Image: Caída

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Poesía

Caída

Álvaro García

6 marzo, 2002 01:00

Pre-textos. Valencia, 2002. 36 páginas, 7 euros

Por su autoexigencia, por su atención a lo que hay y por sus logros álvaro García es uno de los poetas de su generación que más aporta a la poesía de nuestro tiempo. Caída clarifica la provocativa propuesta de Para lo que no existe (1999), ilustra la voluntad de prescindir del "coágulo del yo" enunciada en 10 menos 30 y su poética "Poesía sin estatua" en La generación del 99 y hace compartible una escritura de lo vivido que busca trascender la narración y el sentimiento sin abandonarlos y alcanzar por medio de la palabra sintética y del despojamiento retórico alguna forma de entendimiento de lo real en su complejidad.

La inteligencia poética de álvaro García, heredera del viejo ideal purista (JRJ por delante de Guillén), se enfrenta de continuo con sus propios logros, busca la intemperie creadora y exige del lector un esfuerzo constante de atención para seguir las inflexiones y los quiebros de una voz que confronta los aprendizajes del corazón con la insistencia plural de lo exterior. Caída apuesta nuevamente por el riesgo ya desde su vehículo expresivo, esa sucesión de más de 300 endecasílabos cuya insistencia abrumadora en el acento en sexta, huyendo del lucimiento musical, crea una recurrencia rítmica algo monótona a ratos. Pero también elude con éxito ese otro riesgo que implica la introspección en la edad mediana, esa meseta aburrida para algunos pero que brinda a la indagación poética muchas liquidaciones e incógnitas por despejar. Como decía en su libro anterior, "Somos del alimento del temor./También una ilusión de eternidad/que se entrevera con estar perdidos."

Ese entreverarse da fuerza a Caída. Las seis secuencias en que se divide conforman una narración de cuya anécdota sólo se nos ofrece algún dato: la separación de una pareja, el paso de los días, poco más: el hueco de un derrumbe, la resistencia. Con estos núcleos imprescindibles pero insuficientes el poema trasciende el relato para abrirse a otra forma de introspección desde lo exterior, que brinda materia poética: "todo ocurre en el brillo de las hojas". Desde lo más cotidiano y directamente sentimental, el poema se abre en inflexiones cambiantes al extrañamiento, a la confianza decisiva en lo otro, en la luz, en el aire, en formas objetivas del transcurso.

El poeta apuesta, con JRJ, por tratar realidades "con el nombre/que en la noche, sin más, le sale al paso". La secuencia 5, la más lograda, en la estela de Jiménez y en la de Guillén, propone, partiendo de un simbólico invierno, una aspiración a lo real completo. Culmina el poema con una larga secuencia que recupera los motivos del principio para darle sentido a la conciencia individual, como una piedra "que bota sobre el mar y el mar se traga/ antes de que consiga un horizonte". Caída reafirma y acrece la poética en marcha de álvaro García, en una introspección llena de sabiduría, y también en versos indudables que apuntan al aforismo: "vivir es intentar ponerle nombre/a las cosas que marchan a su aire".