Image: Tu rostro mañana 3. Veneno y sombra y adiós

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Novela

Tu rostro mañana 3. Veneno y sombra y adiós

Javier Marías

11 octubre, 2007 02:00

Foto: Bernardo Rodríguez

Alfaguara. Madrid, 2007. 705 páginas. 22,50 euros

Javier Deza amplía el relato de su vida en la nueva entrega de la faraónica novela Tu rostro mañana. Javier Marías añade tres episodios a la peripecia de este español contratado por los servicios secretos ingleses para "traducir" personas y prever su comportamiento. Su implacable jefe le inocula el veneno de la violencia en el primero. En el siguiente, se convierte en sombra de algún personaje. El tercero concluye su tormentosa trayectoria, establecido ya en Madrid, y, se produce el adiós de la historia particular y de las personas que han participado en ella.

Los sustantivos subrayados forman el subtítulo y condensan con laconismo la línea anecdótica y los temas principales que se desarrollan. El enunciado Veneno y sombra y adiós altera un poco la simetría de los subtítulos de los dos libros anteriores (Fiebre y lanza y Baile y sueño, por este orden) y añade un tercer sustantivo para proponer un desenlace ambiguo. Se diría que el autor ha concebido el conjunto del relato como una novela de maduración a cuyo final el aprendizaje de Deza se muestra a la vez cumplido e incompleto. Por un lado, parece un borrón y cuenta nueva (imito el gusto por las frases hechas del narrador), y, por otro, se da una situación algo circular que abre un horizonte incierto, quizás porque se busca un verdadero realismo, el de la existencia; las historias se cierran en las novelas, pero en la vida no.

Esta perspectiva abierta deja en suspenso un balance biográfico que pivota sobre un tan agudo sentimiento de la temporalidad que una y otra vez vuelve sobre la contingente condición humana: todo es dolor, violencia y muerte, presencia ésta -natural o forzada- reiterada, abrumadora de la novela. A contar esa vivencia con infatigable lucidez analítica se pone Deza. Esto es lo primero que llama la atención, la prosa que plasma un discurso mental obsesivo; prosa de periodo amplio que enlaza proposiciones y proposiciones, pone enumeraciones acumulativas larguísimas, encadena por sistema disyuntivas (ni, o), matiza el sentido de un término o locución, se recrea en la precisión lingöística (a propósito, por ejemplo, de expresiones coloquiales), puntúa de modo algo extraño (sobre todo, por emplear la coma donde el sentido lógico exigiría el punto)… Elementos, en suma, de un acercamiento a la realidad especulativo, propio de quien busca la verdad por el único camino accesible, aunque sospechoso, el lenguaje. La conciencia de Javier aflora por medio de este torrente verbal, al que no debe pedírsele la simple corrección idiomática porque sería una falsificación de su carácter y situación; le conviene esa expresividad hecha de meandros, circunloquios y silogismos que concuerda con su estado, porque aquí cabe aplicar la vieja creencia de Bufón de que el estilo es el hombre.

Aun sin olvidar este planteamiento, hay algunos usos, no muchos, discutibles. Lo importante, sin embargo, es cómo Marías levanta un imponente edificio de prosa retorizada para poner a la vista un sentido del mundo radicado en la mente del narrador. Una prosa tan suya y, sin embargo, ahora adelgazada. Sigue siendo un estilo culto y antinaturalista, en la estela benetiana (otras huellas más de Benet hay), pero limpia de ostentaciones cultistas, de términos rebuscados que perjudican a sus libros anteriores. No es éste el único cambio, y para bien. Otro en apariencia menor, pero de enorme importancia en el conjunto del libro, es la irrupción de una veta humorística más franca, sin prejuicios, en algunas situaciones. Y cambio capital supone la entrega entre tanta disquisición erudita a la narratividad.

Marías tiene el instinto, el olfato y la capacidad del narrador nato según lo mostraban sus primeras novelas adolescentes, aunque allí todo fuera un tanto paródico. Entender la novela como ejercicio intelectual le ha apartado, me parece, de esta cualidad tan importante de la ficción. Aquí, en este trecho final de Tu rostro mañana, al contrario, recupera sin complejos la narración de sucesos interesantes con valor intrínseco y le salen unos cuantos pasajes en verdad magistrales, de tensión anecdótica absorbente, con fuerza descriptiva impresionante, incluso de puntillismo costumbrista con base en una observación penetrante.

Estos cambios no alteran la condición ensayística de un relato intelectual de alcance moral, también en esto un grado más nítido quizás que en ocasiones anteriores. Todo ello nos lleva a percibir en el monumental empeño de Marías algo así como una fábula ética de los tiempos modernos. El balance global del mundo que sale es atroz. Y el particular, el de los individuos, amargo y desesperanzador por su crudo retrato de la soledad.

Los cambios señalados benefician narrativamente la riqueza especulativa y la densidad moral de Veneno y sombra y adiós y la novela alcanza la plenitud de la gran obra memorable. Es, creo, la mejor de Marías por el logro que aquí consigue: la plena fusión de lo intelectual, cordial y emocional en una historia real y simbólica, y amena, en la medida en que esto es posible en un relato muy exigente (y muy largo, además). Pone el autor el listón tan alto que le será difícil superarlo.