Andrés Sánchez Robayna. Foto: José Miguel Perera Rodríguez

Andrés Sánchez Robayna. Foto: José Miguel Perera Rodríguez

Poesía

Andrés Sánchez Robayna y la difícil búsqueda de la simplicidad: entre lo insular y lo cosmopolita

El poeta, uno de los nombres imprescindibles de la lírica hispanoamericana, reúne sus versos en 'En el cuerpo del mundo' (Galaxia Gutenberg)

24 junio, 2023 03:15

Andrés Sánchez Robayna (Las Palmas, 1952) es uno de los nombres imprescindibles de la lírica hispanoamericana. Su significación va más allá de lo meramente poético. A su labor académica en la universidad de La Laguna han de sumarse sus aportaciones a la traducción (del inglés, francés, portugués y catalán), el ensayo (entre los más recientes Variaciones sobre el vaso de agua y Borrador de la vela y la llama), los diarios y sus poemas, sin olvidar la fundación de la revista Syntaxis y el Taller de Traducción Literaria de la Universidad canaria.

En el cuerpo del mundo

Andrés Sánchez Robayna

Galaxia Gutenberg, 2023. 456 páginas, 23 €

Poeta por libre, no es la primera vez que reúne sus versos. La última, con el mismo título (“Lo real se entrega solo en la desnudez. En lo concreto, en la carnalidad. En el cuerpo del mundo”), hace diez años. Esta contiene Día de aire, Clima, Tinta, La roca, Palmas sobre la losa fría, Fuego blanco, Sobre una piedra extrema, Inscripciones, El libro, tras la duna, La sombra y la apariencia y Por el gran mar, así como una sección de “Nuevos poemas”.

Leída como un todo, al lector no le queda más remedio que reconocer su rigurosa unidad en el tiempo. Su concepto de insularidad la convierte en “un modo de habitar una imagen del mundo”, como ha indicado. Y ahí, el mar y la luz, los dos elementos fundamentales de su manera de decir silenciosa, nada locuaz. Al fondo, el paisaje insular como espacio mítico.

La naturaleza de las Islas aporta las palabras clave (sustantivos, ante todo) sobre las que Robayna levanta, mediante calculadas metáforas y una gran capacidad compositiva (que ordena en series), su sólido edificio de sonido y sentido. Términos como duna, sal, arrecife, astro, médano, roca, volcán, sol, etc. se convierten en auténticos “centros de gravitación semántica”, según García-Posada, quien, citando a Paz, marcó en “el secreto” el quid de su modernidad.

Modernidad, por cierto, que no necesita para afirmarse la presencia de lo urbano. No en vano es el lenguaje (sintético en extremo) quien aporta lo que la poesía tiene de moderna.

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Estamos ante un poeta plural que atiende a todas las tradiciones; para empezar, la canaria, una tradición en sí misma, que tan bien ha estudiado. De ese fervor se desprende otra lección esencial: su poesía, a pesar de ser local hasta la médula, es por demás cosmopolita.

Porque su vocación –lectora y viajera– ha sido ultramarina, en busca de un idioma común, sin por ello perder de vista el magisterio de poetas con los que dialoga: san Juan de la Cruz, Leopardi, Mallarmé, Pound, Haroldo de Campos, Paz, Ungaretti, Valente, etc., sin olvidar a los clásicos orientales, griegos, latinos ni a los castellanos del Siglo de Oro o a los románticos (y metafísicos) ingleses y alemanes. Un diálogo que entabla con su propia poesía, metapoéticamente.

La mirada es la cifra. Leemos estos poemas, de sensibilidad pictórica, a través de su visión: la del caminante que, al describir, medita acerca de lo que tiene delante de los ojos. Desde un “afuera” que anhela la “despersonalización”. En defensa de “las trampas de la privacidad” y “la obturación del subjetivismo”. Lo espacial abierto a la claridad. De mediodía, estival.

Abría así Valente su reseña de La roca: “La busca más difícil es la de la simplicidad”. Hablaba luego de una voz “difícil de oír”, por sutil. En otros libros, en especial El libro, tras la duna –un punto de inflexión en su poética– torna menos minimalista y más discursiva, pero siempre ajena a cualquier atisbo de exceso o verbosidad.

Los árboles

Árboles de Saint Ives, muy de mañana,
movidos por un viento ensimismado.
Te despertó el rumor. Viste el abrazo
de los ramajes bajo el cielo negro,
los pasos de la luz desenlazada.
¿Un despertar?
¿No estabas
siendo soñado tú, más bien? Miraste
los chopos encrespados, los jirones,
el cielo de otro sueño. Allí rompía
la noche iluminada, el alba oscura.