Image: El canto es vuelo

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Poesía

El canto es vuelo

Fernando Fernán Gómez

13 febrero, 2003 01:00

F. Fernán Gómez. Foto:M.R.

Visor. Madrid, 2003. 172 páginas, 12 euros

"Si alguna vez dentro de mí hubo un poeta -malo o mediano-, desapareció hace muchos años", declara Fernando Fernán Gómez (1921) en la contraportada de este libro en el que se recogen sus poemas escritos desde los años treinta hasta finales de los setenta: desde entonces "este imitador de poetas" no ha vuelto a aparecer.

El autor no muestra, pues, en esta colección lírica mayor pretensión que la de darnos a conocer su escritura más íntima, consciente, suponemos, de que en ella los lectores interesados en su figura pública vamos a buscar sobre todo lo que pueda asomar del hombre privado que hay detrás de los ochenta y nueve textos reunidos con el significativo título, tomado de una frase de Unamuno, de El canto es vuelo.

Lo que el autor ha publicado en este libro no se trata de una selección, sino del conjunto de los poemas conservados por el autor en su "vieja carpeta": por ello no puede extrañarnos ni la desigual calidad de los textos ni una heterogeneidad formal que responde, sobre todo, a influjos muy diversos de las poéticas de los años cuarenta y cincuenta y que propicia tonos cambiantes entre los que destacan la meditación elegíaca, el énfasis sentimental y un cierto humorismo, sarcástico a veces (como en el poema "Los pobres"), melancólico a menudo.

A medida que avanzamos en la lectura aumenta nuestro interés: ya en la parte inicial, "Primera entrega", entre soleares, glosas, parodias y alguna oración ("hoy que las desgracias me acosan como hombres") destacan notablemente "El jardín de Verona" y "(Q.E.P.D)", dos poemas extensos de tintes oníricos y visionarios cuyo registro de voz hablada pone en escena sendos soliloquios imaginarios, compartibles, de la experiencia de cualquiera ante la ensoñación o la realidad del acabamiento: "La muerte es una vida irremediable".

Siguen los catorce poemas de "A Ro-ma por algo", escritos en forma de anotaciones y monólogos en el marco argumental de un viaje a Italia en que el viajero cruza su callejeo romano con interpolaciones de la memoria, con vestigios de otros lugares y otras anécdotas, con algún poema humorístico en el que se funden marquesas que recuerdan a las del inolvidable Serafín en escenas de la dolce vita felliniana y, de manera creciente, con un sentimiento dominante de soledad que se amplifica en los cincuenta y cinco textos de "La luz en el prisma", la parte sustancial del libro, también heterogénea en temas, tonos y formas y, sin duda, la que contiene, entre otros tal vez prescindibles, los poemas más personales, libres y valiosos del conjunto.

El autor los ha ordenado en una secuencia temática que nos lleva desde canciones de una cierta alegría melancólica y sentimental, como "Canción de amor" o "La amante" ("fuente de sed/ por si mi sed se acaba"), desde monólogos de una cotidianidad y un erotismo más crudos ("El drama" o los dos titulados "Querida") hasta el protagonismo de un sentimiento dominante de dolor y soledad en cuya anécdota se perfila la experiencia del autor: "Cuando los mudos testigos se han marchado,/ se alza de nuevo el telón/ para que aparezcas tú, soledad".

En torno a ambos núcleos se centran, con los ya citados, los poemas más destacados de El canto es vuelo, como "Soledad", "Solo" o "Apologética", siempre en el registro dramatizado, de largo aliento discursivo, en el que el autor logra su mejor tesitura y que imaginamos dichos por su propia voz. Cabe destacar también varios homenajes: a José García Nieto, al pintor Alberto Greco y, sobre todo, "A Omar Jayán, in memoriam" y "Canción para Anita Ekberg", que son los dos que yo prefiero y que funden brillantemente desengaño, increpación y vitalismo, al igual que los tres poemas en prosa que cierran este volumen en el que hemos podido ver una faceta tan insólita como enriquecedora de este grandísimo personaje de nuestra cultura.