Poetas-Jóvenes

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Poesía

El club 2.0 de Anson: los poetas jóvenes y sus versos de amor

Hace 20 años Luis María Anson convirtió su 'Antología de las mejores poesías de amor...' en un éxito. Ahora La Esfera de los Libros la renueva con una decena de jóvenes poetas

9 noviembre, 2020 09:17

“No es solo un libro”, afirma Anson en el prólogo, “es un tesoro literario de belleza indeclinable, de emoción en ascuas vivas”. Y destaca además que el lector puede abrirlo al azar “con la seguridad de que sentirá el aliento más hondo de la escritura de los poetas, el mensaje infinito de quienes rindieron sus letras al amor profundo, a la carne que se estremece, al devastado corazón, a la cálida ceniza”.

Estructurado en dos partes, el volumen, de casi seiscientas páginas, incluye una primera selección de poemas de “Doce grandes de la poesía de amor” (Garcilaso, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Quevedo, Bécquer, Rubén Darío, Lorca, Alberti, Juan Ramón…) para ofrecer a continuación la antología propiamente dicha. Sin embargo, lo verdaderamente rompedor es la selección final, con poemas de una docena de jóvenes autores menores de 35 años que completan el volumen.

Como enlace entre generaciones, el académico de la Española incluye poemas de Carmen Jodra (1980-2019), aunque es Elena Medel (Córdoba, 1985) la encargada de inaugurar esta parte, con “Una plegaria por las mujeres solteras”, elegida por ella y que pertenece a Chatterton (Visor, 2014), Premio Loewe a la Creación Joven. Aunque lleva siete años sin escribir poesía, la editora de La Bella Varsovia reconoce que los suyos eran siempre poemas “políticos”, y que no se identifica con ninguna tradición, aunque su genealogía poética entronca con Lorca.

También menciona “la construcción política desde la intimidad que propone Ángela Figuera Aymerich, el trabajo de lenguaje en Alfonsa de la Torre o el trabajo con el silencio de Concepción de Estevarena”. Y como revolución más destacada de las últimas generaciones, subraya el del papel de la mujer: “cuando se expresa como sujeto, marca un cambio en la creación, no solo en la poesía amorosa. También destacaría el viraje de sujeto que ama a sujeto que desea, aunque ya deseasen Safo y Wallada muchos siglos antes”.

En realidad, han sido los propios autores jóvenes quienes han elegido su poema de amor. Así, Lola Nieto (Barcelona, 1985) escogió “Dudurudú, dime”, de Tuscumbia (Harpo Libros, 2016), un poema que explora “la ternura más animal y profunda. Dejando a un lado el amor en cuanto concepto humano, cultural, me interesa intentar alcanzar con palabras el pálpito desnudo de la carne”.

El amor y sus lenguajes

Por su parte, Ángela Segovia (Las Navas del Marqués, Ávila, 1987) optó por “Es un misterio (responde el viento)”de Amor divino (La Uña Rota, 2018), Premio Nacional de Poesía Joven, porque “en él intenté trabajar un lenguaje lírico sentimental distinto. El libro no contiene poemas de amor tradicionales, pero sí una entera reflexión sobre el amor y sus lenguajes”. Alba Flores (Madrid, 1992) buscó uno de sus favoritos, “El amor es sencillo a veces”, mientras que Xaime Martínez (Oviedo, 1993) prefirió “Los pensadores enfermos” porque refleja bien la poética del libro, Cuerpos perdidos en las morgues, y en él intenta representar “los fantasmas que cada miembro de una relación proyecta sobre el otro”, en la línea de lo que hace Sally Rooney en Gente normal.

También Carlos Catena (Jaen, 1994) seleccionó uno de los que más le gustan, “Mi vocación es la espera”, de Los días hábiles (Hiperión, 2019), ya que quería que incorporara elementos de los otros temas que suele tratar, “como el trabajo, la identidad y las distancias”. Rocío Acebal (Oviedo, 1997), en cambio, prefirió “El retorno”, de Memorias del mar, su primer libro, porque aunque suele escribir poemas de amor tristes, para esta antología quería apartarse de lo que no es amor (celos, dependencia) y recuperar unos versos que trataban una pasión “que sobrevive y trae vida aun cuando está enfrentada a la convención social y al paso del tiempo”.

