Image: Nuestro pan de cada día

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Novela

Nuestro pan de cada día

Predrag Matvejevic

31 mayo, 2013 02:00

Predrag Matvejevic

Traducción de L. F. Garrido y T. Pistelek. Acantilado, 2013. 195 páginas, 20 €.


"El pan forma parte del destino humano", escribe Predrag Matvejevic (Mostar, 1932). Escribir sobre el pan y sus metáforas puede resultar insólito, pero el pan no es simple alimento, sino un poderoso símbolo que recrea el devenir de nuestra especie. El pan ha desempeñado un papel esencial en la historia, las religiones, la política, la ética, el arte. De hecho, el Antiguo Testamento divide a la familia humana en pueblos nómadas o sedentarios, de acuerdo con la relación establecida con la tierra. Los campos cubiertos de espigas son la herencia de Caín, el primer agricultor. Caín fue engendrado fuera del Paraíso y creó el primer asentamiento humano. En la primera ciudad, el pan se amasa y se hornea. No es un trabajo casual, sino la consecuencia del pecado original, que impone al hombre el castigo de ganar el pan "con el sudor de su frente".

"Desdichados son los países donde no hay pan suficiente para todos", apunta Matvejevic, pero "no sólo de pan vive el hombre". El pan es el sustento del cuerpo. Es imposible vivir sin su corteza y su masa, pero el espíritu necesita algo más. Matvejevic no hace poesía gratuita. Sus reflexiones nacen de la experiencia de su padre, internado en un campo de trabajos forzados durante la Segunda Guerra Mundial. A finales de 1942, después de una jornada extenuante de trabajo, su padre avanza por la nieve con otros prisioneros. "Ya no parecíamos personas, sino sombras". Un pastor protestante observó a la columna y les invitó a entrar a su casa, agasajándoles con pan y vino. Al finalizar del inesperado convite, el padre de Matvejevic interpretó una pieza de piano, con los dedos agarrotados por el frío. Emocionado, el pastor le abrazó, mostrando que el pan y la fraternidad se conciertan para producir esperanza y reconciliación. Después de la guerra, se invirtió la situación. Los soldados alemanes sufrieron la ira de los pueblos que habían invadido. Sin embargo, el padre de Matvejevic, lejos de cualquier espíritu revanchista, compartió su pan con ellos, entregándoles la mitad de su ración semanal.

Osip Mandelstam y Vladimir, un tío de Predrag, murieron en un gulag estalinista, repitiendo la misma palabra: "¡Pan!". Actualmente, una cuarta parte de la población mundial pasa hambre y muere pidiendo pan. "La humanidad nació sin pan y puede quedarse sin él", advierte Predrag Matvejevic. La literatura sólo puede "expresar su preocupación e inquietud". Pocos libros he leído con la belleza y profundidad de Nuestro pan de cada día. No es novela ni ensayo, sino un grito a favor de la paz y la solidaridad.