Poe

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Ensayo

Edgar Allan Poe, un crítico de pluma afilada

Ácido, intuitivo, temible, independiente... En paralelo a su gran obra poética y narrativa, desarrolló una profusa carrera como crítico literario que se reúne en 'Ensayos completos'

23 octubre, 2018 02:00

Cuando el 7 de octubre de 1849 expiraba Edgar Allan Poe en un hospital de Baltimore en circunstancias nunca conocidas (su muerte se atribuyó al alcohol, a congestión cerebral, cólera, drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis…), fallecía con él todo un fecundo universo creativo, revolucionario en poesía y relato, que influyó en gran parte de los autores de épocas posteriores a pesar de no contar con el beneplácito de una crítica pacata y puritana que condenó la obra de Poe igual que hubiera condenado al hombre por sus excesos. Sin embargo, la literatura de Poe encontró otro canal para expandirse, los propios escritores, como Baudelaire, que lo tradujo al francésotorgándole una influencia destacada en la poesía de la modernidad, o Julio Cortázar, que vertería sus cuentos al español en una versión ya canónica que la editorial Páginas de Espuma recuperó hace una década.

"Fue a raíz de esta reedición de los Cuentos completos cuando el editor Juan Casamayor descubre la obra ensayística de Poe, que en inglés ocupa varios volúmenes y de la que solo se habían traducido al español unos cuantos ensayos sobre poesía. Y decide embarcarse en su traducción", recuerda el escritor peruano Fernando Iwasaki, prologuista de Ensayos completos I, el primer volumen que reúne toda su producción ensayística y sus numerosísimas críticas literarias para la prensa, que le proporcionaron un medio de vida y buena parte del reconocimiento del que gozó en vida. "Algún escrito sobre la poesía en general y sobre la composición de "El cuervo" son conocidos y traducidos, pero el 90% de su obra ensayística era desconocida, y Páginas de Espuma ha decidido incorporarla a su catálogo para dar una imagen global del autor", apunta el también escritor Antonio Rivero Taravillo, experto en la obra del norteamericano y traductor del volumen.

¿Pero qué clase de crítico era Edgar Allan Poe? ¿Con qué ojos observaba el mundo el padre de tantas historias extrañas y fantásticas? Pues, aunque ambos escritores destacan su acidez y mordacidad, también hacen justicia su independencia y una intuición fuera de lo común. "Era una mente privilegiada que igual que consigue hacer esos cuentos portentosos que son una maquinaria perfecta, también tiene un discurrir crítico en el cual analiza con una cabeza brillantísima la obra de otros", valora Rivero Taravillo. Para Iwasaki, la obra crítica de Poe es "es absolutamente desopilante. Son unas reseñas gamberras, libres, divertidas, muchas veces crueles, lapidarias, quizá porque corresponden a una época en la que el único responsable a la hora de comentar los libros ajenos era el que firmaba", recuerda. "Hoy en día, con los grandes grupos empresariales ha desaparecido. Poe disparaba a diestro y siniestro y no le importaba si el que caía era amigo o enemigo, algo que proporciona una perplejidad grandiosa al lector".

El escalpelo crítico

Una independencia bastante temeraria, casi imprudente, teniendo en cuenta que, como dice Rivero Taravillo "él se ganaba la vida en la prensa, colaborando en diferentes periódicos y revistas de Nueva Inglaterra, era su modus vivendi".Algo que no le impedía ya desde los veintipocos años destrozar desde su púlpito en la prensa a auténticos superventas de la época que ve literariamente endebles, como Frederick Marryat, autor de novelas marineras, de quien dice que por favor nadie crea que por ser muy vendidos sus libros son buenos. "Es un palo brutal", asegura Iwasaki, "como si un chaval joven acribillara a Muñoz Molina o apuñalara a Pérez-Reverte. Pero Poe actuaba con soberana libertad. Sabía que lo podrían echar, como de hecho ocurría. Lo echaron por incumplir plazos, por llegar borracho, por faltarle al respeto al director o a los compañeros, o por crucificar en la pira mayor de la ciudad a una vaca sagrada de la literatura. Pero él no tenía el más mínimo reparo en ser su propio aguafiestas".

Sin embargo, si bien era despiadado en ocasiones, no era gratuitamente cruel. "Poe era un crítico extraordinariamente exigente. Cuando tenía que alabar algo no tenía empacho en mostrar su entusiasmo, pero también sus varapalos estaban siempre razonados. No escribe simplemente para mostrar sus filias o fobias, sino que ilustra sus críticas con ejemplos y pasa a los autores y sus obras por el análisis de su escalpelo crítico", explica el traductor. Una prueba que pasaron con éxito talentos dispares que hoy ya son clásicos, confirmando también en la crítica el carácter visionario de Poe."Cuando Poe hacía crítica comenzaban a despuntar algunos escritores como Dickens, con quien se llevaba tres o cuatro años, a quien él elogió desde el principio y reconoció como un escritor con un gran futuro", apunta Iwasaki. "Pero también alabó mucho a todo un veterano, el entonces septuagenario William Godwin, que en su época fue un autor poco valorado a quien la fama, como a Poe, le sobrevendría después de su muerte".

