Image: Tu rostro mañana: Fiebre y lanza

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Novela

Tu rostro mañana: Fiebre y lanza

Javier Marías

7 noviembre, 2002 01:00

Javier Marías. Foto: Mercedes Rodríguez

Alfaguara. Madrid, 2002.480 páginas, 19’50 euros

Tiene Javier Marías tendencia a titular sus novelas con frases nominales (Todas las almas, Corazón tan blanco, Negra espalda del tiempo) que suscitan mil posibilidades significativas. El mismo criterio sigue en Tu rostro mañana. Esta expresión enigmática ampara la doble vertiente de la obra.

Por un lado, un relato novelesco que desarrolla el misterio aludido; por otro, una narración ensayística que explaya un contenido especulativo y de escasa acción. He ahí los dos rasgos principales de Tu rostro mañana: un instinto narrativo que el autor maneja con absoluta soltura, y una concepción culta del relato que pone la fábula por entero al servicio del debate intelectual.

El relato novelesco refiere la historia de un español al que contrata en Oxford un servicio secreto para aprovechar su don de penetrar en las personas observando su rostro y palabras. Con ello puede predecir cómo será su comportamiento futuro y a eso alude la especie de acertijo del título. Debo advertir que con un resumen tan telegráfico del argumento cometo la injusticia de simplificar casi hasta la caricatura una historia ramificada, rica y absorbente. He de contentarme con añadir un doble apunte: dicha historia está repleta de muy buenos materiales anecdóticos y humanos, y, a pesar de su configuración guadianesca, del gusto por la prolijidad y de la afición a enredos laterales algo excesivos, se sigue con tensión y placer.

La peripecia del protagonista no dejaría de tener un interés sólo discreto si no fuera porque una atenta manipulación formal convierte una limitada aventura en obra de arte y le asigna un sentido que la trasciende. La clave del acierto de Marías está en haber decidido el enfoque y el tono adecuados a su amplio proyecto intelectual. Tampoco aquí puedo otra cosa que dar dos pinceladas acerca de una construcción muy exigente y sabia: una estructura bien sólida que se cierra en el justo punto donde se rozan el virtuosismo y la intuición del artista.

La historia avanza a despecho de saltos temporales y de un intrincado fraccionamiento de las anécdotas que exige la paciente reordenación de un mosaico. Un enfoque, pues, para lectores atentos. Sin embargo, arranca con un guiño que despierta la curiosidad propia del relato popular. Eso supone la paradoja de su primera frase: el narrador asegura que "no debería uno contar nunca nada" y se largan a continuación casi 500 páginas. La novela se cierra con varias apelaciones a hechos que no conocemos planteadas según los métodos del folletín.

La variedad de la prosa utilizada forma parte principal de la forma. Llama la atención el empleo sistemático de una sintaxis llena de oraciones subordinadas. La personalidad del narrador justifica este registro no coloquial y, aunque no siempre convenzan su antinaturalismo ni cierta rudeza expresiva, semejante estilo discursivo viene bien a la meta de reflexión intelectual de la novela. Todo confluye con coherencia en este propósito analítico. En Tu rostro mañana se discute sobre la delación, la amistad, la memoria, el olvido, el conocimiento, la ignorancia, la integridad, la realidad, la censura... También se abordan las limitaciones de la lengua para decir la verdad, y se pone en cuarentena la misma consistencia de la identidad.

Todo ello tiene lugar en una novela ensayística aunque no abstracta, refinada y también cálida, que enlaza la pura ficción y la autobiografía, y establece un continuo entre el inmediato presente (el 11-S) y el pasado (nuestra guerra civil). El pensamiento de Marías desprende un relativismo escéptico sobre la realidad, pero no se deja llevar por la falta de valores. Al revés, hace una apuesta inequívoca a favor de algunos criterios morales de los que sostienen nuestra civilización. En fin, Tu rostro mañana es una magnífica novela, clásica y moderna, densa y amena; uno de esos escasos libros importantes, libres de tonterías y banalidades, que compensan de sobras la atención que pide su lectura. La más ambiciosa, sincera, rica y lograda de las novelas de Javier Marías.