Image: La luz crepuscular

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Novela

La luz crepuscular

Joaquín Leguina

12 febrero, 2010 01:00

Joaquín Leguina. Foto: Carlos Alba

Alfaguara, 2010. 504 páginas. 19'50 euros


Joaquín Leguina (Villaescusa, Cantabria, 1941) tiene bastante de rara avis en el círculo de quienes han hecho de la política una profesión. Ofensivo sería recordar los múltiples puestos de alta responsabilidad partidista e institucional que han jalonado su vida. No sobrará, en cambio, apuntar que ha intervenido como el que más en las conjuras palatinas habituales en los abrevaderos del poder.

Por un lado, no ha confundido la lealtad básica a la formación política en la que sigue militando, el PSOE, con la reverencia ciega al jefe o a las consignas de cada momento. Quizás una marca genética le impulsa a la opinión personal, al disentimiento, al juicio irónico, al sarcasmo. Afirmo esto no basado en el trato personal con el autor, escaso, sino en sus escritos, tanto el recién aparecido La luz crepuscular como otros anteriores. Tiene algo de persona libre e independiente que lo aparta de la militancia rebañega. El otro rasgo de Leguina no insólito pero sí singular entre la turba de los políticos reside en su inquietud intelectual, en la amplitud humanística de sus intereses y en su afición por las letras.

Aunque los datos anteriores se encuentran en cualquier sitio, resultan inexcusables para acercarse a La luz crepuscular. Esta novela junta en un solo texto la mirada inquisitiva del político sobre nuestro país y sobre su partido con la ambición literaria de plasmar un fresco sociopolítico y moral de la reciente historia española. Esta meta explica las dos distintas perspectivas adosadas de la obra, la crónica y la fabulación. No es algo nuevo en el autor. Otros libros suyos habían tentado esa aleación, a la que debe añadirse un componente de costumbrismo emocional y local, santanderino, ya intenso en el primero, Historias de la calle Cádiz, y fuerte en este último.

La crónica se presenta como testimonio directo a través de la historia de un tal Ángel Egusquiza, nombre imaginario que sustituye sin disimulo al del propio autor. Paso a paso se sigue la vida de Ángel/Joaquín desde la infancia. La actividad política del personaje se lleva la parte del león de este trecho del libro y se salda con alto valor noticioso. Más llamativas resultan las incisivas consideraciones sobre la intrahistoria del PSOE, la almoneda de ciertos valores y la deriva hacia un "neosocialismo", el encabezado por Rodríguez Zapatero, del que disiente radicalmente con razonamientos y al que fustiga sin pelos en la lengua con generosidad de datos y nombres propios. Menos aparente es el valioso sustrato de semblanza generacional que expone el itinerario de una promoción que, habiendo partido de actitudes izquierdistas sin bases sólidas y concretas, llevó a cabo la gran transformación contemporánea de España.

Ya advierte Leguina en una nota preliminar del carácter imaginario del otro bloque de la obra, la vida privada de Ángel. El poético título del libro anuncia el tono intimista con que se aborda esta experiencia, en la que se insiste en lo afectivo y erótico. También aquí se presenta una crónica generacional centrada en una educación sentimental insatisfactoria y en relaciones familiares de desastrosas consecuencias para los descendientes.

La autocrítica vertebra ambos análisis, el colectivo y el privado. El propósito de Leguina es mostrar una verdad histórica con un tono sincero, y para ello no se anda con florituras formales ni estilísticas. Apenas complica un relato convencional y solo lo agiliza mediante pasajes informativos en tercera persona que enmarcan las confesiones. La prosa es funcional, con escasa voluntad creativa y algo descuidada. En suma, el contenido se impone a la forma. Por eso, La luz crepuscular no entrará en la biblioteca del Parnaso, pero sí figurará como una de las recreaciones fabuladas más auténticas e interesantes de la España reciente, entretenida y mordaz, y cuyo tono elegíaco no impide la reafirmación vitalista ni la confianza en el futuro.