He terminado de leer con asombro un libro publicado hace diez años largos: El desafío del Universo (Espasa Calpe). Sus autores, Telmo Fernández y Benjamín Montesinos, son dos científicos de alto prestigio internacional, reconocidos en España solo por un sector eminente de la vida intelectual. La sabiduría derramada en este libro me ha traído al recuerdo la larga conversación que mantuve en Oviedo con Stephen Hawking, gracias a su mujer que me aclaraba lo que el científico decía. El autor de Breve historia del tiempo no se consideraba creador de la teoría del Big Bang, expresión acuñada peyorativamente por Fred Hoyle. Tampoco se rendía ante Einstein porque no compartía su entendimiento del Universo. Y estaba cerca del pensamiento del mencionado Hoyle: “Cada cúmulo de galaxias, cada estrella, cada átomo tuvo un principio, el Universo en sí no lo tuvo”.

Para adentrarse en el temblor actual de las supernovas, de la energía oscura, de las enanas marrones, de los púlsares y los agujeros negros; del canibalismo galáctico, de los quásares, de los viajes al pasado, de los agujeros gusano, del espectro electromagnético, de las fluctuaciones cuánticas... Telmo Fernández y Benjamín Montesinos descargan para el lector su formidable equipaje histórico que se adentra en la concepción del Universo y su desafío permanente. Los autores analizan los zigurats y su cielo errante; los mitos babilónicos; la cronología del Egipto de los faraones; el orto helíaco de Sirio; la astronomía de la China histórica; el cómputo largo de los mayas, a los que se refería Arnold J. Toynbee en Un estudio de la Historia; el cosmos de los incas; la obra de Tales de Mileto, de Anaximandro y Anaxímenes; la esfericidad de la Tierra en Pitágoras; Platón y Aristóteles, con su reflexión sobre las formas circulares; el resplandor de Alejandría; el sistema de Hiparco; la Tierra en movimiento; Plinio, Boccio, Alfonso el Sabio; Bacon y Nicole de Oresme, con la rotación de la Tierra, la astronomía en el Islam y la India; los astrónomos árabes en España; la obra inmensa de Copérnico que se tropezó con la Iglesia; la Luna a través del telescopio de Galileo; las leyes de Kepler; la revolución de la Física, impulsada por Newton; la gravitación universal; el legado de Herschel y su recuento de estrellas; y por supuesto la obra gigante de Einstein, la curvatura del espacio y el Universo en expansión de Hubble... La reflexión, en fin, sobre la historia de la ciencia, tan certeramente estudiada por el académico de la Real Academia Española, José Manuel Sánchez Ron.

“A modo de una larga coda de la gran sinfonía cósmica inacabada –escriben los autores del libro–, hemos querido dedicar parte de esta obra a algunos de los temas más relevantes de la astronomía actual que, a nuestro juicio, ilustran los nuevos campos de exploración y el rumbo en que se mueve últimamente este apasionante campo de la ciencia. Profundizamos en las nuevas ventanas que se han abierto a la observación del Cosmos, gracias al análisis detallado de la luz que nos llega de los astros en todas las longitudes de onda; viajamos a algunos de los lugares más misteriosos y exóticos del Universo en los que tienen lugar fenómenos energéticos; narramos las búsquedas de planetas más allá de la Tierra, y por último damos rienda suelta a nuestra imaginación especulando sobre la posibilidad de utilizar algunos artificios teóricos para efectuar saltos en el tiempo hacia el pasado y hacia el futuro. Estas dos últimas cuestiones ilustran los pilares de dos de los temas sobre los que más tinta se ha vertido y no solo en el ámbito puramente científico: la búsqueda de vida fuera de nuestra Tierra y los viajes en el tiempo”.

Al concluir este libro asombroso, El desafío del Universo, se aclara todo y no se aclara casi nada. Hay realidades de distancias y tiempo que no se pueden albergar en los límites reducidos de la mente humana. Habrá que reconocer, en todo caso, el esfuerzo intelectual de Telmo Fernández y Benjamín Montesinos para reconstruir el cielo.