Image: Donde quiera que yo esté

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Novela

Donde quiera que yo esté

Romana Petri

4 mayo, 2018 02:00

Romana Petri. Foto: Neri Pozza

Traducción de Pilar Eusamio. La Huerta Grande. Madrid, 2018. 620 páginas. 24,50 €

Novelista, crítica y editora, Romana Petri (Roma, 1955) es hoy una de las autoras más galardonadas de Italia. Finalista en varias ocasiones del premio Strega, ha obtenido, entre otros, el Montedello y el Grinzane Cavour. Donde quiera que yo esté es su segunda obra traducida al español, tras Toda la vida (Destino, 2012), y sorprende por su originalidad gracias a una construcción novelesca que se aleja del tiempo contemporáneo.

El grupo social que la autora presenta aquí no parece, a primera vista, muy amplio: ante nuestros ojos se desenvuelven los miembros de una saga familiar portuguesa que pasa de la terrible pobreza de Margarida al relativo bienestar de los descendientes de su hija María do Ceu, verdadera heroína de la novela, adoptada por Ofelia y su marido, un agente comercial de dudosa catadura moral. Y, sin embargo, el tiempo que transcurre desde los años cuarenta del siglo XX, en plena dictadura de Oliveira Salazar, hasta la Revolución de los Claveles en 1974, y el paso más leve por las tres décadas posteriores, transpira una mirada hacia el pasado, como si a partir del drama de Margarida, prácticamente una excluida social, se embrollara la vinculación de los personajes entre sí y la razón última de sus destinos.

El puñado de seres que se agitan en estas más de seiscientas páginas, y sobre todo María do Ceu, en quien recae el peso de la historia en su incesante batalla por respirar, política, psicológica y físicamente, y salvar a sus dos hijas y a su hijo de la cruda realidad, acaban dando voz a la humanidad entera. Todos los protagonistas, desde doña Ofelia, la madrastra humillada, a la hermana impedida del padrastro, la hija deforme de María do Ceu, o su otra hija, bella y deprimida, parecen arrastrar la maldición de Sísifo, y estar condenadas a comenzar de nuevo una y otra vez, peleando sin cesar por enderezar una vida que nunca da respiro.

Con la magistral evocación de una Lisboa pobre, llena de belleza y atardeceres nostálgicos (no en vano la autora, otra italiana enamorada de Portugal, fue amiga de Antonio Tabucchi), la trama es la punta del iceberg de un mundo rígido, cruel con las mujeres, políticamente corrupto y socialmente desalmado. Margarida, la madre de María do Ceu, con la que arranca la estirpe, vivirá de las migajas de los demás y dormirá bajo una escalera. Aunque conocerá un momento de deslumbrante esperanza, no podrá evitar el fracaso y la injusticia. La fuerza de la maternidad, el amor, confesado o no a los hijos, imaginados o verdaderos, será el ancla de estas mujeres a la deriva, rodeadas de hombres cobardes. Es cierto que los tiempos avanzan y ellas crecen. También María do Ceu dará grandes pasos adelante, pero siempre con el miedo en el cuerpo. Como Sísifo, estas mujeres sienten que deben empezar de nuevo y seguir arrastrando interminablemente su losa.

Romana Petri tiene en las voces de sus personajes un timbre inmediato y visceral que hace aun más evidente el dolor de las vivencias. Conoce bien los resortes expresivos del melodrama, y los componentes característicos del género: acentuación de los aspectos patéticos, apelación a las emociones más íntimas, situaciones angustiosas, escenas dramáticas. Y sin embargo, Petri se salva de lo sensiblero mediante un realismo objetivo y una capacidad considerable para extraer con vigor la verdad de cada uno de los protagonistas.

Se ha dicho que esta novela nos aleja del tiempo contemporáneo, pero hay que añadir que Donde quiera que yo esté triunfa precisamente por su interés documental. Aquí se condensa la pequeña y gran historia de las mujeres de Portugal, bajo la dictadura salazaristas y a lo largo de las siguientes décadas.

El estilo también mira a las narraciones del pasado y se aleja de las formas fragmentadas de la época de las redes. Su sintaxis de frase larga y su compromiso ante la injusticia está cercana a la novela social, aunque en su objetividad se deslicen guiños al realismo mágico. Su post-modernidad literaria reside en el valor del contenido. Donde quiera que yo esté se vale de material documental y sociológico, y de una magistral caracterización de personajes para reflejar fielmente los avatares de la condición femenina, la inmovilidad de los roles de género y el malestar de las mujeres, que es también el malestar existencial de los seres humanos, a lo largo del tormentoso siglo XX.