Poesía

Poemas de Álvaro de Campos

Fernando Pessoa

14 febrero, 1999 01:00

3 vols. Trad., introducción y notas de Adolfo Montejo Navas. Hiperión. Madrid, 1998. 370, 402 y 259 págs., 2.000, 2.200 y 1.800 ptas.

T odos admiramos la vida de Pessoa pero a nadie que no esté enfermo de romanticismo le hubiera gustado vivirla. Sin embargo nos llena de nostalgia la vida ficticia de álvaro de Campos con sus viajes, su solemne vitalismo, sus polémicas y su monomanía por crear escuelas de vanguardia en aquel Portugal tan pobre que sólo tenía iglesias, militares y hacendados. Si Caeiro y Reis parecen estar fuera de de la poesía portuguesa, álvaro de Campos encarna parte de su historia en las primeras décadas de nuestro siglo. Decadente primero, sensacionalista influido por Walt Whitman y el futurismo después, y al final personal, irónico y desengañado, su verdadero maestro no fue Caeiro, sino Pessoa con quien se puede establecer una identificación en el psiquismo. Su poesía toda es el recorrido por su biografía espiritual y su biografía una forma de construir su retrato desde la perplejidad, la tragedia y el dolor que le inspira la vida. Si fue un metafísico fue para mostrarnos la histeria absurda que subyace en toda metafísica, y si fue un histérico viajero, ocioso o vanguardista para encontrar una salida a su crisis personal a través de una huida a puertos exóticos, a través de un canto al optimismo moderno de las máquinas y de la explosión del lenguaje literario heredado. Pero su más honda conciencia fue la del fracaso y lo más emocionante de su obra el poetizar el simple fracaso del vivir por un hombre corriente. Así la pérdida de la infancia o de las ilusiones, la imposible realización personal, la extrañeza de lo cotidiano, el terror del conocimiento propio dibujaron en el rostro de sus poemas ese desasosiego neurasténico tan suyo y que fue dicho en una lengua poética cargada de meditación y de hondura. Nada lo define mejor que ser un filósofo de una buhardilla de Lisboa que siente un profundo aburrimiento ante cualquier filosofía, ante cualquier política y ante cualquier religión.
La imagen que a través de las distintas antologías de su poesía se ha podido hacer el lector español está basada en las ediciones de Atica (1944) o de Aguilar (1960). Ediciones que se han puesto en entredicho en los últimos años por los numerosos errores que contenían. A esa labor se han dedicado, desde posiciones distantes y enfrentadas, Cleonice Berardinelli, reponsable de la llamada Edición Crítica, y Teresa Rita Lopes. Se dio lugar así a un debate entre estas dos antagónicas investigadoras sobre la edición de la poesía de Alvaro de Campos que, lejos de ser estéril, afecta a la lectura y a la configuración de los poemas.
De ello nos da cuenta Rita Lopes en su Livro de versos de Alvaro de Campos ( 1993) donde ataca a la Edición publicada por Berardinelli y A equipa Pessoa en los siguientes términos: "Es penoso mas es mi deber cívico decir que la Edición Crítica de los Poemas de Alvaro de Campos no es adecuada para la lectura". Se basa para ello en la aparición de poemas adulterados, en articulaciones erradas de versos, en omisiones, en fragmentos que aparecen desgarrados de las series a que pertenecen. Las diferencias de criterio hacen que los lectores de Alvaro de Campos nos encontremos en una tierra de nadie para realizar una lectura adecuada. Y más cuando afecta a los criterios de edición (Rita Lopes no reconoce Arco de Triunfo ni considera válido el agrupamiento de los poemas según estén o no fechados) y sobre todo a algunos de los textos más emblemáticos: Saludación a Walt Whitman, El paso de las horas...
Adolfo Montejo Navas, responsable de esta edición en español de la poesía completa de álvaro de Campos, ha optado por seguir, excepto en la configuración externa, la edición de la Serie Menor publicada por Berardinelli en 1992. Más allá de ser respetable su criterio, lo que parece inadecuado es que no se nos den argumentos de por qué ha sido esa su elección, que ni siquiera plantee los términos desde los que él observa la polémica. Y es inadecuado porque el lector español se puede hacer ahora esta pregunta: ¿estoy leyendo a álvaro de Campos o una imagen distorsionada de álvaro de Campos?