Viñetas de 'La guerra de los mundos', de Santiago García y Javier Olivares, y de 'Regreso al Edén', de Paco Roca

Viñetas de 'La guerra de los mundos', de Santiago García y Javier Olivares, y de 'Regreso al Edén', de Paco Roca

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¿Ha ganado el cómic un prestigio cultural que antes se le negaba?

Los festivales y salones dedicados al noveno arte se multiplican, pero ¿cuáles son las perspectivas, sus problemas y sus desafíos del sector? ¿Hay nuevos públicos?

Paco Roca Santiago García
9 mayo, 2022 01:43
Paco Roca

Paco Roca

Paco Roca
Historietista e ilustrador. Premio Nacional del Cómic 2008. Su último álbum es Regreso al Edén (Astiberri)

¿Crear versus leer?

Vivir de los cómics no es fácil. Pero no nos engañemos, vivir de la cultura en general no es fácil, ni en España ni en ningún otro país. Ni de los cómics, ni de la música, ni de la literatura, ni del cine... Para que la industria cultural funcione se necesitan muchos consumidores que mantengan a los creadores, una pirámide con una gran base. Pero dependiendo de la disciplina esa figura geométrica es más un cubo que una pirámide.

Desgraciadamente, no para todo el mundo consumir cultura es una necesidad. Sin embargo, los autores y autoras no podemos evitar tener la necesidad de crear

La industria del cómic se mueve dentro de esa “normalidad” donde la mayoría de creadores no puede vivir de los royalties que genera su obra. Normalmente los autores de cómic, al igual que ocurre en el resto del sector del libro, nos quedamos con un 10 % del precio de venta al público de nuestra obra. Sin duda es injusto y se podría hacer un reparto mejor para los creadores, pero hasta donde sé, al menos las editoriales independientes y las pequeñas y medianas librerías tan solo subsisten con el negocio del libro. Hay que vender muchos libros para rentabilizar el trabajo de años, o al menos poder vivir con dignidad. Pensar que mi economía depende de que de una forma constante esos consumidores de cultura decidan entrar en las librerías y de entre toda la oferta se gasten su dinero en uno de mis cómics es algo que me maravilla y me aterra al mismo tiempo.

Aun así, existen oasis en el mundo del cómic, rarezas en el mundo editorial, que nos hacen soñar con un mundo mejor: Francia, EE.UU. y Japón. Tradiciones difícilmente exportables a otros lugares. Muchos grandes autores españoles han tenido que emigrar a esos mercados. No es un mundo perfecto, los contratos son en ocasiones abusivos y la disminución de las ventas año tras año hace que los adelantos que pagan las editoriales se reduzcan. Pero es un camino para los que quieren vivir únicamente de los cómics, incluso pueden aspirar a vender cientos de miles de ejemplares si dan en la diana del gusto de su público.

Otro camino, el más habitual en el mundo editorial en general, es trabajar para una editorial de tu país al gusto del público de tu país. En la última década esto ha dado obras que han conectado con un público generalista que hasta ahora no leía cómics. Buena parte de esta apertura ha sido también gracias a la aparición de una gran cantidad de autoras, que han normalizado un medio en exceso masculino.

Estas obras son exportables a un mercado global de cómic de autor, cada vez son más los cómics nacionales que se adaptan a películas o series, estamos en los museos y en las librerías de barrio. En todo caso, es cierto que pocos pueden vivir de las ventas. La mayoría de nosotros compaginamos los cómics con los encargos de ilustración, las conferencias y talleres… Pero nos sorprendería saber cuántos escritores reconocidos y reputados necesitan dar clases, escribir en prensa, traducir para poder seguir creando.

Y es que, desgraciadamente, no para todo el mundo consumir cultura es una necesidad. Sin embargo, los autores y autoras, no podemos evitar tener la necesidad de crear.

Santiago García

Santiago García

Santiago García
Historietista y divulgador. Premio Nacional del Cómic 2015. Su última obra es La guerra de los mundos (Astiberri)

A granel

La recurrente discusión sobre “el estado del cómic” gira en torno a cuestiones como “¿el cómic es arte?” y “¿se puede vivir del cómic?”. Consideremos este perpetuo desfile de tópicos como señal positiva: hay gente interesada. Todavía. Se habla de cómic como si se tratara de un universo homogéneo, como si “el mercado del cómic” o “el lenguaje del cómic” fueran uno solo, cuando se trata de una constelación de muchos mundos, cada uno con su propia problemática y, por tanto, con necesidad de soluciones propias. Que los análisis sean tan gruesos es una señal negativa: el cómic sigue siendo un producto cultural que se vende a granel y que, a pesar de los titulares grandilocuentes, no se ha ganado más que una mirada condescendiente y curiosa por parte de la intelectualidad oficial.

Con la aparición de la novela gráfica, el autor de cómics ha pasado de reventarse trabajando como un esclavo en las anónimas galeras a morirse de hambre en las cochambrosas buhardillas de la bohemia

La problemática del autor de cómic de prensa está relacionada con la problemática de la prensa; la del autor de El Jueves, con la del kiosco; la del dibujante que trabaja para editoriales francesas o norteamericanas, con la de esos mercados internacionales; la del autor de webcómics, con la monetización de los contenidos online; la del productor de fanzines y proyectos de micromecenazgo, con los desafíos de la autoedición; y la del autor de novela gráfica con la del sector literario. Este es el cómic que ha sido elegido por los medios como la cara de la historieta actual, lo que ha provocado que el peso de su capital cultural exceda con mucho el de su capital económico. Con la aparición de la novela gráfica, el autor de cómics ha pasado de reventarse trabajando como un esclavo en las anónimas galeras a morirse de hambre en las cochambrosas buhardillas de la bohemia.

El ámbito de la novela gráfica es el que conozco en primera persona. Para los autores españoles de hoy en día, la situación es desesperada. Como lo ha sido siempre, por otra parte, porque los lamentos sobre la precariedad del sector se pueden rastrear en la prensa hasta hace cuarenta años, cuando el término “autor” empezó a acercarse a “dibujante”. Eso no es ningún consuelo, pero debería ser el punto de partida para evitar diagnósticos erróneos. Tampoco es un estado sostenible, por más que se haya prolongado. Que hayamos sobrevivido bajo mínimos no garantiza que sobrevivamos en el futuro, sobre todo cuando se aproximan desafíos como la crisis del papel o la inflación.

Sobrevivir como generadores de contenidos para el audiovisual no es sobrevivir, sino engranarse en una maquinaria al servicio de otros medios. La salida tampoco es sustentar el sector sobre importaciones japonesas y americanas. Ninguna industria cultural funciona sin un producto nacional robusto.

Los autores han de suministrar obras de interés para el público general, cosa que no se puede hacer sin ambición, y no se puede tener ambición cuando la mirada solo llega a fin de mes. Las administraciones y las editoriales han de promocionar esas obras entre el público general. Si no conseguimos más lectores, nos quedaremos sin oxígeno, porque llevamos demasiado tiempo conteniendo la respiración.

Me gustaría pensar que no va a ser así. Me gustaría pensar que solo estamos empezando. De ilusión también se vive. Y si haces cómics, de ilusión se sobrevive. s

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