Doctor en Ciencias Biológicas, el paleoantropólogo José María Bermúdez de Castro está reconocido como uno de los nombres cimeros de la ciencia española. Hombre moderado, responsable, dialogante, ha publicado Dioses y mendigos (Crítica), libro que figura destacado entre los mejores que he leído en los últimos diez años.

Se comprende el prestigio que consolida la figura de Bermúdez de Castro. Su escritura, además, es excelente, austera en la adjetivación y la metáfora, certera en la sintaxis, de clara expresión frente al habitual fárrago de muchos científicos.

Bermúdez de Castro le da la vuelta a la expresión religiosa y considera que es el hombre el que creó a Dios a su imagen y semejanza. Relata la historia de Damocles para concluir con Dominic Johnson en la realidad de las religiones. En ellas existen una serie de deidades que vigilan sin descanso nuestro comportamiento. Desde los nativos de las islas Tanna y Yasawa hasta los pobladores de la República de Tuvá se encuestó a 35.400 personas demostrándose la permanencia de las tradiciones culturales populares en la absorción del cristianismo, del hinduismo y del budismo.

Impresiona, en este libro de interés que no decae en sus 400 páginas, el estudio de la diversidad genética producida por mutaciones

Dioses y mendigos da respuesta a centenares de dudas sobre la evolución del hombre y abre a su vez docenas de interrogantes que se quedan sin respuesta. Estudia Bermúdez de Castro el Homo sapiens, el Homo erectus y el primate bípedo, así como el tamaño y las características del cerebro.

Se refiere a los neandertales, los denisovanos y los humanos de hoy. Intensifica sus reflexiones sobre la inteligencia artificial y trata de sortear ese rasgo exclusivo de los humanos que es el lenguaje con el anatomista Phillip Tobias, las áreas de Broca y Wernicke y los estudios de Ignacio Martínez Mendizábal.

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El chimpancé permanece ajeno a la palabra a pesar de que el Consorcio Internacional por el Estudio del Genoma concluyó que compartimos con él el 99%. Con el sosiego y la objetividad que le caracteriza, Bermúdez de Castro cuestiona el dato y se refiere a su conversación con Marquès-Bonet: esa cifra podría llegar al 10%, lo que modifica “el uno por ciento mágico que todos damos por hecho”.

Bermúdez de Castro se refiere a Linneo y a su libro Systema Naturae; a Leclerc, bajo el liviano peso de los 44 volúmenes de su Histoire Naturelle; para rendir homenaje a Charles Darwin y su célebre aventura en el Beagle.

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Desemboca el autor sagazmente en Teilhard de Chardin, con su síntesis “punto omega” donde se esfuerza por armonizar –el Vaticano al fondo– el sentimiento religioso con el evolucionismo innegable.

El autor de Dioses y mendigos aborda las últimas vanguardias científicas y desmenuza la actividad de Elon Musk, especialmente en la fabricación de interfaces que consiguen conectar mediante implantes el cerebro con los ordenadores. Se trata de los BMI (Brain-Machine Interface).

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Impresiona, en este libro de interés que no decae en una sola de sus 400 páginas, el estudio de la diversidad genética producida por mutaciones en el genoma durante siete millones de años. Darwin tenía razón, pero no toda la razón.

Bermúdez de Castro contempla con escepticismo el futuro, cree que el big bang del Homo sapiens ha finalizado y que la mundialización de la Humanidad es un hecho. Y como los recursos son cada vez más limitados, “que nadie espere el cese de la violencia”.

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Sabemos, según Bermúdez de Castro, que hay sobrepoblación en el planeta y un modelo inviable. No cree el autor en ciertas predicciones catastrofistas, pero pone en duda que estemos a tiempo de evitar el final que golpea ya los portones del Homo sapiens.