Ensayo

De los neandertales a los neoliberales. Una historia marxista del mundo

Neil Faulkner

30 mayo, 2014 02:00

Traducción de Juanmari Madariaga. Pasado & Presente, 2014. 576 pp., 26 e.

Aunque la refutación de la teoría económica marxista tiene más de un siglo, aquí se la trata como una verdad revelada. Del mismo modo, sin argumentación alguna, se presenta la economía de mercado como la mayor catástrofe de la humanidad: "la historia del capitalismo es por tanto una historia de pérdida de derechos, desposesión y empobrecimiento". Todo en el capitalismo es patológico, agresivo, belicista, imperialista. Y las instituciones de la libertad, nefastas, empezando por la más importante, la que más ha hecho por el bienestar de los trabajadores: la propiedad privada, que es perversa porque "veda a los demás recursos escasos", como si su ausencia los multiplicara sin límites, y porque "permitió a unos hacerse ricos a costa de otros", como si su ausencia garantizara lo contrario.

No hay ficción marxista que este libro no repita acríticamente, desde la lucha de clases como "motor de la historia" hasta el poder omnímodo de las empresas, "repartiéndose el mercado y fijando el volumen de producción, los precios y los beneficios". Ya les gustaría, ya.

Si el socialismo tiene problemas es porque no se ha aplicado a la vez en todo el mundo, vieja consigna que, a tenor de la experiencia, cabe temblar por si alguna vez se concreta.

Lo que se concretó, en cambio, fue la admirable Revolución Francesa. ¿Guillotina? Qué le vamos a hacer: "La pena de muerte era necesaria para desalentar el activismo contrarrevolucionario".

Salva también Faulkner a Lenin y Trotski, como si no hubiese habido campos de concentración comunistas antes de Stalin. En tiempos más recientes, sus héroes son el Ché Guevara y Hugo Chávez. ¿Y el propio Stalin? Agárrese: es "conservador" y "centrista". En cambio, son reprochados Salvador Allende por "moderado" y Ghandi por su "dirección liberal vacilante". Sobre las monstruosas matanzas de trabajadores perpetradas por los comunistas en nombre del comunismo y con los principios del comunismo, la solución es sencilla: no eran comunistas sino "estalinistas" o, agárrese otra vez, "capitalistas". De verdad. Dice que la Unión Soviéica era capitalista, Cuba es capitalista y China es capitalista y ¡neoliberal! Y la carnicería de los Jemeres Rojos fue culpa (agárrese bien, en serio) de...¡Estados Unidos! Y así, todo.

La Iglesia Católica se fastidió por culpa de San Pablo y su "ideología conservadora". Los musulmanes son respetuosos con las mujeres y los Hermanos Musulmanes son "relativamente liberales". Y, en fin, Tiberio Sempronio Graco "fue asesinado por una banda de derechas".