Image: Rilke: Cuarenta y nueve poemas

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Poesía

Rilke: Cuarenta y nueve poemas

Rainer Maria Rilke

4 septiembre, 2008 02:00

Rilke, retratado por Paula Moderson-Becker. Foto: Archivo

Intr. y Trad. de Antonio Pau. Trotta. Madrid, 2008. 237 páginas, 13 euros

Traducir siempre supone un reto y traducir poesía un reto doble. Se trata de salvar en la nueva versión algo tan sutil como es el alma del texto. Esta aventura acrecienta su dificultad si el poeta traducido es un clásico y si, además, como sucede en el caso de Rilke, su Poética nos sitúa ante lo transparente y lo puro, ante un pensar y un sentir en los límites sublimes del conocer, que son los que dan lugar al poema ideal. La imagen de la poesía del poeta checo se ha ido así reconstituyendo ante nuestros ojos en progresión creciente. A ello ha contribuido de manera especial Antonio Pau, que también se ha detenido en el estudio de la obra de Juan Ramón Jiménez; poeta por algunas razones -esa transparencia y esa pureza de la palabra de las que antes hablaba- tan cercano a Rilke. Pero a este poeta concreto le había dedicado ya Pau trabajos como Rilke en Toledo (1997) y sobre todo su biografía Vida de Rainer Maria Rilke. La belleza y el espanto (2007), de la que nos ocupamos en estas mismas páginas el año pasado.

Ahora Antonio Pau le da forma a algo que ya intuíamos al leer esos libros anteriores: ser fiel y con gran musicalidad a los poemas de Rilke. Lo que en esos libros teóricos anteriores era algo fragmentario, adquiere en este volumen de traducciones una gran finura y rotundidad en el mensaje. Por otra parte, este tipo de traducciones selectivas -las que se llevan a cabo, imagino, por simple placer-, nos permiten también ofrecernos una visión rápida y muy fiel del autor traducido. Traducir, pues, algunos de los poemas más conocidos y amados de Rilke supone un reto, pero sobre todo ver salvado ante nuestros ojos la música del espíritu del texto, que es el que otorga a un autor su verdadera dimensión creadora.

De todas las formas, ante una obra tan amplia, se imponía el criterio de prioridad. Contemplando la relación de lo seleccionado, reconocemos la importancia que para el traductor posee la primera etapa de la poesía de Rilke, aquélla sin duda en la que el poeta se nos ofrece con una mayor naturalidad y claridad. Para ello, Pau no duda en ofrecernos incluso alguna muestra de los libros primerísimos (Coronado de sueños, Adviento), aunque el grueso de su selección afecte a otros libros primeros de inolvidable título (El Libro de Horas, El Libro de las Imágenes y Nuevos poemas). Hay también en el texto que precede a las traducciones ("El poema como meteoro") una teoría sobre el traducir que comparto plenamente: entre el "conservar la literalidad" y el "recrear el poema" hay una actitud tercera que es la de salvar "algunos valores del texto original". El traductor afina luego aún más su criterio al decirnos que se ha decidido a traducir no sólo los poemas de Rilke "más aptos para ser vertidos en español", sino además "los más representativo". Se trata, en efecto, de algunos de los poemas más conocidos de este poeta, los que constituyen ya paradigmas, modelos de referencia que son suficientes para salvar una obra.
Recordemos los títulos de algunos de ellos, rescatados en su esencia gracias al poder transmutador del que traduce: "A ti oscuridad de la que vengo", "¿Qué vas a hacer, Señor, cuando yo muera?", "Apágame los ojos", "La casa del pobre", "Día de otoño", "Hora grave", "Canción de amor" o el sobrecogedor poema final -escrito en el torreón de Muzot el desolado diciembre de 1926-, "Ven tú, el último, al que reconozco". La gran unidad de la selección y la sensibilidad con la que el traductor ha abordado su tarea proporcionan al conjunto un carácter no sólo de libro de plegarias -de textos para paladear en voz alta- sino también una estremecedora muestra de sabiduría, pues no otra cosa es en esencia el poetizar sino la expresión sublime de un saber que viene de muy atrás en los seres humanos, pero que con cada poeta verdadero se reaviva y fertiliza en la hora presente.

Adquiere así la palabra poética su significación más profunda. Con la naturalidad con la que "las fuentes brotan" en la noche, con la consciencia de que la muerte sólo es "el camino más puro", la palabra de Rilke se nos va entregando con una maravillosa simplicidad musical que, a la vez, es la expresión de una complejidad ahondadora que revela lo mejor de la condición humana. Esa complejidad fecunda en la que el corazón del hombre, por medio de la palabra poética, "vencerá a todo".