
Basilio Sánchez. Foto: Cortesía del autor.
'El buen lugar': la brújula poética y vital de Basilio Sánchez
El escritor extremeño invita al lector a un recorrido por su ideario vital y literario en una obra que combina la autobiografía y la celebración de la poesía.
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Después de escribir libros de poesía tan altos como Esperando las noticias del agua (Pre-Textos, 2018) o He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes (Premio Fundación Loewe 2019, Visor), el escritor extremeño Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) nos ofrece con El buen lugar un libro que es a la vez compendio, síntesis y afirmación de su ideario estético.

El buen lugar
Basilio Sánchez
Pre-Textos, 2025. 226 páginas. 18 €
Estamos ante una poética, desde luego, y este es el asunto principal de estas páginas llenas de lucidez y hondura; pero esa poética va de la mano, desde siempre, de una ética, de una forma de ser y estar en el mundo, entre las cosas, con los demás y con uno mismo.
El resultado es un credo vital que parte del tronco de la poesía –concebida como vocación que ilumina y da sentido a la existencia– para ramificarse y crear un espacio propicio a la reflexión especulativa, con no pocas viñetas y apartes autobiográficos.
Esta es una colección de fragmentos de extensión y naturaleza diversas que apuntan una y otra vez hacia un mismo horizonte: “el relato esencial de cada uno sólo pertenece al misterio de la poesía”; “uno aspira a una poesía en la que estén presentes los estremecimientos de una vida sencilla y las lealtades de una honda comunión con las cosas”.
Muchos de estos fragmentos son aforismos, ensayos de una definición que recurren a la potencia sugestiva de la imagen; otros podrían escandirse como breves y fulgurantes poemas (“Es lo que hemos perdido / lo único que es nuestro para siempre. / No hay canto que no tenga / su raíz en el aire”).
Otros tantos dan cuenta del aprendizaje literario de su autor –sus orígenes y lecciones familiares, sus primeras lecturas, los presuntos “desvaríos de la edad” como joven estudiante de medicina– o de las circunstancias concretas que animaron y rodearon la escritura de sus propios libros.
El efecto cumulativo va creando una atmósfera persuasiva que no tarda en subyugar al lector, convertido en confidente: uno se encuentra a cada paso con líneas y pasajes que apetece subrayar y llevarse a la memoria.
Y, como en todo buen libro de acarreo, abundan las citas, las anécdotas tomadas de otros libros, las puertas entreabiertas que Basilio Sánchez se anima a abrir del todo.
Este es un libro poblado por maestros: entre ellos, Lanza del Vasto, José Jiménez Lozano, Simone Weil, Christian Bobin, Adam Zagajewski y su defensa del “fervor”, pero también Mary Oliver, Louise Glück o María Zambrano.
En todos ellos alienta una noción de la poesía como labor callada y paciente, práctica de humildad que sin embargo se atreve a sondear el enigma, el misterio de la existencia, y religarnos así con el todo, ese diálogo profundo y vinculante con las cosas que nos rodean por la cual empezamos a entender nuestro verdadero lugar en el mundo.
De ahí la lección profunda de la naturaleza, frecuentada desde niño.
A esta idea central se añaden las de apartamiento y soledad, de un margen furtivo que el creador transita con alegría silenciosa: “Los poetas no somos melancólicos, los poetas estamos obligados moralmente a fundar un secreto”.
La originalidad para él no es más que un fetiche espectral, un resto supersticioso legado por la vanguardia que se contrapone radicalmente a la búsqueda interior que debe ser toda creación: “Asumo que la poesía es una búsqueda solitaria y silenciosa de la verdad. Una verdad que, en lo que mí respecta, apenas se diferencia de la que uno persigue para su propia vida”.
Difícil resumir una propuesta tan llena de vislumbres, incitaciones y pies para la reflexión propia.
Una propuesta cuya convicción y coherencia la convierten en un testimonio de excepción –tan certero como luminoso– que el lector no tarda en sentir como propio.