Image: According to The Rolling Stones

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Ensayo

According to The Rolling Stones

D. Loewenstein y P. Dood (Ed)

30 octubre, 2003 01:00

Jagger afirma: "Me sorprendió que Keith se enfadase tanto cuando quise hacer algo fuera de la banda. A veces es intolerante y estrecho de miras"

Trad. Rafael Santandreu. Planeta. Barcelona, 2003. 360 pags, 60 euros

Tres años después de la edición de The Beatles Anthology llega esta réplica con más acierto. Para enfrentarse a este anzuelo de mitómanos, no hace falta una escalera ni unos prismáticos. Dora Lewenstein y Philip Dodd han coordinado la edición con asesoría del batería Charlie Watts.

Watts, el hombre tranquilo de la banda, afirma con mucho tino: "que gustemos todavía a la gente es asombroso". La organización del material se articula a partir de unas entrevistas realizadas a los cuatro rockeros en activo (durante la gira de Forty Licks, entre noviembre de 2002 y mayo de 2003) por Philip Dodd, Rob Bowman, Tim Rice y Dora Loewenstein. Junto a los recuerdos de los Rolling aparecen intercalados en los doce capítulos textos escritos por personas implicadas en la historia de la banda, que aportan enfoques interesantes. Es el caso, entre otros, de Ahmet Ertegun, fundador de Atlantic Records, la discográfica que los lanzó al estrellato, o Giorgio Gomelsky, que les consiguió sus tres primeros espectadores en el Crawdaddy Club de Richmond. La documentación gráfica rescata el mejor material profesional de cuarenta años y abre los archivos familiares de estos balas perdidas, que se resisten a ser entrañables abuelos a fuerza de mucha laca. El diseño del libro es inmejorable.

Su historia es la historia del rock&roll. En el primer capítulo del libro se nos describe cuál era el ambiente musical de los 50 y primeros 60, cómo se asimiló en Gran Bretaña el Rithm and Blues americano y qué lucha había que ganar para desterrar de los locales a las bandas de jazz, que copaban el espacio. En seguida descubrimos a un Keith Richards, el guitarrista, divertido y locuaz que afirma que la supuesta rivalidad con los Beatles no era tal: "Empezamos a llamar a John, Paul o George para acordar las fechas de lanzamiento de los discos. Todo el mundo hablaba de los Beatles frente a los Rolling, pero lo que hacíamos era ponernos de acuerdo incluso en eso. ‘Vosotros lo sacáis primero, y nosotros esperamos dos semanas’. Evitábamos coincidir; había sitio de sobra para los dos grupos. En una ocasión salió Paperback writer y uno de nuestros discos -Paint it black, creo- casi al mismo tiempo. Nos llamamos inmediatamente y lo arreglamos para el siguiente". Más tarde descubrimos a otro Richards, un tipejo de cuidado: "Son cosas que echo de menos en Londres: caca de caballo y humo de carbón, mezclados con un poco de diesel aquí y allá". Eran testigos sensibles de un cambio rotundo, que se veía en los colores de los coches, la ropa y el crecimiento de la industria musical. Nacía el marketing. Si un inglés de los 50 conocía las canciones de Chuck Berry pero desconocía que era negro, ahora empezaba una era en la que todo el planeta conocería unos morros como los de Jagger, sin tener ni idea de qué cosa de mérito había salido de ellos. La memoria sincera de los Rolling nos demuestra que estos cuarenta años de éxito fueron inventados por Andrew Oldhan, "un tipo muy inteligente" que vio en los cinco rockeros grandes posibilidades de negocio.

Sólo el dinero explica la supervivencia de una banda por encima de las cabezas cortadas (Ian Steward), los abandonos (el todoterreno Brian Jones y el bajista Bill Wyman, que publicó hace meses un libro desmitificador de la banda), el acoso de la ley, las peleas internas y los graves problemas de Richards con la heroína. Cuarenta años tormentosos ya podían dar alguna canción inolvidable ("¿Jumpin’ Jack flash?"), quizá media docena. Jagger aprendió a sacar la lengua bien pronto, obligado por las estrecheces de su primer escenario. Luego se puso a bailar como un ruso y no ha parado. ¿Demuestra algo que estos chicos sigan dando guerra a sus sesenta y pico? El negocio es el negocio, claro, pero Raphael, Sara Montiel y los Rolling tienen en común la añoranza de esa bala no perdida que congeló a John Lennon como mito insuperable.