Image: Walt Whitman: el canto a sí mismo

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Ensayo

Walt Whitman: el canto a sí mismo

Jerome Loving

9 enero, 2003 01:00

Retrato de Walt Whitman por C. Grupp

Trad. Carles Roche. Paidós, 2002. 506 págs, 33’65 euros

Para la mayoría Walt Whitman (1819-1892) no es sólo uno de los grandes iniciadores de la poesía moderna (que rompe los moldes tradicionales para acogerse a ritmos nuevos) sino el gran cantor de Estados Unidos.

Cantor de América -Estados Unidos- como país de la libertad y la democracia (todavía el país de los pioneros, el primer país que dejó explícitamente de ser una colonia y comenzó a ensanchar su horizonte o su conquista) y, además, el cantor -con sexo o sin él es de los dilemas discutidos- de la fraternidad viril, del gozo de los hombres juntos, del amor de los camaradas. Según esta visión (parcial) que ve al poeta ya viejo -aunque con menos años de los que aparentaba- con la barba blanca y el aire patriarcal, gran misionero liberal y socialista de Hojas de hierba -sin duda uno de los libros más famosos de la poesía mundial, que fue incrementando el número de poemas, en sucesivas y varias ediciones, hasta los últimos publicados aparte (se añadirían después) que el poeta publicó en 1891- Walt Whitman habría tenido una vida pletórica y feliz, si se excluye su disgusto y sufrimiento durante la Guerra de Secesión norteamericana.

La biografía de Jerome Loving (publicada en inglés en 1999 y según él mismo, la primera que aporta novedades sobre el personaje, tras la canónica de Gay Wilson Allen, The Solitary singer. A Critical Biography of Walt Whitman, publicada en 1926, y hasta donde sé no traducida al español) viene precisamente, con sus datos muchos y sus dudas al parecer irresolubles, a matizar la imagen feliz de Whitman. Podemos resumir algunos de esos contratiempos: Whitman fue tan adorado como criticado por sus contemporáneos. Si Emerson (tras leer la primera edición de Hojas de hierba, 1855) lo consideró un genio y se citó con él, poco después, en un lugar elegante, el hotel Astor House, típico de un caballero como Emerson, el recepcionista se negó a dejar entrar a Whitman, "informalmente ataviado". Emerson tuvo que bajar al vestíbulo, y hubo de ser el poeta quien intercediera en favor del recepcionista. Una verdadera clave; otros muchos críticos -y hasta el fin de su vida- lo consideraron un mal poeta ( también Emily Dickinson fue criticada, casi ninguneada, por su hoy nulo mentor) además de un poeta amoral. Y ese hecho, esa amoralidad, ese ingrediente políticamente incorrecto en la vida de Whitman, es el gran quid de un vivir que se quiso cercano a la gente y a la vida más libre de los hombres jóvenes. Sabemos que Whitman perdió empleos periodísticospor presiones sobre su comportamiento personal inconveniente.

Sabemos que Whitman tuvo jóvenes amigos (Peter Doyle y Harry Stafford, a los que ayudó, fueron los más estables) pero -según Loving- no sabemos hasta dónde llegaron estas amistades particulares, además de varias ocasionales. De otra parte los poemas homoeróticos de Whitman (sobre todo en la parte de su libro titulada "Calamus") fueron, según las ediciones -según las presiones- suprimidos o corregidos por él mismo. Y aunque dicen que se besó con el joven Oscar Wilde cuando este le visitó en 1888, parece cierto, que Whitman (como sugiere su correspondencia con Addington Symonds) se sintió molesto con la etiqueta de homosexual, en parte por las terribles censuras e interdictos ambientales, pero acaso también porque su modelo de homosexualidad viril parecía lejos de la que él suponía en otros... Magnífico poeta, cantor de la democracia, del cuerpo y de la gente corriente, Whitman es el mito de América, más allá de sus problemas personales y sus muchas dificultades como hombre.

Curiosamente esta buena biografía desconoce otra -sólo dos años anterior- que quiere explicar con más detalles, y sin explícito proselitismo, la vida amorosa de Whitman, como manera o vivencia de lo homosexual. El libro de Gary Schmidgall, Walt Whitman. A Gay Life, de gran éxito en Estados Unidos.