Bracho

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Poesía

Versos inéditos e inmunes para el Día de la Poesía

“En este viejo país ineficiente”, que cantaba Gil de Biedma, la poesía sigue siendo el mejor antídoto contra el desamparo. Con motivo del Día Mundial de la Poesía, que se celebra este sábado 21, doce poetas regalan a El Cultural su último poema inédito

18 marzo, 2020 18:19

“En este viejo país ineficiente”, que cantaba Gil de Biedma, la poesía sigue siendo el mejor antídoto contra el desamparo. Lo es incluso cuando el miedo y la frivolidad amenazan con devorarlo todo, incluso la cordura. Con motivo del Día Mundial de la Poesía, que se celebra este sábado, 21 de marzo, doce poetas regalan a El Cultural su último poema inédito. Son Rosa Berbel, Luisa Castro, Ben Clark, Antonio Colinas, Ariadna G. García, Luis García Montero, Juan Antonio González Iglesias, Karmelo C. Iribarren, Raquel Lanseros, Chantal Maillard, Elvira Sastre y Manuel Vilas. Los poemas de Lanseros y Vilas, además, versan precisamente sobre la epidemia del coronavirus, ahora que, en plena cuarentena, comienza a ser de todos “la soledad suprema”.

Luis García Montero

¡Si ayer mismo estuvimos con él!

A Constantino Bértolo

Un lugar indicado para viejos…
Son las redes sociales
refugio de nostálgicos.
Leo el noble mensaje con el que se despide
al luchador leal
que ha entregado sus días a la causa.
Un centenar de seguidores
representan al pueblo.
Razón de historia y vida:
pasar de la estrategia hasta la necrológica.
Así vamos muriendo de forma moderada,
y las innovaciones
de la memoria y la tecnología
cobran solemnidad de cementerio.
Estoy bien… ya no es una respuesta,
pero tampoco pienso
comunicar mi muerte.

Luisa Castro

II.

Que la casa es
Una frontera de dignidad
Transparente umbral de la oscuridad a la luz
De la agitación al reposo
Un lugar construido
Por aquello de lo que formas parte
Donde eres recibido
Como parte de aquello en que consiste
La casa
Ese campamento
A donde uno llega y reposa
Preferible a cualquier otro
Instituyéndose como norma
Y cimiento de discernimiento
Entre el adentro y afuera
Donde la desconfianza no tiene lugar
Y lo anómalo no sucede
Pues eres allí
Enormemente querido

II.

Que a casa é
unha fronteira de dignidade
transparente umbral da escuridade á luz
da axitación ó repouso
un lugar construido
por aquilo do que formas parte
onde es recibido
como parte daquilo en que consiste
a casa
ese campamento
a onde un chega e repousa
preferible a calquera outro
instituíndose como norma
e alicerce de discernimento
entre o adentro e o afora
onde a desconfianza non ten lugar
e o anómalo non sucede
pois eres alí
enormemente querido.

Manuel Vilas

ROMA

Con la epidemia gobernando Italia,
Roma se ha vaciado de turistas.

Te has quedado sin nadie, Roma.

Paseo en sueños por Campo de Fiore,
por Piazza Quercia, por via Pettinari,
y no hay hombres ni mujeres ni gatos,
todos se han marchado.

Te estoy viendo como te vieron los antiguos.

Como fuiste en el mil trescientos.

Como si regresara la Edad Media.

Como te vio Stendhal,
como te vieron los viajeros del siglo diecinueve.

Ahora estás tan sola como yo.

Qué más quisieras tú, Roma.

Jamás, nunca jamás estarás
tan sola como yo.

Esa jerarquía es solo mía.

Tuyos el arte, Dios, los ángeles,
la belleza, la espada,
el misterio de la historia.

Mía la soledad suprema.

