Image: Himnos craquelados

Image: Himnos craquelados

Poesía

Himnos craquelados

Jorge Riechmann

12 febrero, 2016 01:00

Jorge Riechmann. Foto: Archivo

Calambur. Madrid, 2015. 209 páginas, 18€

No es preciso recordar la trayectoria de Jorge Riechmann (Madrid, 1962), uno de los autores más acreditados y prolíficos de su generación. La poesía, entre 1979 y 2007, está recogida en Futuralgia y Entreser. Después han llegado libros como éste. El título procede del "interior del sueño" y le fue dictado por el mismísimo Camarón: "qué himnos podríamos aventurar hoy, en efecto, que no mostrasen una factura tan agrietada como nuestras perspectivas de futuro". "Y no obstante..." Sí, de obstinación cabría hablar, de resistencia. Y de compromiso. Porque, como observaba Atwood, "dar testimonio es tu deber". Porque "Escribes para intentar que sea dicho / lo que ha de decirse y nadie dice". "Sobrevivimos", que diría Ferreiro. Y en el "Preámbulo": "Vamos ligeros, amigos: vamos ligeros…". Con Pasolini y Berger (las citas abundan: "leyendo / y leyendo / para tratar de entender"), concluye que "la realidad es lo que podemos amar. No hay nada más". En ella apoya su empeño: "Nos salva la atención: estar entero ahí / donde uno está". Una obsesión más moral que poética, en el sentido clásico: "Desconfianza / del poema bonito". "Recibimos palabras como piedras regaladas / las entregamos como un canto rodado", escribe.

El tono es seco, sentencioso, reflexivo, preciso, aforístico a ratos. Claro y sencillo. Sin falsa retórica. Al fondo, la muerte ("nuestro tener que morir"), ya presente en la nota inicial ("la vida hemos de considerarla desde el prisma de la muerte"), donde recuerda a los amigos que se fueron, protagonistas de sus versos: Félix Grande, Nicanor Vélez, Gonzalo Rojas... O su padre ("Derrumbamiento"). Con todo, "El horror no es morir / El horror es la vida malograda".

El amor es una luminosa presencia que atraviesa el libro. "Amar es la plática / que no acaba". En "No acostumbrarse" o en "Autobús Salamanca-Madrid". Hay una gran preocupación por el lenguaje, por su perversión incívica. Y por su insuficiencia. De política se habla, y mucho. En contra del capitalismo ("Lo llamáis crisis / pero es lucha de clases"), a favor de la ecología y de las mujeres. De las luchas: "Salvo seguir luchando / no hay refugio mi amor / no hay / refugio". Con conciencia de derrota incluso: "Lo que más debiera importarnos / resulta a la vez necesario / e imposible". Nos redimen del tiempo unas "intensas aceitunas aliñadas".