Y es que una de las claves para entender esta faceta crítica y ensayística de Poe, a la que se dedicó con profundo afán lector, más allá del rédito pecuniario, es que durante su vida fue un autor apenas leído, y su cara más conocida entre el público era la de crítico. "En vida, Poe apenas era leído, y su fama se debía a sus reseñasen prensa y al poema "El cuervo"", apunta el escritor peruano. "En el XIX lo leía una minoría porque a esa sociedad americana de Nueva Inglaterra les parecía un enfermo con sus mujeres fatales y sus relatos perversos. De hecho, en Estados Unidos Poe no ha sido aceptado por la academia y por la gran críticahasta bien entrado el siglo XX".

Y algunos, como Harold Bloom, todavía lo tildan de "escritor atroz" y lo postergan sistemáticamente, si bien ya en los años 20 el escritor y crítico Edmund Wilson escribió sobre Poe diciendo que los norteamericanos nunca habían querido reconocer su talento por puritanismo, porque les parecía un mal ciudadano. Algo ridículo para Iwasaki, que asegura que "en Europa o América Latina cuanto más salvaje, canalla, bohemio y rebelde haya sido un escritor o un poeta, más nos gusta. ¿Qué sería si no de Baudelaire, Rimbaud...? Los grandes franceses eran unos golfos, y todo el mundo de la bohemiamadrileña de principios del siglo XX también", remacha antes de puntualizar que "hoy por fin Poe, felizmente para los lectores, con Borges, Chesterton, Conan Doyle o Gómez de la Serna y Cortázar, a la cabeza, ya se le reconoce a Poe la valía que tuvo".

Terreno fértil

Pero más allá de reivindicar la figura y la obra de Poe, capaz por si sola de defenderse debido a su capacidad para arrastrar a millones de lectores, Iwasaki y Rivero Taravillo hacen hincapié en otros aspectos que pueden ofrecer estos Ensayos completos. Por ejemplo, "es interesante como lo que él mismo critica, también influye en lo que escribe. Cuando Poe reseña un libro de frenología, eso se refleja en sus escritos, donde va a utilizar la medicina, como en La verdad sobre el caso del señor Valdemar. Esto es algo completamente habitual en el mundo de la literatura, nos nutrimos de lo que vamos leyendo y reseñando", opina el peruano.Como ejemplo sirva el nacimiento de su más famoso poema, cuyo córvido protagonista sale de una novela dickensiana. "En una reseña de Dickens, aparece un cuervo que habla pero que Poe cree desperdiciado.El cuervo debería decir cosas puntuales, apunta.Es evidente que eso le inspiró elcuervo de su poema, que dice todo el rato 'Nunca más'", relata Iwasaki.

Pero si Poe era sensible a las influencias externas, qué decir de su propia influencia, indiscutible y determinante en la literatura posterior y cuyas ramificaciones, directas e indirectas, llegan hasta nuestros días. Para empezar, fue un elemento extraño pero nutritivo para sus propios contemporáneos norteamericanos, pues su nombre debiera aparece junto a los de Whitman, Melville y Faulkner, como uno de los escritores que dotaron de señas de identidad propias a la naciente tradición nacional. "No está claro que Melville haya leído a Poe, pero parece bastante obvio. También influyó en Emerson, Hawthorne o James Fenimore Cooper", afirma Iwasaki, que sin embargo piensa que, al ser contemporáneos del bostoniano, "a estos clásicos americanos, personas muy serias y circunspectas, les chocaba este hombre siempre desaliñado y envuelto en su capa de cadete expulsado de West Pioint. Poe era una nota desafinada al lado de estas personas".

Sin embargo, aunque demasiado vanguardista en su época, Poe tuvo tras su muerte una fortuna de la que no disfrutó en vida, la explosión de una modernidad literaria que con su epicentro en Francia, especialmente en Baudelaire, consagraría posteriormente los géneros que cultivó o inventó, como el terror o el policiaco, y le convertiría en referente de multitud de escritores de variada condición y disciplina. "Poe inventa géneros, y esos géneros tuvieron la fortuna de caer en terreno fértil", sentencia Iwasaki. "Sus cuentos policiales nos llevan directamente hasta Conan Doyle, Chesterton, Lerroux, Simenon, y de ellos hasta el auge actual de la novela negra. Y de los cuentos de terror salen Maupassant, Lovecraft y tantos otros, hay toda una genealogía que llega hasta Borges y de él hasta hoy".