de sus situaciones vitales. Pero el problema era, sobre todo, social. Cada vez había menos barreras legales, pero muchos prejuicios.

La gente no confiaba en las mujeres como profesionales cualificadas. Por eso fomentó María el espíritu de sororidad. Crear una red de apoyo para afrontan tantas dificultades. De ahí surgió también la idea de crear el Lyceum Club. María, Zenobia, Victoria Kent, Isabel Oyarzábal, que fue nuestra primera diplomática…

Un lugar cerrado más allá de las aulas y de la universidad, donde las mujeres pudieran expresarse con fines de progreso, cultura, intelectualidad y arte, sin que nadie las prejuzgara. Tuvo grandes defensores y detractores.

Margarita Márquez, en otro rincón de la exposición.

Margarita Márquez, en otro rincón de la exposición. Sara Fernández

¿Qué ha quedado de la Residencia de Señoritas?

Aunque sea triste decirlo, poco. En 2023, falta cultura del esfuerzo. Estamos intentando reivindicar esos referentes, porque creo que todos necesitamos líderes con valores y valor para abrirnos el camino. Ellas lo hicieron. Avanzaron mucho y fueron muy generosas. María de Maeztu, la primera.

María murió en Mar de Plata (1948), cuando preparaba el regreso definitivo a España.

Tras el estallido de la Guerra Civil, María que estaba en Francia, volvió a Madrid. Cuando detuvieron a su hermano Ramiro, ella dimitió de forma voluntaria u obligada. Temiendo por su vida, dejó Madrid. Su hermano era asesinado dos semanas después.

En 1945 y 1947, vuelve a España con motivo de la muerte de su madre y de su hermano Gustavo. La Residencia de Señoritas se ha convertido en el Colegio Mayor Teresa de Cepeda. Lo dirige una de sus antiguas residentes, Matilde Marquina. María intentará verla, pero no la recibe.

La exposición termina con el poema de Antonio Machado “Españolito que vienes al mundo […] una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.

A María no es que se lo helara una, se lo helaron las dos. Se quedó sin sitio en el mundo.