De edades similares, estos jóvenes autores no son unánimes cuando se les pregunta si se reconocen miembros de una misma generación poética. Hay quien, como Acebal, asegura que quizá sea pronto para decirlo, pero que buena parte de lo que es su poesía se lo debe “a compañeros de viaje que me han descubierto lecturas, han revisado con paciencia mis poemas y han hecho cálido el espacio de creación poética”; también Alba Flores se siente arropada por gente que conoce “y que escriben cosas que me gustaría haber escrito a mí”, mientras que Catena confiesa que sí se van encontrando afinidades, y que esta nueva hornada “lucha por incorporar elementos sociales y políticos en sus poéticas sin hacer de la política y lo social el tema principal”.

Las posturas más enfrentadas las defienden Lola Nieto y Xaime Martínez. Si para Nieto hablar de generación sólo se puede aplicar desde la perspectiva de quien crea y elabora el canon, lo que no le interesa “en absoluto”, el asturiano sí se siente parte de una generación “y no solo por cuestiones estéticas, sino por nuestras relaciones personales”, y apunta como rasgos distintivos haber superado el debate “antiguo” entre poesía de la experiencia y la metafísica; el estar “muy interesados por la poesía que se escribe en Latinoamérica y en el resto del mundo” y escribir “a partir de presupuestos políticos, morales, lingüísticos y feministas determinados, sin renunciar a la innovación formal…”

Mujer creadora, mujer pasión

Otro rasgo que comparten son sus maestros y tradiciones, de la literatura medieval y mística a Emily Dickinson o Anne Carson, pasando por Lorca, Gil de Biedma, grandes de la literatura hispanoamericana como Neruda o Parra, o sus propios contemporáneos, como Rosa Berbel o Berta García Faet.

Con todo, también son casi unánimes al resaltar la transformación del papel de la mujer como creadora y como protagonista del poema amoroso. “Desde luego, ese es el cambio más importante; ya no es solamente objeto del poema. Esta entrada de la mujer creadora ha llegado, además, en un contexto de nuevas sentimentalidades”, tercia Rocío Acebal, mientras Catena comenta, divertido, que menos mal, porque “la idealización era aburridísima” y que a él le interesa “mucho más que el amado o la amada sean presentados con sus luces y sombras, como seres completos que existen al margen de la voz que los narra. Nombrar los defectos del amado es también un acto de valentía. Que las poetas participen en la escritura del amor aporta honestidad y universalidad”.

Una plegaria por las mujeres solteras

Ángel

de los pisos de soltero,

ángel de las solteras

que duermen varias noches en un piso de soltero,

¿lo sabías?

Antes del amor el hombre

se entrena golpeando.

Su hogar lo construye con el ruido:

tan firmes las paredes

tan familiares tan firmes las paredes,

los cimientos de su casa los ha hundido daño a daño.

Ángel del sexo con los inquilinos de pisos de soltero,

ángel del no querer oír de las solteras,

¿lo sabías?

Después del amor

el hombre se incorpora para escoger un disco

y suena una canción y susurra me gusta esta canción:

para entonces está otra vez dentro de ella.

Luego habla de su hogar en otra parte

y de quienes viven en él —sin él, en ese hogar más suyo: enseña fotos—

y la mujer lo abraza y él susurra me gusta estar contigo.

Y la mujer oye.

Ángel del suelo sin barrer

de los pisos de soltero,

ángel de las solteras

que pasean desnudas por los pisos de soltero,

¿lo sabías?

Antes del amor la mujer predijo su futuro. Junto a él,

en su sofá, ella se fijó en sus libros. Debe de ser bueno

un hombre que lee así. (Pero también antes del amor

los amigos del hombre predijeron su futuro). Debe de ser bueno

un piso en el que distingues dónde pisaste la otra noche

y dónde pisó la otra la anterior.

Ángel del frigorífico vacío

de los pisos de soltero,

de las solteras que se conforman y desayunarán solas, más tarde,

¿tú lo sabías?

Después del amor la mujer se ducha mientras

el hombre fuma en el pequeño salón de su piso

de soltero. Se despiden,

dos amigos: ella viste la ropa de la noche

anterior, él se avergüenza.

