Image: Poesía completa

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Poesía

Poesía completa

Alejandra Pizarnik

23 diciembre, 2016 01:00

Alejandra Pizarnik

Lumen. Barcelona, 2016. 478 páginas, 23'90€

El eco de la obra literaria de Alejandra Pizarnik (Buenos Aires, 1936-1972) fue discreto cuando la autora vivía. Su fama creció gracias a los biógrafos de la poeta. Los trastornos psíquicos, la soledad y el suicidio de la escritora atrajeron a los lectores. En sus diarios figura una frase que la define: "He descubierto que cuando no estoy angustiada, no soy". Después de no pocas experiencias de sufrimiento, nos dejó un conjunto de poemas compuestos con verdad personal.

Descendiente de inmigrantes judíos, Alejandra Pizarnik padece desequilibrios emocionales en su infancia y adolescencia. A los diecinueve años publica su primer libro, La tierra más ajena. En él hallamos un universo peculiar, oscuro, de tréboles rotos y música que enrojece los caminos. Como una visita puntual de la congoja, seis veces se repite un verso en el poema "Reminiscencias": "y el tiempo estranguló mi estrella".

Sin puntuación, con gusto por las letras minúsculas, Pizarnik menciona callejones de sus pupilas, vientos negros, gotas que gimen, extrañezas. Camina sola por un puerto y piensa en huidas. El deseo de irse abre su segundo poemario, Un signo en tu sombra. A menudo el verso termina con un adjetivo posesivo, un artículo indeterminado, un pronombre relativo o una conjunción, y el ritmo transmite la inquietud de cierto tipo de jazz.

Alejandra Pizarnik tiene veinte años cuando se edita su tercer libro, La última inocencia. Persisten las decepciones, el miedo, la fatiga. La joven se siente "¡Cansada de Dios!". Y se acentúan su tono tajante y la impresión de extranjería: "la vida juega en la plaza / con el ser que nunca fui". Percibimos su identificación con Emily Dickinson, Arthur Rimbaud, Gérard de Nerval y Georg Trakl. El parentesco queda confirmado por las veintidós composiciones de Las aventuras perdidas. La desdicha no puede ser mayor. La poeta dice que era una anciana en su niñez. Colecciona abandonos en su juventud y nombra el suicidio en dos ocasiones. Busca una salida aliviadora, intenta "perforar con vino la suave necesidad de ser".

Pizarnik vive en París durante cuatro años. Entre 1960 y 1964, se hace amiga de Octavio Paz y Julio Cortázar. Traduce a Michaux y Artaud, entre otros. Su libro Árbol de Diana, lleno de sed y visiones, pertenece a esta etapa de consolidación artística. Continúan los vértigos, la vigilia, los poemas en prosa, la brevedad expresiva con sabor amargo.

Opino que Octavio Paz acierta al escribir sobre Pizarnik las palabras introductorias del poemario. A su juicio, la obra de la poeta es "una cristalización verbal por amalgama de insomnio pasional y lucidez meridiana en una disolución de realidad sometida a las más altas temperaturas". Con Los trabajos y las noches, Extracción de la piedra de locura y El infierno musical, libros fechados respectivamente en 1965, 1968 y 1971, alcanza la madurez literaria. Encuentra amparo poético en Los cantos de Maldoror de Lautréamont. Procura que cada vocablo sea una llave. Mientras la noche relampaguea en una máscara, Pizarnik vive recordando un rostro amado y desaparecido. Se ve atada a ese rostro. Escondida en una cripta o en una habitación llena de ojos, considera que la locura es su único privilegio.

Se incluyen varios textos hasta ahora inéditos. Fueron recuperados de una carpeta con cuarenta y una hojas mecanografiadas y después corregidas a mano por la autora. De nuevo el coro de ahogados; de nuevo una mujer errante. Destaca la imagen que Pizarnik tiene de sí misma: es una loba que de noche, perdida, cruza un bosque. No sorprende que dedique un poema a la cantante Janis Joplin, su hermana en el dolor. Doce días antes de suicidarse, anota: "Me alimento de música y de agua negra. Soy tu niña calcinada por un sueño implacable". No ignora que por fin ha sido "invitada a ir nada más que hasta el fondo".

Cerrado el libro, el lector se queda pensativo. Relee en la contracubierta una frase de la poeta: "Sé, de una manera visionaria, que moriré de poesía. Es una sensación que no comprendo perfectamente; es algo vago, lejano, pero lo sé y lo aseguro".

La poeta y profesora argentina Ana Becciú ha cuidado la edición de la Poesía completa de Alejandra Pizarnik. Con tapa dura y sobrecubierta, el volumen aúna elegancia y sobriedad. Sin añadir innecesarios prólogos o reflexiones académicas, se nos ofrece una obra que colmará las expectativas de cualquier buscador de literatura selecta.

@FJIrazoki