Adolfo García Ortega. Foto: Leo Pérez / Galaxia Gutenberg

Adolfo García Ortega. Foto: Leo Pérez / Galaxia Gutenberg

Novela

'Madre mujer muerta', otra grata sorpresa de Adolfo García Ortega: la galdosiana historia real de su bisabuela

El escritor resuelve al fin un viejo enigma para toda su familia en esta novela sobre una niña adoptada tras el fallecimiento de su madre durante el parto.

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Poeta, ensayista y editor, novelista y traductor, Adolfo García Ortega (Valladolid, 1958) es uno de esos personajes casi secretos del mundillo literario a reivindicar por su talento, buen gusto lector y su asombrosa libertad. Cuántas horas de felicidad además le debemos por sus traducciones de Yasmina Reza, Colette, Diderot, Simone Weil, Isabelle Eberhardt o Georges Perec, por no mencionar su trabajo como editor en El País-Aguilar, Seix Barral y en el grupo Planeta.

Madre mujer muerta

Adolfo García Ortega

Galaxia Gutenberg, 2025
256 páginas. 20 €

Sin embargo, García Ortega, que antes de entregarse a la literatura –y de soñar “ser libro”, como a menudo ha declarado– fue fontanero, carpintero y empleado de Correos, es, ante y pese a todo, un escritor capaz de sorprender en cada nuevo libro, pues se mueve con igual soltura en la poesía y el ensayo de actualidad, mientras que, por lo que a la narrativa se refiere, aborda originales argumentos del pasado y del presente, de la España profunda al Japón de rabiosa modernidad sin conformarse con argumentos trillados, sagas ni modas.

Autor de una treintena de libros, su poesía completa está recogida en Animal impuro (2015); cuenta con ensayos como Un fin de siglo (1988), Fantasmas del escritor (2017), El arte de editar libros (2024), Otro Israel es posible (2024), y entre sus novelas destacan Mampaso (1990), Café Hugo (1999), El comprador de aniversarios (2003), Pasajero K (2012) y Una tumba en el aire (2019).

Ahora, en una de sus giros asombrosos, vuelve a sorprender al lector con Madre mujer muerta, un relato de inequívoco aire galdosiano, que narra un drama trufado de amores desdichados y traiciones inhumanas, pero que está basado en un hecho real que le concierne de manera excepcional.

Como el propio García Ortega explica al comienzo del libro, en plena pandemia una desconocida le propuso escribir “una historia ‘que hiciera justicia’ al hermano de su bisabuela, un médico llamado Luis Selva”. Sin embargo, lo que realmente sedujo a nuestro escritor fue que la verdadera protagonista de ese relato por escribir resultaba ser la propia bisabuela de García Ortega, un verdadero enigma para toda la familia que el vallisoletano resuelve al fin en esta novela gracias a las cartas y diarios del doctor Silva.

El desenlace, sorprendente y abrumador, demuestra el oficio de un verdadero seductor de lectores

Todo comienza una noche de octubre de 1889, cuando llega a Vegalegua, un escondido pueblecito de Valladolid, Galia Cervino, una joven veinteañera, embarazada y soltera, para buscar refugio en el convento donde vive una tía monja. Como la madre muere en el parto por culpa del doctor Silva, este decide adoptar a la recién nacida y buscar al canalla que sedujo a la muchacha.

Las pesquisas de Silva, de las que da cuenta a su hermana por carta y a sí mismo en su diario, nos llevan a Valladolid y a Madrid, con galdosianas estampas costumbristas llenas de hondura que retratan una España hipócrita y mendaz.

Al tiempo, la apasionada relación con el infeliz de Sixto Rubirosa, un cachorro de buena familia que prefiere renunciar al amor antes que a la fortuna familiar, recuerda irremediablemente a Stendhal o al Víctor Hugo de Los miserables.

Con todo, lo que da verdadera enjundia al relato es la historia del amor prohibido del propio Silva, su pasión fatal por un amigo, Adrián, pues sus sentimientos y desdicha acaban entreverándose con la de Gloria, arrojándole a un infierno de incurables nostalgia, alcohol y soledad.

El desenlace, sorprendente y abrumador (no haré spoiler, claro), demuestra el oficio de un verdadero seductor de lectores que hace casi imposible abandonar las páginas de este libro desolado y desolador, aunque adelanto que, como decía Gil de Biedma de la historia de España, es el más triste porque termina mal.