Image: Dibujar una isla

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Poesía

Dibujar una isla

Verónica Aranda

23 marzo, 2018 01:00

Verónica Aranda

Reino de Cordelia. Madrid, 2017. 104 páginas, 9,95 €

Verónica Aranda (Madrid, 1982) une a su condición de poeta la de traductora y viajera (su blog, Poesía nómada). Dirige, además, una colección de poesía hispanoamericana en la editorial Polibea. Ha publicado ya numerosos libros: Poeta en India, Tatuaje, Alfama, Postal de olvido, Cortes de luz, Senda de sauces, Café Hafa, Lluvias Continuas. Ciento un haikus, Otoño en Tánger y Épica de raíles. Algunos de ellos fueron galardonados, como éste, que obtuvo el premio Ciudad de Salamanca.

Una cita de María Zambrano abre este libro unitario, editado con primor, que gira en torno a la realidad y a la metáfora de las islas (‘Nadie te enseña / a contemplar las islas'). Un viaje real a las del Egeo y el Jónico (que marcan las dos primeras partes), ‘islas / de sugerentes nombres', que se convierte en otro interior en el que prima el misterio (‘toda isla es un enigma') y el deseo. El cuerpo está ya en el primer poema, al borde del agua: ‘Soy una nadadora ensimismada', dice. Y el seductor erotismo, explícitamente lésbico. En medio de un paisaje reconocible que Aranda logra separar de lo turístico, por más que a eso remitan títulos como "Santorini" o "Mikonos". No estamos ante una poesía descriptiva, aunque el vocabulario no evite nombrar un mundo poblado de cal, limoneros, tamarindos, higueras o salitre. El mundo de la luz (‘y la luz es tan blanca / que nos torna elocuentes') y el verano (‘un verano que soñé interminable'). Una luz que, a través de la palabra, llega a deslumbrarnos. De tan nítida. Los poemas son breves y están muy bien hilvanados, como fragmentos de un diario íntimo. El lenguaje, conciso y sentencioso: epigramático. Predomina lo sugerente y sensual. La emoción cadenciosa. No faltan homenajes de lectora: Cavafis, Elytis, Laina, Papadiamandis (al que dedica un hermoso poema).

La tercera parte, que da título al libro, es más hermética y misteriosa, en clave más honda, cruda y personal, donde se atisba, mediante términos clave (dualidad, equilibrio, templanza, insomnio...), la inquietante presencia del conflicto, la enfermedad o el desamor. La casa de la vida.