Image: El lugar sin culpa

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Novela

El lugar sin culpa

José María Merino

17 mayo, 2007 02:00

José María Merino. Foto: Angel Díaz

Alfaguara. Madrid, 2007. 167 páginas. 18 euros

En cierto modo, la nueva obra de José María Merino se inscribe en la dilatada tradición de relatos que sitúan a los personajes en una isla apartada, desde Robinson Crusoe o La isla misteriosa hasta Un encargo difícil, de Pedro Zarraluki, que obtuvo hace dos años el premio Nadal y que presenta algunas leves concomitancias con la novela de Merino -el destacamento militar, la modesta cantina, la historia recordada del aviador alemán-, acaso por la coincidencia en el lugar elegido como marco de la narración, un islote balear cuya categoría de espacio protegido explica la escasez de sus habitantes fijos, reducidos al oficial que se halla al mando de unos cuantos soldados, un pescador, dos biólogas que estudian la fauna del lugar, un investigador y un becario que hacen lo mismo con los vestigios arqueológicos, un buceador profesional y poco más. Casi todos han llegado allí huyendo de algo -una sanción grave, un matrimonio roto, una oscura desgracia que ha enturbiado la placidez de la existencia- y arrastran la conciencia culpable de quien considera que no ha sabido encauzar adecuadamente su propia vida y ha provocado el infortunio de otros seres. La isla, silenciosa, sin apenas visitantes y con numerosas zonas resguardadas, constituye un baluarte muy especial: representa el refugio, el alejamiento de un pasado infeliz, el marco ilusorio de una vida incontaminada y pura a la que se aspira, lo más semejante a un modesto paraíso al alcance de la mano. Así, refiriéndose a la doctora Gracia, anota el narrador: "A lo largo de casi ocho meses, la isla se ha ido convirtiendo para ella en un refugio cercano, doméstico, un cobijo que tenía mucho de amniótico, en el que luces y olores, sonido y temperatura, se ajustaban a sus sentidos como si formasen parte física de su nueva existencia" (p. 95). Lo que sucede, sin embargo, es que ese apartamiento del mundo es sólo aparente y transitorio, y que la realidad puede irrumpir en cualquier momento -como sucede con el inesperado sobresalto que produce la aparición del cadáver que tal vez podría ser el de la hija desaparecida-, succionar a los personajes y devolverlos a su vida real, que es la única auténtica y hace aparecer todo lo anterior como un sueño fugaz, porque la felicidad anhelada es imposible sin la aceptación de un pasado al que se pretende dar la espalda y que, sin embargo, configura esencialmente la vida personal y la condiciona.

De este desarraigo íntimo, de este afán -patente sobre todo en la doctora Gracia, que es el personaje más finamente matizado de la novela- por alejarse de los conflictos sin enfrentarse a ellos, habla El lugar sin culpa, con un discurso muy libre, en el que la tercera persona narrativa y el presente se mezclan a veces, sin solución de continuidad, con el pasado para las evocaciones e incluso con una segunda persona que desdobla al personaje, como si se contemplara en un espejo. Los distintos capítulos señalan en sus encabezamientos la hora de los sucesos, de modo que el lector puede seguir el desarrollo cronológico y comprobar que la historia transcurre a lo largo de dos días. Por otra parte, el comienzo idéntico de las secuencias primera y última encierra entre ellas, como en un círculo, los hechos narrados, y subraya la impresión de sueño fugaz que parece suscitar la estancia en la isla de la doctora Gracia, dispuesta por fin a recobrar su vida anterior. Ni la construcción medida del relato ni su sobriedad expresiva pueden sorprender en un escritor como José María Merino, cuya ejecutoria habla por sí sola. Pero sí conviene subrayar que, si aquí perviven motivos y preocupaciones presentes en su obra anterior, las páginas de El lugar sin culpa los ofrecen condensados, de forma casi elusiva en algunos casos, como si el autor, dueño de una retórica narrativa madura y compleja, hubiese optado, frente a la escritura de antaño, por una poda de elementos accesorios en busca de una esencialidad que es tal vez el logro más evidente de la novela.