Poesía

Jugar y leer. La poesía de Gil de Biedma

16 mayo, 1999 02:00

Los poemas de Gil de Biedma se revelan, gracias a la interpretación de Antonio Armisén, muy alejados del carácter de anecdotario transparente de la mala vida a la que se quiere reducirlos.

A lo largo de las últimas décadas, la obra de Jaime Gil de Biedma ha ido ganando adeptos hasta convertirse en una de las indiscutibles referencias de la poesía española más reciente, al mismo tiempo que su autor la iba podando hasta dejarla en lo que quiso fuera una selección esencial y un retrato definitivo. Un año después de su muerte, en 1991, la Universidad de Zaragoza organizó, por iniciativa de Túa Blesa, un gran congreso conmemorativo al que acudió Antonio Armisén con uno de los estudios que se reúnen en este libro; todos proceden de su extensa experiencia docente sobre la generación del 50. El título alude al poema final de Moralidades, "El juego de hacer versos", cuyo éxito se define por la inmediatez emocional, la concisión y el nervio rítmico del tango. No es la única interpretación de su propio quehacer que haya dado Jaime Gil, y sacada de contexto tiene un matiz de frivolidad que acaso lleve al lector desprevenido a pensar que este libro intenta enmascarar su origen universitario; y nada sería menos cierto, pues tiene, indudablemente, toda la grandeza y las servidumbres de ese origen.

El gran acierto de Antonio Armisén ha sido aplicar a un poeta contemporáneo su larga y bien probada competencia en el análisis erudito de textos clásicos, y hacernos ver lo engañosa que resulta la creencia de que podemos aproximarnos, ligeros de equipaje, a un poeta como Gil de Biedma, seguros de que la cercanía en el tiempo nos hace compartir sus claves y llegar sin esfuerzo al fondo de sus textos. Es probable que la común inmersión en una misma circunstancia histórica baste para darle la vuelta, como a un guante, a la literatura de bajo voltaje, pero no es ése el caso de un escritor reflexivo y culto en varias lenguas como Jaime Gil.

Las excavaciones emprendidas por Armisén revelan la rica diversidad de estímulos creativos, las alusiones para iniciados, el aprovechamiento de recursos compositivos y la asimilación de conceptos y discursos ideológicos procedentes de los Siglos de Oro (Garcilaso, Lope), del XVIII (Cienfuegos) o del XIX y fin de siglo (Baudelaire, Mallarmé, Rubén, Rilke) en el ámbito de la poesía; y de novelistas (Pérez de Ayala, Joyce), filósofos (Nietzsche, Sartre), antropólogos (Jung, Eliade) y críticos y teóricos de la literatura (Eliot, Empson, Langbaum, Read, Wilson), junto a voluntarios guiños intertextuales de asentimiento y complicidad a compañeros de generación (Barral, José Agustín Goytisolo). Destacan en ese terreno las indagaciones sobre la utilización de la noción ignaciana de "composición viendo el lugar", y sobre la asimilación de los conceptos nietzscheanos de mala conciencia y resentimiento contra la propia clase, justamente utilizados para definir a Gil de Biedma como un poeta social peculiar, cuya preocupación primordial fue la falta de origen e instinto proletario, y la consiguiente sensación de aislamiento en un conflicto de clases asumido desde la razón, la voluntad y la marginación, y por ello peligrosamente cercano a la tan denostada "bohemia revolucionaria". Sus poemas se revelan, gracias a la interpretación de Armisén, muy alejados de la aparente simplicidad y del carácter de anecdotario transparente de la mala vida a la que se quiere reducirlos, cuando se ostenta su magisterio como justificación de la más primitiva poesía de la banalidad cotidiana. Son objeto de estos estudios, ante todo, los más destacados poemas de Moralidades, sin excluir algunos de otras colecciones; no ha pretendido Armisén abordar la obra de Gil de Biedma completa y sistemáticamente.

Ello puede causar desconcierto a los lectores que esperen un tratamiento más fluido, y acaso más superficial, de la obra de un poeta de nuestro tiempo. El punto de mira está puesto en los textos concretos que se han elegido, y la sucesión de los estudios ahora recopilados produce una reiterada impresión de fragmentarismo. Por otra parte, es inevitable la aparición de reiteraciones, al no haber sido integrados esos estudios específicos en una visión global; y las extensas y detalladas notas interrumpen constantemente la lectura. Es un error muy común, en el que no debería caerse, el pedirle a los demás que hagan lo que nos gustaría recibir de ellos, en lugar de reconocer y valorar el logro de sus propios propósitos. Este libro está dirigido a los profesores y estudiantes de comentario de texto y de seminarios y cursos de doctorado; en esos ámbitos, y en sus circunstancias y exigencias, se convertirán en útiles guías y en aciertos metodológicos las sucesivas polvaredas en las que un lector no universitario verá desaparecer, una y otra vez, a Jaime Gil de Biedma.