Image: Lecturas de verano 2

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Primera palabra

Lecturas de verano 2

17 julio, 2015 00:00

Tengo motivos sobrados para expresar mi reconocimiento a Soledad Puértolas. La gran novelista me ha hecho pasar muchos ratos de satisfacción plena leyendo sus novelas. La académica es, además, excelente autora de relatos breves. En su nuevo libro, El fin, agavilla trece cuentos en los que la sencillez expresiva de su escritura brilla tanto como su capacidad de fabulación. El último relato es el que da título al libro y tal vez destaca sobre la calidad incontestable de los restantes cuentos. Soledad Puértolas siente la vida que se va, el tiempo que se acaba, la edad que no perdona y convierte sus sentimientos y reflexiones en un relato erizante por su profundidad.

Por las venas de Charo Izquierdo circula la sangre del periodista. Su talento la ha situado en el pelotón de cabeza del periodismo español. Directora de largo aliento, hace de su escritura expresión de la belleza por medio de la palabra. En Puta no soy se alza por encima de un célebre documental audiovisual y refleja de forma novelada, con escasas escapadas a la fabulación, la cara más cruel de la prostitución. Frente a la ramera que lo es porque le gusta o porque lo necesita, existe en todo el mundo la esclava sexual, la mujer víctima del tráfico más atroz y más rentable del mundo actual. Charo Izquierdo descarna situaciones estremecedoras y vejaciones indignantes. Carga contra los hombres consumidores del trato carnal, cuya culpabilidad resulta evidente, pero no solo la de ellos porque estamos ante el oficio más viejo de la historia humana. La responsabilidad corresponde a muy varias instituciones y personas.

Sobresaliente, en fin, el relato de Charo Izquierdo, de forma especial cuando se enfrenta con la agresión violenta. “Me temblaba el cuerpo -escribe- como solía ocurrirme siempre que experimentaba la violencia, sobre todo esa violencia sorda que te obliga a reprimir la tuya elevando a la máxima potencia la impotencia”.

Siendo yo muy jovencito, una anécdota periodística menor me hizo interesarme por León Felipe. Muchos años después tuve la suerte de que me concedieran el “Premio León Felipe” a la libertad de expresión. Lo recuerdo con especial agrado. He dedicado los mejores esfuerzos de mi vida a luchar por la libertad de expresión, lo mismo contra la dictadura de Franco que a lo largo de nuestra democracia, durante la cual instancias políticas y económicas se han esforzado por controlar los medios de comunicación. Gonzalo Santonja y Javier Expósito han tenido el acierto de agavillar cartas reveladoras del entorno de León Felipe que descubren las claves de la creación literaria del gran escritor. El poeta responde de sus versos “con su propia sangre” y eso se advierte claramente en la correspondencia con Juan Larrea, personaje clave para entender la generación del 27. El alcance del libro, Castillo interior (Fundación Banco Santander), no se queda en Larrea. El poeta escribe a Jesús Silva, a Camilo José Cela, a Juan Fernández Figueroa, a Salustiana Camino, a Antoniorrobles, a Gonzalo Losada, a María Luisa Giner de los Ríos… Ahora que las nuevas tecnologías han fragilizado la literatura epistolar, vale la pena leer con atención estas cartas, convertidas en radiografía certera de toda una época literaria. Y también histórica.

Los amores de príncipes y de reyes se consumen literariamente como bombones. Se cuentan por docenas los libros publicados en los últimos años, históricos o novelados, con este tema central. Quiero dejar constancia del trabajo de Aurora García Mateache en La Favorita. Se trata de una novela histórica sobre las relaciones entre Elena Sanz y Alfonso XII. La autora se adentra en las interioridades políticas de una época singular, y sobre todo, en el alma y los sentimientos de una mujer extraordinaria, que fue estrella de ópera y atracción de los principales escenarios europeos. Estupendo trabajo literario, en fin, de Aurora García Mateache que carga en las páginas de su libro con la tristeza de la mujer, la obsesión del Rey y la descendencia ilegítima. Era otra época y los hijos bastardos del Monarca y de Elena Sanz, Alfonso y Fernando, se diluyeron en las arenas del tiempo y de la Historia.