Lo habitual es que los libros escritos por políticos carezcan de interés. Se dedican a la exaltación de la gestión realizada o a la justificación de errores y corrupciones. "Son frutos agostados", decía Unamuno. No es el caso de Hasta aquí hemos llegado (Península), el relato que acaba de publicar Rodrigo Rato donde alienta el esfuerzo clarificador, el rigor histórico y un permanente empeño de objetividad.

Afirma Rodrigo Rato que su padre fue un monárquico de Juan III, y por lo tanto antifranquista, y que un día le presentó a Fraga, despertando en el adolescente la pasión por la política. Rodrigo Rato llegó a ocupar cargos relevantes a escala nacional e internacional, truncada su gestión por una serie de irregularidades denunciadas y acentuadas por algunos de sus compañeros. No perderá el tiempo el lector que lea este libro, escrito desde la claridad por un político de gestión abrumadoramente positiva para los intereses de España.

De Esperanza Aguirre asegura Rato que "era la voz más fuerte y crítica contra Mariano Rajoy dentro del PP". Y que se llenó de indignación cuando fracasó "en la elección de Francisco González para Caja Madrid". A Paco Cascos le trata con respeto y a Isidro Fainé con discreción. A Mario Conde, que jugó un papel relevante aquellos años, lo cita sólo de pasada. "Ni tutelas ni tutías", al reproducir esta frase de Fraga completa una actitud fuertemente admirativa hacia el ministro franquista que se pasó a la democracia. A Luis de Guindos, que le pidió la dimisión, le fustiga con nobleza, pero de forma áspera. Considera a Mario Draghi, "salvador del euro", y a José María Aznar, político de alto relieve.

[Fernando Jáuregui: foto de España del último medio siglo]

Habla sin agresividad de Pablo Iglesias. Explica que, acompañado de Alicia, su mujer, acudió a la abdicación de Juan Carlos I. Le recuerdo en aquel acto, al que yo acudí apesadumbrado, recordando la otra abdicación, la de Juan III en el palacio de la Zarzuela en 1977, acto que estuvo lleno de emociones y amor a España. Se refiere Rodrigo Rato a Juan José Lucas con justicia y también a Rodolfo Martín Villa, del que destaca su "proverbial habilidad".

Pone de relieve a Jaime Mayor y fustiga reiteradamente a algún compañero de Gobierno incluso con elogios que son enlutadas críticas. A Montoro le atiza sin veladuras: "Había emprendido una dudosa senda, rayana en algunos casos en la ilegalidad, al proporcionar datos a los fiscales de determinados individuos y amenazar a colectivos, como a los medios de comunicación, deportistas, actores e incluso rivales políticos". No le tiembla el pulso a Rodrigo Rato para desvelar lo que él considera una utilización procaz de los resortes del ministerio de Hacienda.

A Jordi Pujol, hombre clave en aquella época, le trata positivamente porque fue un político serio y responsable que contribuyó a la gobernanza de España. A su propia gestión, en fin, dedica testimonios objetivos, manteniendo en todo el libro un esfuerzo de serena ecuanimidad.

No se arrepentirá el lector que se adentre en Hasta aquí hemos llegado, libro imprescindible para el entendimiento de una época que señaló el cénit de prosperidad y libertad en la España de la Monarquía de todos. Fuimos muchos los que apostamos a que Rodrigo Rato sería presidente del Gobierno. Pero José María Aznar, que con trece puntos de ventaja sobre su rival socialista cumplió su promesa de no superar los ocho años en el Gobierno, prefirió a Mariano Rajoy.

Ah, Rodrigo Rato pasa de largo por los tres periódicos que definieron aquella época, ABC, El País y El Mundo. Y con notable habilidad elude hablar de la relación y los contactos que mantuvo con sus tres directores.