Image: Aire de Dylan

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Novela

Aire de Dylan

Enrique Vila-Matas

13 abril, 2012 02:00

Enrique Vila-Matas. Foto: Domènec Umbert

Seix Barral. Barcelona, 2012., 19'50 e. Ebook: 13'99 e.


Pocos escritores conozco con trayectoria tan coherente como Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948). Su literatura viene abordando cuestiones particulares de una problemática literaria que confluyen en un trabajo unitario. Son jalones de ese itinerario la revisión de las convenciones de la narrativa criminal (La asesina ilustrada), la apología de la novela ligera (Historia abreviada de la literatura portátil), el elogio de los escritores que dejan de escribir (Bartleby y compañía, El mal de Montano) o la elegía por la desaparición de la edición de calidad (Dublinesca).

Aire de Dylan añade un mojón más a este repertorio. En su primera página (y tras una orientadora cita de Pierre Reverdy: "Necesito tanto tiempo para no hacer nada que no me queda tiempo para trabajar") encontramos un escritor fracasado que participa en un congreso literario sobre el fracaso. En el congreso, este personaje y narrador escucha la intervención de un tal Vilnius, tan parecido a Bob Dylan que la gente lo confunde con el cantante. En poco espacio tenemos peregrinas noticias de Vilnius. Hijo del escritor Juan Lancastre, hace poco fallecido, pretende que su charla sobre el tratamiento del fracaso en la obra de su padre consiga la huida de todos los asistentes. Publicista fracasado y cineasta nada fecundo, aspira a ser un Oblomov, el "personaje radicalmente gandul de la novela rusa, paradigma del no hacer nada". Como ocupación única tiene la recopilación de un Archivo General del Fracaso sobre el cual montará algún día una película. En fin, padece una infiltración real de su padre en la mente y vive escindido entre el peso de semejante herencia y su propio ser.

Siempre bajo la vigilancia del narrador primero, este raro tipo ocupa el centro de la novela, que, considerada en su conjunto, ofrece una complicada historia familiar con cruce de amantes y parricidio. Así, Aire de Dylan constituye un caso notable de relato de fondo tradicional -una historia de dudosas identidades y desencuentros- que se desarrolla con principios modernista pero cuya peripecia posee interés intrínseco. Literatura sobre literatura como es la novela, sigue la poética de Lancastre, quien, aunque renegaba de las convenciones realistas, del realismo como género literario y de su "estilo acartonado", no desdeñaba la narratividad.

Sobre una base argumental fuerte, remozada por un tratamiento innovador, Aire de Dylan se convierte en un relato intelectual que contiene un auténtico silo de ideas. Buena parte de ellas son culturales y artísticas: las relaciones entre realidad y ficción, la utilidad de la literatura, la autenticidad y la impostura en el arte o las letras, el sentido de lo ilegible, la creatividad del borrar, el valor de la ficción para decir o insinuar la verdad, los modelos narrativos, el postmodernismo, la lucha generacional o la banalidad de la cultura actual, en particular la española. Otras se internan en una problemática existencial. Un núcleo se centra en el conflicto de la identidad, el doble y lo apócrifo. También plantean sin circunloquios o alusiones la esencia de la vida humana proclamando cómo el exilio define el espíritu de nuestra especie, conjeturando si lo nimio será su rasgo sustancial, constatando la desilusión que sigue a todas nuestras obras o sugiriendo la barroca incertidumbre de si no seremos, más que la creación de un ser superior, pasatiempo de un pobre tipo cargado de defectos.

Pero no debe verse este ovillo de asuntos como un caleidoscopio nihilista del mundo. La novela hace una compleja indagación acerca de la realidad común asediada a través de una imaginería teatral que desemboca en la presentación de la vida como el clásico gran teatro del mundo. "¿La vida es la farsa que todos debemos representar?", se pregunta el narrador inicial. Aire de Dylan da una respuesta afirmativa por medio de un relato de envergadura filosófica. Solo que el gran despliegue de juegos mentales, de palimpsestos literarios y cinematográficos y de comentarios ingeniosos del autor ahuyenta el menor envaramiento discursivo. Además, resulta amena dentro de su abrumador, retorcido e inteligente culturalismo gracias a una trama enloquecida, pródiga en equívocos y situaciones ocurrentes. Con escepticismo y con dosis generosas de ironía Vila-Matas elabora una visión inconformista y turbadora de nuestro mundo a la vez que original y brillante.