Novela

Manual de caza y pesca...

Melissa Bank

29 marzo, 2000 02:00

Anagrama. Barcelona, 2.000. 257 páginas, 2.400 pesetas

La trivialidad es parte del artificio montado por la autora que sabe que su éxito estriba en situarse en un estilo ligero, desganado, irónico y diletante

Algunos libros tienen la virtud de navegar con desparpajo por una corriente que, por razones más sociológicas que literarias, modela una tendencia dominante al roturar nuevos territorios ficcionales que sintonizan con los gustos del público en un determinado momento. Es el caso de la primera novela de la norteamericana Melissa Bank, enmarcada, en buena medida, en ese filón de crónicas de chicas treintañeras, explotado a partir de libros como El diario de Bridget Jones, de Helen Fielding.

Bajo la apariencia de buscarle las vueltas al síndrome "mujer independiente gasta todas sus energías en encontrar chico", las escenas o relatos que componen la novela de Melissa Bank se nos ofrecen, ante todo, como una manera contemporánea de mirar la realidad. Y esa manera de estar en el mundo no es otra que la de Jane Rosenal, la protagonista y narradora de esta serie de estampas, a la que vemos, en sucesivas secuencias, transitar desde los veraneos adolescentes en la costa de Nueva Jersey a la vida de joven soltera sexualmente disponible que se abre camino en el mundo editorial de Manhattan.

Podemos decir con Baudrillard que en esta era de la seducción, la indiferencia es seductora, y en esa medida, Jane Rosenal atrapa a los lectores porque es perfectamente "cool" o distanciada, resulta por completo indiferente a lo que experimenta, nada le afecta demasiado, no se estremece nunca, no cae en arrebatos sentimentales y narra, con el mismo tono ligero y desenfadado, una cita para cenar o una masectomía con posterior tratamiento de quimioterapia. Jane Rosenal es una mezcla de ingenuidad y lucidez, una cronista de sí misma que realiza un desdoblamiento (casi esquizoíde en la paródica confrontación interna del último capítulo que da título al libro) con agudo sentido del humor en ocasiones y análisis triviales en otros momentos.

Pero esa trivialidad es parte del artificio montado por la autora que sabe que su éxito estriba en situarse en el estilo ligero, desganado, irónico y diletante que algunos identifican, como se ha dicho, con cierta forma contemporánea de entender el mundo. No cabe duda de que nos encontramos ante el producto de una determinada época. Se ha pasado del prestigio literario de "lo mórbido, lo histérico, el sentido de lo insano, la enorme indulgencia para con el sufrimiento", por decirlo en palabras de Susan Sontag, a una sobrevaloración de lo distanciado, lo exento de expresividad emocional, lo superficial, los bocetos psicológicos que optan por el destello sugerente antes que por la introspección y el análisis pormenorizado.

En esa medida, desde la primera página en que la adolescente Jane Rosenal desmenuza con agudeza las actitudes cotidianas de su familia, sabemos que nos encontramos ante una narradora que domina los registros humorísticos de las minucias cotidianas. Más allá de la penetración en los detalles diminutos, la protagonista de Melissa Bank parece quedarse en los jugueteos y preliminares de la vida como en una dilatada adolescencia que nunca se cierra.

No se entiende, por tanto, por qué uno de los personajes mejor perfilados y más atractivos de la historia, el maduro editor Archie Knox, queda fuera de juego y es sustituido, en el trillado final feliz, por un tipo insustancial de perfil bajo.

A mi modo de ver, una autora inteligente ha preferido prescindir de la complejidad y situarse en lo más ramplón y manoseado del planteamiento que parecía criticar. Es decir: al final, lo único importante es que chica encuentra chico.