Poesía

Buzón vacío

Juan Bonilla

15 junio, 2006 02:00

Juan Bonilla. Foto: Antonio Moreno

Pre-Textos. Valencia, 2006. 52 páginas, 9’6 euros

El primer poema del libro, un hai-ku, explica bien cuál es la significación del título: "Otra mañana/ que me avisa la muerte:/ buzón vacío." En efecto, cada mañana, cada comienzo del día, cada promesa de la vida, se convierte en los poemas de Buzón vacío en un memento mori. En la literatura es un tópico clásico y este anudamiento de vida y muerte regresa en lo moderno, entre otros, de la mano de Hegel, a quien citará Maurice Blanchot para escribir que el lenguaje es la vida que lleva la muerte en sí y se mantiene en ella. Según eso, toda la literatura es una escenificación de tal drama y lo que sucede aquí es que se ha tematizado. Si escribir, pues, es levantar acta de la muerte, como vivir es morir, esto es lo que con variaciones se reitera en este libro, por ejemplo, en "Dentro de mí alguien que no soy yo me va borrando", donde "borrando", además de que inscribe a la escritura, adelanta el que ese fantasma "desteje la narración que soy", de manera que el yo es pensado como nada más que un relato, unas palabras, como palabras son también los poemas de Buzón vacío.

En lo ya citado se ha puesto en evidencia otra de las líneas temáticas sobre las que se construye el discurso: la dualidad, la cual se prolonga en el espejo -"Un niño son dos niños […] Se inventan en espejos"- y otros motivos y que están implicando una pregunta sobre la identidad misma, esa interrogación para la que nuestro tiempo no acaba de elaborar una respuesta que mínimamente satisfaga. En este sentido "Seres" nombra una serie de posibilidades vitales, sin que llegue a especificarse si se trata de un deseo o tan sólo de una constatación -en cualquier caso, ahí queda la diversidad-, dejando así la mención de tales vidas en una posición de incertidumbre con respecto a quien habla. Por lo dicho, ya se ve que este libro no está carente de interés en cuanto a pensamiento y hay que añadir que ese pensamiento se dice sin recurrir a abstracciones, sino con un lenguaje llano y apelando a anécdotas nada extraordinarias, lo que constituye sin duda uno de sus méritos. Y es que no en vano Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, 1966) es ya un escritor cuya obra poética y narrativa y periodística goza de no poco reconocimiento.

Uno de los instrumentos de esta escritura es la ironía, ese paso que abre siempre una distancia entre lo enunciado y el enunciador y evita un sentimentalismo ingenuo al tiempo que permite que los sentimientos no queden excluidos. La ironía se entreteje a la cita o reescritura ya sea de un cántico religioso, ya de uno de los poemas más populares de Rubén Darío, como sucede en "Décimas de fiebre", que sirve para cerrar el libro volviendo sobre el paso del tiempo y la muerte, pero en una dicción que nada tiene de trágica: "Juventud, divino inodoro", etc.

Si un libro, en cuanto que contiene textos, encuentra su imagen en un buzón, hay que decir que en este caso el buzón no está vacío. Por mucho que gire alrededor del vacío de la existencia, está lleno y de una escritura de este tiempo y de calidad.


Seres
Ser ese moribundo que sonríe
tumbado en un peldaño en Benarés:
el propietario de un recuerdo antiguo
que dentro de un minuto no valdrá.

Ser en la cruz el mártir que delira
y sueña que su muerte salva el mundo.
Ser el funambulista ciego
que avanza por el cable del presente
y desdeña el vacío al que se arriesga.

O ser también el erudito huraño
que mientras llueven bombas en
Duvrovnik,
ansía recaudar datos precisos
acerca de un tema insignificante. [...]

Ser todo aquel que firmemente se proponga
olvidar su futuro.

Ser el naúfrago que esquiva toda playa.
Juan Bonilla