Pero tú

ya lo sabías.

Elena Medel

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Dudurudú, dime

¿Qué guardarías en una cajita? ¿Qué guardarías tú? Yo soy

una cajita y te guardo, Dudurudú te guardo a ti Dudú desde

dentro me masticas Dudú Dudurudú ¿quién

eres? En medio. Un pedacito de carne y a esto llamaremos lengua nos

dijeron no somos ni lengua tampoco Dudú Dudurudú no somos una

voz oímos a través de una brecha en este cúmulo rosado abierto hacia

ti y yo yo la carne no es carne es mira y miramos un cachorrito de

carne rosada

saliendo entrando la finísima sutura entre mis cuerpos Dudurudú

Dudú. Deforme y libre nadie nos desea

Somos la cajita parlante.

Una membrana, Dudú. ¿Sabes lo que es eso? Busca en el diccionario,

Dudurudú Ninguna palabra nos dice ¿sabes

lo que es eso? Dudú y Dudurudú ninguna palabra dice dudú y

dudurudú buscamos

palabras y comemos palabras tenemos la tripa llena de huecos dudús

y dudurudús están creciendo pínchame esta enorme tripa Dudú

Dudurudú la burbuja va a explotar ¡ah! la cajita parlante lanza un

eructo cósmico Dudú y Dudurudú duermen plácidamente Cada gota

de sangre canta nuestra canción

Otra vez Dudú:

Eres un

secreto no eres ojos ni oídos ni boca ni dedos pero trenza estómago de

doble pasmo Dudú Dudurudú sola y múltiple

Dudú Dudurudú bucle sonoro resonante viviente-viviente

Dudú dudú durudú dudú rudú dú dú du dúuuuuuu dudú

duuuuuuestá a punto de estallar

o sueña una energía repetida henchida deforme y libre la conciencia

antes de mis separaciones y en el sueño nos reímos de ti de mí de

Dudú y Dudurudú de esta canción secreta esta canción tonta secreta

la canción sin secreto que nadie sabe oír demasiado cerca Dudú y

Dudurudú el estallido el ronroneo Dudú y Dudurudú

estas columnas, mis espirales, mis veinte conciencias de Dudú y

Dudurudú

comiéndose mutuamente

comida mutua comida dormida y estalla duerme mi estallido otra vez

otra vez

¿quién somos y te miramos? ¿quién somos y te miramos?

Lola Nieto

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Es un misterio (responde el viento)

El desconocido

hace trabajos de desconocimiento

para mí el misterio es siempre creciente

nunca decreciente dice

pon ahí la fascinación

en el ángulo muerto del amor

ella se las arregle

mira hacia el lado donde

no están las cosas

dos cuadrados naranjas te ven

mira los cuadrados

increíblemente quietos

son como lados invisibles

seres luminosos y escurridizos

se escabullen entre las argollas

amo el misterio

ese gato que gime qué dirá

no sabes cuánto amo el misterio

la espera está en la base siempre

como un angelito protector

pon ahí una corneja pero no la cazaré

para ti

aunque sé que te da miedo

la pérdida se parece a una niebla

el hecho de que no suceda

no es un castigo

sino que es la condición

del misterio

Ángela Segovia

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El amor es sencillo a veces

Algo tan sencillo como ponerse de puntillas para alcanzar una

manzana,

mirar el patio de una casa por encima de un muro,

dar un beso, hacer menos

ruido

al caminar.

El amor es preguntar

¿vienes conmigo hasta la boya amarilla?,

apuntar con un dedo el horizonte

y no tener que nadar en soledad nunca más.

El amor es no querer que te quemes,

quitarte polen de gramínea del pelo,

preguntar

con suavidad

si tienes frío.

El amor puede ser estar mucho rato bajo el sol con los ojos cerrados

y ser tan feliz que consigues no pensar en la muerte.

El amor puede ser también

oír una bicicleta que frena delante de tu puerta.

Pelar pipas en un banco, señalar

una trucha que salta a lo lejos

o un meteoro

que cae.

Escuchar una canción que no te gusta

y aun así pensar

la vida es buena.