Raquel Lanseros

Inmunidad de grupo

Si queremos correr tras la salud, nos conviene encontrar el modo
de organizarnos de tal manera
que de aquello en lo que queremos encontrar deleite
y reposo no se siga disgusto y escándalo.
Decamerón. BOCCACCIO

Y quién iba a decirnos a estas horas
de vuelos bajo coste y celulares de alta tecnología
que nunca hemos dejado de ser naturaleza
que las poses, el lucro, la autosuficiencia
una tramoya kitsch de gallinitas ciegas.

Bienvenidos al mundo que nos ha concebido
el que es, el que será, el que está siendo siempre
el que nos nutre como lo que somos:
seres vivos dentro una larga cadena
donde caben los árboles, los átomos
los volcanes, los pájaros, las constelaciones
las sombras, las parábolas, los huesos.

Qué antiguo se nos queda de repente el yo
posmoderno y estéril
yo es otro el poeta dijo
gracias a otros, con otros, para otros
desde unos a los otros
los otros, que es uno de los miles de nombres del amor
amor que no hace cuentas
amor que mide en siglos sus instantes
amor que mueve el sol y las otras estrellas
amor también llamado inmunidad de grupo.

Karmelo C. Iribarren

El viejo tren de cercanías

Cada amanecer
antes de ponerse en marcha
jadea tose cruje
amenaza con quedarse en el sitio.

Cómo no entender lo que le pasa.

Rosa Berbel

Jardinería

Ayer estuve trasplantando tus flores.
Ayudaba a mamá, sostenía la maceta
para hacerlo más fácil,
mientras la tierra nueva
creaba formas en las baldosas.
La planta había crecido y crecido
como en una leyenda muy antigua
y nos era difícil guardarla en cualquier parte.
Cuanto más lo intentábamos,
cuanto más impacientes o nerviosas
intentábamos darle algún espacio,
más rápido era el ritmo de su transformación.

Sé que mamá pensó en nosotras, en ti y en mí,
en la naturaleza salvaje que desborda
la cerámica,
en sus hijas mirando la casa desde fuera,
como una piececilla en miniatura.
Te habría gustado estar manchándote las manos.
Pero habíamos dejado atrás el suelo
y las flores más bellas
ya habían comenzado a marchitarse.

Ben Clark

Desearía

Que este poema diga la verdad.
Que no me deje solo ante la muerte.
Que lo transcriba un niño en dos mil años
(mi deseo es que nazcas, niño-hipótesis).

Ser un trozo de campo, protegido
por una moratoria o desacuerdos
entre herederos, donde juegues tú
(mi deseo es que tengas un refugio).

Convertirme en la nada que presiento
delante de estas tumbas milenarias
y que me intuyas tú,
(y, por pedir, que escribas poesía).

Que escribas un poema para mí
(aunque no sepas que lo estás haciendo).
Que no me dejes solo ante la muerte.

Ariadna G. García

Nacimiento del río Cuervo

La corriente del río serpentea
colina abajo. Arrastra
la pureza del hielo.
Cada salto de agua es un latido
de la vida apremiante
que explotó en las entrañas
de la roca, abriendo un manantial.

Quien se asoma a sus aguas
ve el fulgor tembloroso
de las piedras.

Quien hunde en él sus manos siente dentro
la alegría salvaje del torrente
precipitado
sobre su propia sed de ser camino.

Quien bebe de sus aguas se hace cumbre.

Juan Antonio González Iglesias

Universales

La piedra sonrosada es la misma del templo
de Debod en Madrid. Estamos en el delta
del Nilo y se duplica el Sol sobre este círculo.
Grecia fuera de Grecia, cuántas Alejandrías.
Ptolomeo y Cleopatra en la calle Libreros.
Monarcas troquelados en su viva moneda,
descendientes de Venus y de Eneas, augustos
en el intacto áureo, el porvenir es nuestro,
a la meva ciutat / mi divisa son once,
parecen dos hermanos, dos delicadamente
andróginos serenos comparecen teniendo
como si nada el cetro único compartido,
desde el orbe a la urbe, recién cortado el nudo
gordiano. Gobernemos. No lancemos los dardos.
Somos universales. Salgamos del espejo
pequeño de Van Eyck. Estamos en Florencia,
en los Uffizi, un tondo mediceo y polícromo,
o bicolor emblema de Luca della Robbia,
barro de la Toscana, por obra de la alquimia
blanco en vidriado azur, príncipes italianos
que alzaron el cilíndrico tempietto de Bramante
sobre el monte Gianicolo, mármol y travertino
en la tarde de Roma. Aquí los veinticuatro
quilates del tabique magnífico recortan
un óculo heliocéntrico sobre la biblioteca.
Compartamos con todos el tesoro helenístico.
Un grácil meridiano escinde en hemisferios
la total claraboya. Danos sabiduría
para orlar con el logos nuestro saludo al mundo.
Que el gnomon determine el momento sin sombra.
El cetro es parteluz de la ventana abierta.

