Image: Za, Za, emperador de Ibiza

Image: Za, Za, emperador de Ibiza

Novela

Za, Za, emperador de Ibiza

Ray Loriga

28 febrero, 2014 01:00

Ray Loriga. Foto: Alberto Cuéllar

Alfaguara. Madrid, 2014. 205 páginas 18 euros

Convengamos en que desde que al bueno de Slothrop, personaje pynchoniano por excelencia, lo atacó un pulpo gigante, las cosas no han vuelto a ser iguales. Desde entonces, el héroe contemporáneo arrastra un despiste considerable y las peripecias lo protagonizan a él bastante más que al revés; nada que no pudiera explicar Jonás, sólo que en estas mutaciones contemporáneas (a veces jasídicas, a veces estupefacientes, otras veces luteranas, pero casi siempre bastante cachondas) el relato que cuentan las peripecias es cada vez más críptico, y el héroe pone una cara cada vez más de póquer. En la entrevista breve pero impecable que hace poco Ray Loriga (Madrid, 1967) concedió a Fernando Díaz de Quijano para El Cultural, el escritor recordaba a Peter Sellers para encuadrar al protagonista de su nueva novela, Za Za, emperador de Ibiza. Y es verdad, Zacarías Zaragoza Zamora (primero Za Za Za, luego Za Za, y a este paso a saber) podría recordar a Sellers dirigido a ritmo espasmódico.

Za Za, ex dealer de cocaína retirado en Ibiza, ha hecho grandes esfuerzos para "no ser exactamente nadie". Lleva una vida que, mirada desde según qué perspectiva, puede considerarse grotesca; o puede que sea simplemente la vida de un tipo algo colgado pero sin problemas. Apostar en Bwin y leer revistas de caza bajo la luz ibicenca, tan clara; no meterse en líos, ni siquiera sentimentales; ese es el plan, y no es malo. Pero por supuesto, al poco de que arranque esta novela espídica suena el teléfono, se suceden las coincidencias, y resulta que Za Za es el individuo más importante de Ibiza, el más amenazado y amenazante, el Jefe de Todo Esto. ¡Y él sin saberlo! Hasta aquí, lo que les contaré de la trama. Sobre el ritmo, diré algo: esto va a toda pastilla.

En Za Za, emperador de Ibiza, Loriga saca a pasear todas sus capacidades para la bufonada, lo grotesco y la parodia (¿soy yo, o se caricaturiza hasta Los muertos de Joyce?). Es un terreno peliagudo, en el que podemos no alcanzar acuerdos: ¿ese chiste sobre los atributos sexuales de un enano es genial, atroz o simplemente un generador de extrañamiento? ¿Qué vamos a hacer nosotros, lectores, ante una frase como esta: "el mono se descojonaba, se partía la caja, era el saco de la risa, el Michael Jordan de la juerga, el bajo el volcán de la euforia, el Himalaya del reír, el sherpa de la felicidad, el santo grial del me lo paso estupendamente, la muerte en Venecia de la gracia, el gran Gatsby del cachondeo, los hermanos Karamazov de la alegría"? Yo, por mi parte, confieso que me he reído.

Sí, el humorismo de esta novela me hace reír. Pero eso no hace que olvide algo: tras el humorismo, siempre hay amargura. El mundo feliz huxleyano es, a fin de cuentas, sólo un mundo afónico de la risa provocada por una droga legal que nos permite "enfermar de alegría". Este fenómeno psicotrópico no podía encontrar mejor escenario que Ibiza, puesto que esta isla, más incluso que el resto de desoladores paisajes turísticos de nuestra costa, tiene un no sé qué de ballardiano que la convierte en centro profético del mundo en la misma medida que los Manhattan o Tokio presentes en títulos anteriores de Loriga. Curioso mapa, por cierto.

Lo crean o no, existe un grupo de algo así como etnonoise llamado "Za!". Estos "Za!" tienen una canción perfectamente desquiciante llamada PachaMadreTierraWah! que podría sonar en esta novela, entre referencia a Everything but the girl y subidón drogota en el parking de Amnesia. Es una buena banda sonora para una novela que empieza así: "sí que sucedió. Y no nunca", justo antes de hilar referencias a recortes estructurales, niños descalzos, petróleo sobre el agua y cenizas de matanza, todo ello como un puerto en cuyo mar los barcos se agitan, "pero no se mueven".

Za Za, emperador de Ibiza no debería gustar a todo el mundo. A veces cae en el ridículo, porque juega a ese juego; y su giro final es de manual, aunque esto último lo sabe y lo asume como necesario en un último plano perfectamente cinematográfico. A mí la novela me ha gustado, me lo he pasado muy bien, y no creo que a Za Za llegue a devorarlo nunca un "calamar gigante". Otros finales más ronroneantes y artificiales le esperan.