PARÍS. En octubre de 1955, un joven griego de veintidós años, nacido en un pueblo del Peloponeso y crecido en una familia modesta, hijo de una madre semianalfabeta y de un padre encarcelado por sus actividades izquierdistas, iniciado en el trabajo como obrero textil al tener vetada la universidad, llega a la estación parisina de Lyon después de un viaje en barco y en tren de más de cuarenta y ocho horas.

Apenas habla un francés rudimentario y dispone de unos pocos francos. El conocido que debía esperarle y proporcionarle alojamiento no aparece. Cuando el joven pregunta por él en el domicilio que lleva anotado, un energúmeno le cubre de insultos y está a punto de golpearle: el amigo ha sido expulsado del edificio por seducir a la hija del conserje. El recién llegado pernoctará en un inquietante hotelucho.

Diez años después, tras estudiar en La Sorbona, frecuentar la Cinemateca –que hoy de nuevo preside– e iniciarse como ayudante de dirección, Constantin Costa-Gavras dirigirá su primera película en Francia, Los raíles del crimen, interpretada por Simone Signoret e Yves Montand, que serán sus amigos íntimos de por vida.

SEMPRÚN. De ellos, y de mucha más gente interesante, habla Costa-Gavras en Ve adonde sea imposible llegar (Providence), sus memorias de significativo título recién aparecidas en España, coincidiendo con el estreno de El último suspiro (2024, sobre la muerte digna), su vigésimo largometraje.

También se ocupa largamente de otro de sus mejores amigos, el escritor y guionista español Jorge Semprún, con quien escribió tres películas fundamentales de su primera y extensa etapa: Z (1969, Oscar de Hollywood, sobre el asesinato de un opositor a la dictadura militar griega), La confesión (1970, sobre las depuraciones estalinistas en Checoslovaquia) y Sección especial (1975, sobre los tribunales de Vichy contra los resistentes franceses).

En sus memorias abundan anécdotas y semblanzas de personalidades del cine, la cultura y la política

Esta etapa, según una clasificación convencional ya admitida, tuvo otro de sus hitos en Estado de sitio (1972, sobre el secuestro y asesinato en Uruguay de un agente de la CIA por los tupamaros), y se cerró brillantemente con Desaparecido (1982, Palma de Oro de Cannes, sobre la implicación del gobierno estadounidense en el golpe contra Salvador Allende).

Después de Desaparecido, inicio de frecuentes películas de Costa-Gavras con producción norteamericana, el cineasta abandonó, con matices, el tratamiento de hechos histórico-políticos puntuales para pasar a tratar temas históricos, políticos y sociales.

Aparecieron grandes estrellas en sus películas y, sin abandonar del todo una base de thriller, introdujo ingredientes dramáticos, melodramáticos e incluso románticos en una narrativa más proclive a dirigirse a una audiencia más amplia.

A sus 92 años, y con permiso del muy diferente Ken Loach, Costa-Gavras es el más relevante e influyente superviviente del cine político contemporáneo.

ANÉCDOTAS. Como síntoma del decaimiento de nuestra cultura cinematográfica, Ve adonde sea imposible llegar se ha publicado en España con seis-siete años de retraso respecto a su edición original francesa en Seuil. El libro no tiene desperdicio para el aficionado al cine (habrá que decir) veterano.

Costa-Gavras, hombre afable y de trato exquisito, va dando cuenta con detalle del proceso de investigación y gestación de todas sus películas, siempre guiadas, desde su posición como independiente creador de izquierdas, por una visión humanista y por el deseo de conocer la verdad de los espinosos temas que ha tratado, lo que le valió, en más de una dolorosa ocasión, ser hostigado desde extremos opuestos.

Como esperamos de unas buenas memorias, abundan anécdotas y semblanzas de las numerosas personalidades del cine, la cultura y la política internacional que ha tratado. Y el libro va completando un precioso retrato de la persona más importante de su vida, su mujer, Michèle Ray-Gavras, destacadísima y arriesgada periodista, también productora y madre de sus tres hijos, con la que lleva casado cincuenta y seis años.