La década de los 80 conoció un gran revival de “la Viena de fin de siglo”. El arco temporal de esta etiqueta comprende, prácticamente, cinco décadas, las que van de 1880 a 1930. Durante este período, cuyo ecuador es la Primera Guerra Mundial, se produjo en Viena –por entonces convertida, según Karl Kraus, en “laboratorio del fin del mundo”– la mayor concentración de inteligencia crítica e imaginativa que ha conocido la humanidad.

Primero fue la celebérrima autobiografía de Stefan Zweig, El mundo de ayer (1942), teñida de resplandores crepusculares, a veces engañosos.

Muy posteriores, los trabajos ya clásicos de Allan Janik y Stephen Toulmin (La Viena de Wittgenstein, 1973) y de Carl Shorske (La Viena fin-de-siècle, 1980) señalaron a Viena como punto crucial desde el que repensar la modernidad tardía.

A ellos se sumó el impacto de las memorias de Elias Canetti, premio nobel en 1981, y la gran resonancia que tuvo, en 1986, la espectacular exposición titulada Vienne 1880-1930. L’Apocalypse Joyeuse, comisariada por Jean Clair, que desembarcó en el Centro Pompidou de París después de estrenarse en la misma Viena, y cuyo voluminoso catálogo es hoy una codiciada joya.

El caso es que los años 80 asistieron a un aluvión de publicaciones relacionadas con Viena. Se “exhumó” por entonces a un sinfín de artistas, escritores y celebridades vienesas, y entre estas no podía faltar Karl Kraus, figura cardinal de aquella época. Al menos dos antologías de sus escritos se publicaron en España en esa década, además del primer tomo de la espléndida y monumental biografía de Edward Timms, Karl Kraus, satírico apocalíptico (cuya segunda parte, hasta donde sé, está aún por traducirse, me pregunto por qué demonios).

'Los últimos días de la Humanidad' es un libro estremecedor, de cuyas profecías seguimos siendo prisioneros. Una obra visionaria, incorruptible, genial

Trabajaba yo aún en Tusquets Editores cuando, en medio de este revival vienés, impulsamos el proyecto, insensato donde los haya, de traducir la opera magna de Karl Kraus: Los últimos días de la Humanidad.

Pensamos primero en encargársela a Juan José del Solar, eximio traductor de Canetti, de Joseph Roth, de Brecht. Pero Juan, incapaz de asumirla, nos señaló a un entonces joven y emergente traductor que gozaba de su confianza: Adan Kovacsics.

De origen húngaro, Adan había hecho sus estudios en Viena, lo cual lo perfilaba muy idóneamente para asumir una tarea que reclamaba un fino oído para los innumerables dialectos que se hablaban en la Viena de Kraus y que este pone en juego en su drama.

Como la juventud es temeraria, Adan aceptó el reto, y se sumergió durante meses, años, en el trabajo titánico de traducir las casi mil páginas de la obra.

El empeño fue tal, y tal el resultado, que Adan quedó apegado a la figura de Kraus y se ha convertido entretanto en una de las grandes autoridades sobre él, a quien ha dedicado dos ensayos excelentes: Guerra y lenguaje (2008) y Karl Kraus en los últimos días de la Humanidad (2015).

Ahora, más de tres décadas después, la editorial H&O recupera la traducción de 1991, revisada, prologada y puesta al día por el mismo Kovacsics. La decisión no deja de ser, de nuevo, temeraria, dadas las dimensiones de una pieza ideada, según el propio Kraus, “para su puesta en escena en un teatro del planeta Marte”. Pero los hechos no han dejado de dar la razón a Kraus y la reedición de esta obra resulta hoy más oportuna que nunca.

Obra pionera del drama documental, Los últimos días de la Humanidad es un prodigioso collage de citas y materiales sacados de la prensa que viene a mostrar –y a denunciar, palpablemente– la perversa alianza de guerra y fraseología, cómo “ya éramos inválidos por obra de las rotativas antes de que los cañones empezaran a cobrarse víctimas”.

Un libro alucinante y estremecedor, de cuyas profecías seguimos siendo prisioneros. Una obra visionaria, incorruptible, genial.