Novela

El apicultor

Maxence Fermine

20 junio, 2001 02:00

Seix Barral 2001. 187 págs, 2.200 ptas.

Víctor Hugo afirmó "el arte es lo azul" y Rubén Darío convirtió esta declaración en uno de sus libros. Para Fermine, el arte es un reflejo dorado, un resplandor que imita el color de la miel. Lo esencial no está en la figura que simboliza la belleza, sino en la convicción de que la existencia sólo vale la pena "por los instantes de magia pura que la salpican". El apicultor, segunda novela de Fermine, se inspira en esta interpretación de la vida. Su protagonista, Aurélien Rochefer, piensa que el mundo sólo se justifica como fenómeno estético. Por eso se convierte en el apicultor de Langlade.

El sueño de una mujer con la "piel amarilla como el oro" le empuja a extraviarse por el norte de áfrica. Antes de cruzar el Mediterráneo, atraviesa Arles y se encuentra con un pintor de cabellos rojos que se comprometerá a hacer el retrato de la mujer que ha soñado. En el desierto, conocerá a un francés al que los indígenas llaman el Faranji. Es un fugitivo del spleen parisiense. Aurélien encontrará a la mujer de su sueño, pero su dicha será efímera. Tendrá que volver a la Provenza y en el barco conocerá a un ingeniero dispuesto a financiar su proyecto de construir Apípolis, la ciudad de las abejas. Enfermo de disentería, pasará unos días en un hospital, donde se reencontrará con el Faranji, que agoniza. Antes de morir, le entrega unos poemas.

El Faranji es Rimbaud y el pintor, Van Gogh. Fermine funde ficción y realidad para mostrar que el arte tiene más fuerza que la verdad. Ss prosa es luminosa y la trama discurre con la precisión de un teorema. El apicultor tiene la intensidad de una parábola bíblica.