Poesía

Prólogo a "Baladas líricas"

William Wordsworth

14 noviembre, 1999 01:00

Traducción de Eduardo Sánchez Fernández. Edición bilingöe. Hiperión. Madrid, 1999. 121 páginas, 1.500 pesetas

Como advierte el traductor y autor de la presente edición, resulta sorprendente, que en la más cabal y bilingöe edición española de Baladas líricas de W. Wordsworth y S. T. Coleridge (Cátedra, Madrid, 1990) no figure el prólogo que Wordsworth escribió para la segunda edición de las Baladas (1800) ni la adenda que aún puso -en el mismo camino de teorización poética- en la tercera edición (1802). La extraña ausencia queda ahora reparada y bien reparada.

Cuando las Baladas líricas aparecieron, por vez primera, en 1798 (obra de Coleridge y Wordsworht, pero sobre todo del segundo) esos poemas sorprendieron al público por su tono nuevo y renovador; y ello trajo al libro (que se agrandaría a dos tomos tras la primera edición) éxito y polémica. ¿Era aquello "poesía"?, dijeron quienes seguían aún preceptivas barrocas o neoclásicas. Aquello era el primer vagido inglés de lo que llamamos poesía romántica y que se complementaría -hablando a nivel europeo- con los poemas alemanes de otros poetas del tiempo (Hólderlin, desde luego) es decir, que nacía la lírica romántica. El romanticismo, a secas, por excelencia.

La sorpresa que causaron estos poemas -la singularidad de su tono- hizo que William Wordsworth (1770-1850) redactara el prólogo a la segunda edición y la adenda para la tercera (muy complementarios) que deben considerarse como una preceptiva romántica que tuvo -y sigue teniendo- enorme influencia en la lírica occidental contemporánea. Wordsworth definía la poesía como el "espontáneo desbordamiento de intensas emociones" (the spontaneous overflow of powerful feelings). A partir de ahí, concluye Wordsworth que el placer que todo poema debe producir-surgido de la manera de decir las intensas emociones-debe alejarse de lo que él denomina "dicción poética" (la retórica lírica del Barroco y del Neoclasicismo) para que la lengua poética, mirando a las fuentes, vuelta al lenguaje coloquial y a los hechos de la vida cotidiana. "Así pues el objetivo principal -dice- que yo me propuse en estos poemas fue escoger hechos y situaciones de la vida ordinaria y relatarlos o describirlos todos, hasta donde fuera posible, mediante una selección del lenguaje que la gente utiliza en la vida real".

Para esto -continúa el razonamiento de Wordsworth- buena prosa y buena poesía no se diferencian, pero él escoge con todo la "poesía métrica", porque sus cualidades rítmicas o incluso la contención de la estrofa, pueden ayudar a transmitir mejor la emoción en que la poesía consiste. Pero respecto al lenguaje ordinario, habitual (coloquial, en un sentido menos extremado que hoy) no tenía duda ninguna. La "dicción poética" antigua convertía al poeta en un ser extravagante y artificioso, y el poeta solo se distingue de los demás hombres -pero sí se distingue de ellos, estamos en el Romanticismo- por la calidad y altura de su sensibilidad, lo que le permite sentir o transmitir mejor las emociones que -camino del placer- son el poema. Emociones rememoradas por el poeta, "en estado de tranquilidad". Nada hace falta agregar a lo dicho para confirmar que la poética de Wordsworth en su "Prólogo a Baladas líricas" (en inglés "Preface") no solo abrió una amplia parte del lenguaje lírico del Romanticismo -pensemos, entre nosotros, en Espronceda o Bécquer- sino que, avanzándolo, no otra teoría, sino esta de la emoción y el lenguaje coloquial, sustenta toda la poesía actual que ha solido llamarse -a través de distintas generaciones- "poesía de la experiencia", "realista" o "figurativa" entre otros remoquetes. Claro que Wordsworth (y ahí mantenía, al modo romántico, una tradición clásica) no podía pensar que el poeta fuera, sin más, un hombre corriente. Lo era como ciudadano. No como ser -o artista- necesaria y extremadamente sensible. Un texto importantísimo.