El amor podríamos ser fácilmente nosotros dos

pegándonos porque nos parece divertido,

manchándonos porque nos parece divertido,

despidiéndonos porque despedirse

es siempre divertido.

El amor es apartar

un cigarrillo de tu boca.

El amor es acariciar

los dos al mismo perro.

El amor es echar una carrera,

llorar de risa, dar una patada

por debajo de la mesa,

no avergonzarme,

ante ti,

de mi ropa vieja.

Alba Flores

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Los pensadores enfermos

La consigna era clara: vomitar la verdad y después prenderse fuego,

pero Arturo no vio nuestras llamas azules.

Volviendo en el avión, frente al crepúsculo acerado de Avilés, qué

parecidos, qué cercanos incluso… Y, sin embargo, ella

recordará las noches que se descomponían

sobre la noche acanalada de Dublín, o no recordará ni siquiera la

causa de la muerte.

Eso te preguntabas entonces, y hoy te aseguro

que nunca pensaréis lo mismo y no podréis, desde luego, demostrarlo,

ella recordará el amor aunque lo evite y la culpa aunque odie a la

iglesia católica y las noches en que visteis concursos de cocina con el

horror de los naufragios lentos,

mientras tú habrás vivido otra historia sutilmente

distinta, una que trata sobre cuerpos perdidos en las morgues

públicas

y un hombre muerto que sujeta en su puño el misterio de una bala de

oro,

y coincidiréis quizás en una frase

(entonces los abismos o la nada),

pero os separarán

el amor y los cuerpos y una lancha que avanza en silencio entre los

cisnes del viejo canal,

un bulto oscuro y la proximidad mental del asesino

y esa noche en que le preguntaste quién cometió el crimen

y ella te miró como si solo tú estuvieras

jugando, como si conocieras las tres cartas (arma, lugar y personaje)

desde el principio, te preguntó

de qué crimen estás hablando

—un silencio entre los dos como una masa de agua que se intuye—

y os separará posiblemente el simulacro de la sexualidad bajo la

forma de un culo inmarcesible que sostiene todo el cava de la tierra

y los dos querréis saber cuál de las dos historias es la cierta

y no os atreveréis a mencionarlo en vuestros largos

paseos, en vuestras excursiones largas a la costa,

y acabaréis por lanzaros

sobre el amor, sobre el desierto y el espejo,

sobre esas noches infi nitas viendo realities, tocando la penumbra y la

desintegración,

acabaréis por lanzaros sobre el fuego de la verdad

que es el único fuego que existe

como dos detectives que nunca pudieron encontrar

el cadáver borroso del maníaco,

o quizá como dos espectadores que contemplan y que fi ngen

diferentes lunas.

Xaime Martínez

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Mi vocación es la espera

quiero esperar ocho horas al día

a que en silencio regrese a casa

quiero esperar aviones trenes autobuses

y decir en un coche compartido

vivo de esperar su regreso

mi titulación es lo mal que pronuncia mi nombre

mi salario son sus manos después de tanto tiempo

aún ásperas y rugosas y muy frías

digo: cruzaría a pie un continente

si el final fuera el principio de su cuerpo

digo: no hay esfuerzo que no merezca

la vergüenza de besarme en público

espero impaciente la noche en que reconozca que me quiere

espero impaciente a que un funcionario me dé su apellido

espero impaciente la mañana de invierno en que muramos juntos

o el día en que por fi n elogie mi paciencia: este talento

de mantener siempre los brazos extendidos

para que nadie olvide cuánto espacio ocupa

Carlos Catena

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El retorno

La inclinación melódica del mar

vuelve a posar tu voz sobre la arena

de vuelta en Calafell, años más tarde.

En días como éste, me pregunto

si, inhóspita sirena, has olvidado

la dignidad furtiva de aquel beso

o en los momentos íntimos regresa

aún a tu retina esa experiencia

primera del amor correspondido;

y en días como éste desearía

sentir una vez más entre mis manos

los contornos de sal que acaricié

en esta misma cala, en otro tiempo,

aunque una toga de nostalgia cubra,

después de tantos años, las viejas ambiciones

aunque escondas el rostro, avergonzada

porque perviven

en nuestros cuerpos juveniles restos

de afecto y de pasión,

porque es posible amarnos,

todavía.

Rocío Acebal