Chantal Maillard

¿Quién te escucha?

Mira mis manos
le dices. Y él
de agitarse
de retorcer el labio y mirar
hacia otro lado.

¿Quién te escucha?
¿O es el texto del mundo
aquello que se desgarra?

Amigo, no hay amigo.
Ni a éste ni al otro lado.
Lo que oímos es
el balanceo de las ramas
en el árbol del miedo.

Antonio Colinas

El otoño avanzado de la vida

Estos montes en paz, estas orillas
del río sosegado,
los álamos
temblorosos, enormes, susurrando
su paz en nuestros ojos
cerrados,
muy cerca de las ruinas rodeadas
por las primeras nieves
y a la vez por el fuego de las hojas
de los helechos y los viejos robles
del otoño avanzado.
¿Del otoño avanzado de la vida?
¿Y esas nubes que pasan?
¿Siguen la dirección
de un tiempo que no es nuestro?

¿Qué esperamos aquí, en esta soledad
que enternece los huesos?
¿A dónde ir
más allá de esta brisa que serena
cualquier idea airada.
Hora pura.
Al fin nuestro mundo ya es cordial
pues su serenidad ya es
nuestra serenidad,
y somos cuanto fuimos
y cuanto además
llegaremos a ser el día eterno.

¿Y ese día tan solo llegaremos a ser
el aire que los otros habrán de respirar?

Elvira Sastre

Recuerdos y olvidos

Desde que te fuiste,
los días son más tranquilos.
Ha desaparecido el sobresalto,
el colmillo hendido en la espalda,
el ruido de todas las ambulancias.

Desde que te fuiste, también,
te recuerdo de otra manera.

Escucho tu risa en lugares en los que no estuvimos,
el aire me trae recuerdos que me golpean las sienes,
hay aullidos sin cuerpo que me sorprenden al quedarme sola.

No consigo acostumbrarme.

He cambiado el llanto anunciado
por lágrimas que me sorprenden en mitad de la carretera.

El otro día pasé por la calle
donde ser felices era cuestión de mirarnos a los ojos.
Vi dos sombras apoyadas sobre la encimera
de la misma cocina donde veíamos el futuro
sin necesidad de hacer ningún truco.

Pensé en todas las cosas que no he podido contarte.

Pensé, también, que jamás se abrazarían
como lo hacíamos tú y yo
cuando apretarse era algo más que buscar abrigo.

Recordé, después, aquel semáforo cuya luz
se proyectaba a través del balcón sobre tu cama,
esa que yo miraba mientras tú dormías
y sobre la que pensé escribir algún día
un poema que hablara de ventanas abiertas y de playas limpias.

Pero aquí estoy, sin embargo, escribiendo
que este no era el plan que trazamos,
que una vida sin ti es un mundo
lleno de recuerdos inexactos, incompletos, defectuosos,
una casa con dos sombras que no saben ya cómo quererse
y que se pierden en sus propias tinieblas
como un animal cuando tiene una pesadilla
y corre, y no se mueve, y gime, y no despierta.

Estoy en mitad de una carretera
donde me atropella, una vez y otra más,
este olvido que no es sino necesidad de recordarte,
y no quiero apartarme
para no tener que descubrir
que el golpe ya no me hace daño.