Image: Black, black, black

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Novela

Black, black, black

Marta Sanz

28 mayo, 2010 02:00

Marta Sanz

Anagrama. Barcelona, 2010. 332 páginas, 19'50 euros


Hay en la nueva novela de Marta Sanz (Madrid, 1967) varios modelos genéricos yuxtapuestos o mezclados que no siempre se armonizan adecuadamente. El primero y más obvio, hacia el que ya apunta el título, es el de la novela negra, que la autora ha querido parodiar mediante la degradación de algunos de sus componentes esenciales, empezando por el investigador, el detective privado Arturo Zarco, que es homosexual, nada duro y bastante obtuso en sus razonamientos y deducciones.

La segunda falsilla es la del diario o confesión a cargo de un personaje, Luz Arranz, que ocupa toda la segunda parte de la obra y cuyo relieve -el que le propor-ciona su cuidado tratamiento narrativo- anula y deja casi sin efecto las andanzas de Zarco narradas anteriormente. El tercer modelo operante es el que podríamos denominar relato perspectivista, con su entrecruzamiento de puntos de vista diferentes y hasta contradictorios acerca del asunto central y de la naturaleza o la conducta de algunos personajes; un procedimiento que alcanzó su auge en la tercera década del siglo pasado y que todavía ofrece buen rendimiento en construcciones muy posteriores, como en las novelas Muertes de perro y El fondo del vaso, de Francisco Ayala. Y aún podrían anotarse ecos de los diálogos de comedia en las conversaciones telefónicas -de problemática verosimilitud- que mantienen Zarco y su ex mujer y en las que el detective relata pormenorizadamente sus pesquisas. Éstos son algunos de los estratos literarios visibles que se aglutinan en la novela y que la autora maneja con cierta destreza, aunque con fortuna desigual.

Pero lo que hace de Black, black, black una falsa novela negra es el hecho de que la intriga que se trata de aclarar sea una pura creación literaria, segregada por la imaginación, porque lo que se plantea de verdad es el problema de las relaciones entre realidad y ficción, o, más exactamente, el poder de la literatura, la posibilidad de que la la ficción artística cree historias que puedan resultar no sólo más interesantes sino también más verosímiles que la realidad a la que usurpan, como sucede con el intenso relato de Luz, demolido finalmente por la prosaica pero certera solución a la que, sin dejarse engañar por la ilusión literaria, llega Paula, que tampoco se resiste en el último momento a ensayar ella misma la fuerza de la ficción como elemento de interés.

La concepción global de la novela era, pues, compleja. Su desarrollo, en cambio, deja cierto regusto de insatisfacción, porque ninguno de los aspectos enumerados acaba de perfilarse adecuadamente. Los personajes son inconsistentes, por más que la autora haya tratado de caracterizarlos con rasgos muy marcados -la homosexualidad de Zarco, la cojera de Paula, la afición del daltónico Olmo a las mariposas, el habla de Yalal, etc.-, e incluso algunos vecinos parecen salidos de la más tópica literatura costumbrista. Por otra parte, las continuas interferencias con que los diálogos entre Zarco y Paula interrumpen y complementan el relato no siempre son oportunas, porque, además, el registro coloquial no es el punto fuerte de la escritora. El personaje más sólido es el de Luz, y no porque se ofrezcan varios puntos de vista sobre ella, sino gracias a su relato en primera persona, al falso autorretrato derivado de una manipulación literaria.

Black, black, black está repleta de sugerencias interesantes, de juegos literarios, de novedades atractivas que no acaban, sin embargo, de cristalizar de manera inobjetable. Cuentan más en la obra los propósitos que los resultados, pero al menos hay propósitos, loables empeños -y algunos resultados notables-, cosa que no podría afirmarse de muchos desflecados productos que asaltan sin cesar los escaparates de las librerías