Siempre fue coherente con sus ideas comunistas y eso le honra. Sabía sentir el dolor de los demás. Era un hombre bueno, generoso, que se distinguió por el sentido común y la imparcialidad en su vida y en sus libros. "Vivía aceitunado por el alma de la oliva", del verso de Neruda.

En el libro Memorias de Teodulfo Lagunero destaca su honradez intelectual, su conocimiento de la poesía contemporánea, su liberalidad al juzgar a escritores de diferente pelaje. No se puede escribir seriamente sobre la vida política y literaria del siglo XX sin leer a Teodulfo Lagunero, que era republicano, que era un pensador coherente, que era un historiador riguroso y que era comunista, asombrado a veces ante los "reyes melancólicos y el eco azul de sus palacios".

Como ha escrito Rafael Fraguas, "Lagunero brindó su chalé de la Costa Azul, Villa Comète, donde pasaba los veranos, para ser usado como sede de la oposición antifranquista. Allí dio sus primeros pasos la Junta Democrática". Soy testigo de un pasaje que demuestra la objetividad de Teodulfo Lagunero. Acompañaba yo en su séquito a Juan III de Borbón, invierno de 1974, cuando el entonces Rey de derecho de España dedicaba sus trabajos y sus días a hablar con la oposición democrática para que, a la muerte del dictador, se aceptara a Don Juan Carlos como Jefe de Estado, bajo el compromiso del padre de que su hijo convocaría elecciones libres.

Pedro Sáinz Rodríguez se negó a que Don Juan se entrevistara directamente con Santiago Carrillo, dentro de la serie de encuentros con la oposición democrática que, en gran parte, preparó el inolvidado Joaquín Satrústregui, al que la Transición no ha sabido reconocer su decisiva aportación, pero sí los electores que le votaron por encima de cualquier otro candidato. Don Pedro no podía olvidar lo que ocurrió en 1936 con Santiago Carrillo.

Por eso se arregló un encuentro con Teodulfo Lagunero en el hotel Meurice de París. Yo estuve allí. No asistí a la entrevista que fue larga. Cuando concluyó, Don Juan me llamó y, delante de Lacour, me hizo un extenso resumen de la conversación. Al hijo de Alfonso XIII le había impresionado la altura de miras de Lagunero y su entendimiento de España, así como la propuesta ideológica del eurocomunismo. Tomé notas precisas de cuanto me expuso Don Juan y unos días después se las entregué en Estoril durante el despacho habitual que con él mantenía.

Muchos años más tarde, el 2 de mayo de 1993, Lagunero publicó en El País su versión de aquella entrevista con Don Juan, que había tristemente fallecido el 1 de abril. Empecé a leer el artículo de Lagunero con recelo, temiéndome tergiversaciones e interpretaciones tórpidas. Me equivoqué. Lo que Lagunero publicó en El País coincidía exactamente con lo que yo había apuntado en mis notas, conforme a la exposición que me hizo Don Juan.

Así es que me ha conmocionado el fallecimiento del escritor comunista porque siento por él una admiración permanente. Su abuelo fue ebanista. Su padre catedrático de Historia. La aviación mussoliniana destruyó su casa madrileña. Tras la guerra incivil, el Ejército vencedor se adueñó de la soberanía nacional. Teodulfo Lagunero estudió Filosofía y Letras. Como empresario de la construcción hizo una gran fortuna que puso a disposición del Partido.

El comunismo español tal vez no haya producido nunca un hombre como él, de inteligencia tan veloz, tan lúcido, tan generoso y consecuente. Y, claro, guardo en mi archivo, como un tesoro especial, lo que de su puño y letra me escribió, el 27 de enero de 2010, "desde tu casa en Fuengirola, Bambú, 5": "Soy testigo de que tus queridísimos Neruda y Alberti me hablaron numerosas veces, en términos muy elogiosos, de ti, en el que veían un maestro de las letras".