ANIMALARIO FANTASTICO

ANIMALARIO FANTASTICO

Ensayo

El animalario fantástico de Ferlosio

El primer libro póstumo del escritor, De algunos animales, reúne, pecios, artículos, relatos, poemas y fragmentos ensayísticos

24 junio, 2019 02:00

Ferlosio se hallaba ocupado en la revisión de estos materiales cuando la muerte lo sorprendió. Como no podía menos, hizo valer su pudor y sus escrúpulos –ese juicio severísimo que volcaba siempre sobre sus propios escritos– para suprimir sin contemplaciones, de la selección sometida a su consideración algunas piezas que el buen conocedor de su obra acaso eche en falta. El relato titulado "El huésped de las nieves", por ejemplo. O el titulado "Plata y ónix". En cualquier caso, el volumen resultante es suficientemente representativo de la atención tan especial que Ferlosio concedió siempre a los animales, muy en particular en sus primeros ensayos y relatos, donde los animales adquieren, junto a los niños, un reiterado protagonismo.

Como he dicho en otro lugar, la insistencia con que unos y otros –niños y animales– aparecen en los primeros escritos de Ferlosio invita a sospechar que la observación a que los somete orienta algunas de las líneas maestras de su pensamiento.

Esto es lo que, en definitiva, tiende a documentar e ilustrar la selección de textos reunidos en De algunos animales (Random House), que propone un recorrido sesgado y acaso tangencial, hasta cierto punto lúdico pero no por ello menos iluminador, por el conjunto de la obra tanto ensayística como narrativa de Ferlosio –sin descontar, por supuesto, sus pecios.

Muy a última hora, Ferlosio transigió con la idea de incorporar al volumen algunos pasajes de Industrias y andanzas de Alfanhuí en los que, muy tempranamente, su afición por los animales amaga algo así como un bestiario fantástico. Los numerosos lectores de ese libro encantador recordarán probablemente el gallo de la veleta, que baja por las noches a cazar lagartos; el diminuto potrillo de vivos colores que aborta una yegua; los experimentos que hace Alfanhuí con el maestro disecador.

En la "Nota de los editores" que precede a De algunos animales se recuerda un pasaje de las memorias de Medardo Fraile (El cuento de siempre acabar, 2009) en el que éste cuenta cómo, cuando en 1954 esperaba el nacimiento de su hijo Miguel –el primero de los dos que tuvo con Carmen Martín Gaite (y que falleció a los ochos meses de haber nacido, víctima de una meningitis)–, Ferlosio dibujaba para el niño venidero "láminas de plantas y animales fantásticos, un jardín botánico y un zoo nunca vistos con muestras como la mandrágora dolorida o el gatoperro de la tundra".

Muchos años después, Ferlosio albergaría el proyecto de armar lo que llamó alguna vez Un zoo para Demetria –pues iba a estar dedicado a Demetria Chamorro, su mujer–, consistente, al parecer, en algo semejante: una colección de viñetas de animales fantásticos, acompañadas de su correspondiente leyenda. El mismo Ferlosio, con esa sonrisa pudorosa que se le ponía cuando hablaba de cualquier asunto referido a sí mismo, trajo a colación el recuerdo de este proyecto nunca cumplido cuando por vez primera hablamos de reunir sus textos sobre animales.

'De algunos animales' propone un recorrido iluminador por el conjunto de la obra ensayística y narrativa de Ferlosio

Cuando ya De algunos animales se hallaba a punto de entrar en imprenta, Demetria Chamorro, ocupada en poner un poco de orden en los papeles dejados por Ferlosio a su muerte (una tarea ímproba, sin duda, si se pretende alguna vez emprenderla a fondo), descubrió un par de viejos dibujos asociables acaso a esos zoos "nunca vistos" que el escritor, bien dotado para el dibujo (además de fino observador de cuadros y pinturas, como acreditan varios pasajes de sus ensayos), amagó en diferentes momentos de su vida.

Se trata de "La tifra" y de "El dapno inmóvil", dos criaturas fantásticas de las que, junto al esbozo bien perfilado de su figura, se procuran unos pocos datos descriptivos, formulados con irónica candidez.

Basta esta muestra mínima para hacerse una idea de cómo hubieran sido, de haber cobrado cuerpo, esos animalarios fantásticos que a Ferlosio le entretenía idear, tantas veces al hilo de la complicidad tan viva que establecía con los niños. Como la que tenía con su nieta Laura, en sus últimos años. A ella sin duda estaba destinado otro dibujo hallado por Demetria y que también se optó por incluir al final de De algunos animales: una especie de dragón rojo, mucho más tardío que los dos anteriores, trazado con un pulso ya muy debilitado.

La zoología fantástica cuenta con una larga, compleja y muy significativa tradición en casi todas las culturas. Es asunto que ha capturado la imaginación de artistas y escritores en todos los tiempos; baste recordar, en un plano literario, El libro de los seres imaginarios de Jorge Luis Borges (1957) o, más cerca aún, el Bestiario de Francisco Ferrer Lerín (2007). En el caso de Ferlosio, su afición por ella es indicativa de unas aptitudes –las que muy pronto se desplegaron en Alfanhuí– que el autor se desentendió de cultivar, atraído por otros intereses. Pero acaso convenga tener presente el pálpito nunca del todo reprimido de una querencia que revela facetas insuficientemente percibidas de su obra y de su personalidad.