Miguel Benlloch: ' De la O'. De la serie TipoTopoTropos, 2008. Foto: Pepe Morón

Miguel Benlloch: ' De la O'. De la serie TipoTopoTropos, 2008. Foto: Pepe Morón

Arte

Miguel Benlloch, el 'performer' comunista conquista el monasterio de la Cartuja

El CAAC de Sevilla recupera a uno de los artistas pioneros en el arte de la 'performance' o del arte de acción, que reinterpretaba clásicos folclóricos en clave política.

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Parecería que, de un tiempo a esta parte, las instituciones culturales no paran de “saldar deudas”. Aunque el sintagma tenga sus dobleces, la maniobra nos sopla a favor: un ejemplo es la exposición sobre Miguel Benlloch (Loja, 1954 - Sevilla, 2018) que acaba de inaugurarse en el CAAC.

Miguel Benlloch. Bajar la voz.

CAAC. Sevilla. Comisarios: Rafa Barber Cortell y Enrique Fuenteblanca. Hasta el 5 de abril

Activista, poeta, productor cultural y “performancero”, Benlloch llegó a las artes después de una intensa actividad política vinculada al Movimiento Comunista. A finales de los 70, participó en la fundación del Frente de Liberación Homosexual de Andalucía y, posteriormente, en las protestas antiOTAN, tras cuyo fracaso crearía –junto a Joaquín Vázquez– la productora BNV, a cuya incesante actividad debemos algunos de los proyectos más ambiciosos del contexto andaluz.

Para armar la muestra, los comisarios han elegido la zona monumental del antiguo monasterio de la Cartuja, ubicando las piezas en las afueras de las salas, tratando de establecer un diálogo con los numerosos estratos históricos del edificio.

Así, en las capillas de san Bruno y santa Catalina encontramos obras que aluden a lo sagrado, como Ibn Farum (1999) –Benlloch, ataviado con un mono de albañil cubierto de fragmentos de espejos, gira sobre sí mismo, mitad derviche, mitad bola de discoteca–, o María de la O (1992), la primera de sus acciones que consiste en la recitación –como un mantra– del título de la canción desde el interior de una enorme esfera dorada diseñada por James Lee Byars.

Esta acción seminal preludia muchas de las preocupaciones que se desarrollan posteriormente, también incorporados en la exposición: el cuestionamiento de la identidad (Tengo tiempo, 1994; 51 géneros, 2005,), una aproximación heterodoxa a lo popular (Los lares de la casa, 2007) y la noción de desplazamiento (la obra de Byars se ideó para el palacio de Carlos V, aunque terminó realizándose en el palacio de los Córdova y, tras unos años de abandono, acabó despeñada por un barranco).

Vista general de la exposición. Foto: Pepe Morón

Vista general de la exposición. Foto: Pepe Morón

La muestra prosigue por el claustrillo mudéjar, donde se han instalado obras políticamente ligadas al conflicto en Oriente Medio (Piedra palestina, 1993) y la bodega, una cámara subterránea (oculta) donde, paradójicamente, se documentan acciones muy publicitadas, como aquellas contra la celebración de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla, cuando se desplegó un cartelón en la mismísima Giralda.

Bajar la voz es una exposición deliberadamente huidiza, cuyos artífices han querido esquivar la museización del artista. Aunque la articulación con los azares históricos del monasterio flaquee por momentos, el planteamiento es inteligente.

Miguel Benlloch: 'Piedra palestina', 1993. Foto: Pepe Morón

Miguel Benlloch: 'Piedra palestina', 1993. Foto: Pepe Morón

También nos ofrece compases hermosos y atinados, como el recitado de Canario (1993) en el patio de Pérgolas, en el que la voz (“Árabes, entrad: estamos cansados de visigodos...”) se interrumpe por el canto del ave. En otros, la rotundidad del edificio desdibuja una muestra construida con recursos museográficos realmente pobres y una producción, como poco, insuficiente.