Image: Maitreyi. La noche bengalí

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Novela

Maitreyi. La noche bengalí

Mircea Eliade

20 junio, 2001 02:00

Trad. J. Garrigós. Kairós. 196 págs., 1.950 ptas. Mircea, una historia de amor. MAITREYI DEVI. Trad. N. D’Amonville. Kairós. 283 págs., 2.800 ptas.

No todas las personas saben, o valoran, que Mircea Eliade (Bucarest, 1907-Chicago, 1986) es, además de uno de los grandes pensadores e historiadores de las religiones de nuestro tiempo, un brillante narrador. Hace ya algún tiempo que Anagrama comenzó ofreciéndonos dos de sus novelitas más sugestivas, Medianoche en Serampor y El secreto del Dr. Honigberger. Kairós ha reemprendido ese camino entregándonos otros relatos y ahora, una de sus mejores novelas, Maitreyi. La noche bengalí, y la que pudiéramos reconocer como su novela complementaria, Mircea. Una historia de amor, de la poetisa hindú, alumna de Tagore, Maitreyi Devi (1914-1990).

Comencemos explicando la complementariedad de estas dos novelas y de sus autores. Cuando en 1928 Eliade llega a la India y es acogido en Calcuta, en casa de su maestro, el pensador Surendranath Dasgupta, conoce a Maitreyi, la hija de éste. El padre le ofrecerá al joven europeo una confianza casi paterna, pero ésta no llegará hasta el punto de permitir el amor entre Eliade y su hija; amor que maduró con una naturalidad y una fuerza que las dos novelas ponen muy bien de relieve. Este amor supuso para Eliade una dura prueba, que intentó atenuar en el Himalaya, a donde ahora sabemos que huyó no para adquirir sabiduría sino para olvidar aquel rechazo.
Cuando Eliade regresa a Europa, escribe en 1933 su novela Maitreyi. No oculta la identidad de la verdadera protagonista de la historia, pero sí simula la de él, bajo la figura de "un ingeniero francés que llega a la India". Para los que conocemos la obra de Eliade y la historia de su amor, la figura de este "ingeniero" no deja de flotar en el relato llena de inconsistencia. Pero esa es la argucia bajo la que se esconde para ocultar su dolor y atenuar la sensación que su relato iba a producir en la protagonista real. En efecto, aunque con cuarenta años de retraso, llegó la respuesta de Maitreyi Devi. Lo hará usando la misma "medicina": escribirá una novela en la que la verdadera protagonista aparecerá sólo en el título. En el interior, dará a los enamorados los nombres de Euclid y Amrita. La novela de Devi nace con un propósito: el de demostrar que el amor habido entre ella y Eliade no tuvo la sensualidad (y la sexualidad) que éste dice que tuvo en su novela. Maitreyi Devi era una mujer casada y con hijos cuando lee la novela de Eliade y, por eso, todo su afán es el de poner en su lugar a la mujer hindú que ella era. Maitreyi podía haber enmascarado más su versión de los hechos, con el fin de atenuar las situaciones exageradas por Eliade y salvar su reputación, pero no lo hará, y se ceñirá a proporcionarnos muy sutiles detalles de lo que fue un amor encendido y verdadero. Es este afán de decir la verdad lo que hace de su relato un testimonio valiosísimo, lleno de sugerencias poéticas, vitales e intelectuales, y una novela muy superior a la del propio Eliade.

Eliade logra ofrecernos una buena novela pero, como señala Maitreyi, "una novela para europeos". La novela de ella es, además de un relato muy bien entramado, unas memorias fidelísimas, la crónica de un tiempo y la semblanza autocrítica de la figura de una mujer que se esfuerza por fundir la tradición. La novela de Eliade es más recortada y cerrada en su exposición. La de Devi, más abierta y flexible, está empapada de calma y espiritualidad.

Hay también en el relato de ella una figura entrañable, la de Rabindranath Tagore. éste será el mediador en las desdichas amorosas de Maitreyi. Cumplirá en esos momentos bruscos de separación y olvido el papel que para Eliade cumplió el retiro en el Himalaya.

No le diremos a los lectores cómo acabó esta historia 45 años más tarde. Existe incluso el testimonio de una fotografía. Lo importante es recordar al lector que no encontrará en estos libros las novelas planas, aburridas, sin ideas y al uso. Ideas y emociones se alternan en ellos con un brillo especial, que adquiere, en algunos casos, intensidad plenamente poética.